En medio de este bicentenario pandémico la sensación de que sólo el pueblo salva el pueblo gana adeptos, ante la tardía e ineficiente respuesta del aparato estatal a las urgencias de la crisis sanitaria. Y esta no es en realidad una sensación nueva. Tiene ya varios lustros. La pandemia, como en otros muchos casos, simplemente agudizó esta impresión.
En este espacio imaginario en el que el escritor e historiador Marcos Carías Zapata (QDDG) es el invitado especial le lanzamos esta pregunta. E imaginamos que Don Marcos nos responde:
“El país está asistiendo… a una toma responsable de conciencia por una ciudadanía que se organiza para promover y defender sus propios intereses concretos, pero también los de la comunidad y la nación… la tendencia tiene, también, sus riesgos ya que la política, como arte de gobernar a la sociedad por medio de leyes e instituciones, parece ser todavía insustituible, siendo por esto necesarios los gobiernos y los políticos, a pesar de la mala imagen que poseen. Porque pareciera que se quiere revertir el aforismo de Ramón Rosa, de 1882, cuando juzgó que la sociedad hondureña estaba postrada y puesto que la Sociedad no hace nada, vino a concluir, el Estado tiene que hacerlo todo.
Y esta nueva tendencia, que algunos ven como positiva y prometedora, contiene para otros una apuesta que puede incluso lesionar las funciones públicas del Estado puesto que sería lo opuesto a la fórmula de Rosa: Siendo que el Estado no hace nada, la Sociedad debe hacerlo todo. Debajo de esos aforismos, en dos momentos históricos diferentes, lo que se manifiesta con todo, es el divorcio entre el gobierno de la sociedad y la sociedad gobernada…
Y así, al finalizar su recorrido, el historiador tiene que reconocer sus limitaciones porque la patria por compartir no es una idea, una propuesta teórica. Habrá de ser una construcción fáctica, real, producto de acciones venideras llevadas a cabo por la propia población hondureña que logren vencer las actuales limitaciones objetivas de pobreza e injusticia, que son las que le imposibilitan y le niegan la oportunidad para compartir una patria”, (Carías Zapata M., 2005, p. 341-342).
El hecho que esta demanda ciudadana, que ya era palpable al inicio de este milenio, no se haya transformado en cambios tangibles al estado de las cosas podría deberse a la perenne desorganización en la que la voz popular se mantiene, y por supuesto, vale reconocerlo, la habilidad de la clase política para mantener el poder, con diversas tácticas, una de ellas, fragmentando esa voz.
Y también está la oposición de “compadre hablado” visible en elecciones internas y también en contiendas generales, en las que el pueblo cree cambiar con su voto el rumbo predefinido, para darse cuenta de que de un color o de otro la cuestión es la misma.
El reto entonces no es solo para las vanguardias de construir una proposición de patria compartida coherente, que gane un espacio en el circo partidista, sino además para el pueblo de saber identificar dicha propuesta, entre las falacias, los ardides, las palabras vacías de los políticos de siembre que cambian de piel cada cuatro años. Adicionalmente, la transformación tendría que ser aplastante, para vencer a un sistema electoral endeble, en permanente duda.
¿Sólo el pueblo salva el pueblo? Se puede inferir de la conversación con don Marcos, que así es. Pero esta salvación debería venir en el marco del sistema democrático, con el voto, pese a las dudas que sobre él recaen. De otra manera el resultado es el anarquismo, algo impredecible y doloroso.
- Carías Zapata M., (2005): De la Patria del Criollo a la Patria Compartida, Una Historia de Honduras. Honduras, Ediciones Subirana.