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Con pena y sin gloria: ni un día más para el rey de la impunidad

Por Yanivis Melissa Izaguirre | Periodista, Honduras

Tegucigalpa, Honduras. Había una vez un hombre común y corriente que se convirtió durante diez años en el rey de la impunidad.

Con su monarquía de arlequín, reinó ilegalmente por dos periodos consecutivos, sin siquiera estar en la lista de sucesión al trono. Tomó su juramento, pero no lo respetó. Fue un engavetador de casos que se traspapelaron en los históricos archivos de la injusticia.

Alejado del pueblo y cercano al poder, desconoció causas, provocando la agonía de las víctimas, porque pensó: ¡qué se pudra la investigación!, ¡qué se pudra la denuncia!, ¡qué se pudra todo!

Se sentaba todos los días en la silla del fiscal y solo se levantaba para volverse a agachar en reverencia a sus verdaderos y poderosos amos, en fiestas donde se burlaban de la lucha anticorrupción. ¿Qué es eso?, se preguntaban entre risas y codazos cómplices.

Gobernó con un puñado de achichincles, sin voz, pero con voto, un voto letal para las víctimas del sistema de justicia, mientras prevalecía su estirpe impune.

Se rodeó de escuderos de la corrupción, bloqueó con astucia las buenas intenciones de quienes sí ingresaron al Ministerio Público para defender a las y los justos. Pero el poder es traicionero y pasajero; su armadura es cada vez más blanda, ya está por caerse, no luce intacta, lleva el dolor del pueblo, ese que ha sufrido por una tardía o ennegrecida aplicación de la justicia.

Y ante la oportunidad de tener, por primera vez, una justicia con tacón, nuestra clase política antepone todo frente el mérito, la carrera y el enfoque de género.

Se va con su memoria llena de casos, al igual que sus gavetas o, quizá, nunca los abrió; los desconoció, así como lo hizo con las líneas de investigación presentadas por el Consejo Nacional Anticorrupción (CNA).

Sin embargo, el «rey» deja la vara tan baja, que como hondureñas y hondureños podemos tener la esperanza que, de ahora en adelante, la acción penal será mejor, que nos depara un reinado más justo y ágil.

¡Ojalá! El pueblo exige castigo para las personas corruptas y arrebatadoras de oportunidades que dejan el país cada vez más solo ante el exilio de compatriotas errantes que buscan cualquier cosa, porque en Honduras no encuentran nada.

¡Nadie lo extrañará!, porque el silencio fue su mayor logro. Deja una silla que quizá siempre estuvo vacía: acéfala de justicia. Se va con pena y sin gloria.

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