Sorprende como un clásico de la comunicación como “Apocalípticos e Integrados” mantiene su vigencia tantos años después de su publicación en 1964. El maestro Umberto Eco realizó un análisis sobre la cultura de masas y los medios de comunicación desde estas dos perspectivas
“…mientras los apocalípticos sobreviven precisamente elaborando teorías sobre la decadencia, los integrados raramente teorizan, sino que prefieren actuar, producir, emitir cotidianamente sus mensajes a todos los niveles. El apocalipsis es una obsesión del disentir, la integración es la realidad concreta de aquellos que no disienten.” (p.12-13)
Sin embargo, advierte desde el inicio que no es posible encasillar todo en estas dos categorías, y reprocha “precisamente a los que definimos como apocalípticos o integrados el hecho de haber difundido igual cantidad de conceptos genéricos —-«conceptos fetiche»— y de haberlos utilizado como cabeza de turco en polémicas estériles…”. (p.11)
Habría que preguntarle, por ejemplo, a los hondureños: ¿acaso esto de apocalípticos e integrados no les suena familiar a aquellos que han transitado desde el golpe de estado del 2009? ¿No son estas categorías equivalentes a “golpistas” y “resistencia”, o “blanquitos” y “cuatreros”, “comunistas” y “oligarcas”? conceptos que resonaron otra vez de cara a las elecciones del 2021.
No hay que olvidar que por muchos años la comunicación política a partir de aquel 28 de junio de aquel funesto año adoptó estas dos posturas. Todo se tiñó de blanco o negro. Honduras dejó de ser de colores, y una división que evidentemente ya existía, se profundizó.
De hecho, el Informe de la Verdad, que sobrevino tras la crisis, elaborado con una imparcialidad aceptable y meridiana, fue sutilmente borrado de la arena de las discusiones, ya que por su objetividad intrínseca no se orilló ni de un lado ni del otro. Ahí ambos sectores fueron declarados culpables de lo sucedido.
Desde los años 60 Eco mostraba que estos apocalípticos e integrados son dos caras de la misma moneda: la peligrosa radicalización de las ideas.
Sin embargo, el resultado electoral de noviembre de 2021 muestra como las mayorías le han dado la espalda a esta radicalización en Honduras, en una tremenda lección de democracia, y aquellos que acudieron a ella desde la derecha fueron contundentemente derrotados.
Es la esperanza que desde el lado triunfador no se acuda a la radicalización, con posturas recalcitrantes venidas desde el sur, ni en la comunicación ni en la concepción de los procesos, entendiendo que el triunfo ha sido para una coalición de ideas, en rechazo a la corrupción y al narcotráfico, y no de una izquierda, que ciertamente sumó votos y aportó su organización y disciplina.
La radicalización ha estado de moda en todo el mundo con Donal Trump a la cabeza, pero también con otros insignes representantes como Eric Zemmour en Francia. Una radicalización desde la derecha que también ha resonado en Centroamérica. La historia muestra repetidamente, como este proceso visible por antonomasia en los medios masivos lleva a las sociedades a zonas peligrosas, que el mismo Eco nos ilustra en la literatura.
En el Cementerio de Praga (2010), con rigor histórico, el autor demuestra cómo se puede inventar un complot universal y justificar la matanza inmisericorde de inocentes a partir de esa quimera.
Asimismo, algunos años después de la publicación de “Apocalípticos e Integrados”, Eco en alguna entrevista había indicado que siempre le llamó la atención como los apocalípticos los sumaban a sus filas y los integrados también, porque en realidad el radical no entiende de puntos intermedios, y por tanto su libro nunca fue, por ellos, cabalmente entendido.
A muchos en Honduras, que han tratado de guardar posturas intermedias, les ocurrió tras el golpe de Estado lo contrario. Los integrados lo consideraban “resistencia, cuatreros, ñangaras” y los otros, los apocalípticos, les llamaban con desprecio “golpistas y oligarcas”.
Resulta que estos individuos independientes, devinieron en una fuerza política considerable, podría ser que mayoritaria. A tal punto que, aún sin lograr articular un cuerpo político-ideológico integral, algunos de esos incomprendidos tienen dentro del gobierno de la coalición posiciones de poder. ¿Será exagerado decir que su papel para el futuro de Honduras es fundamental?