Tegucigalpa.- El primer decenio y medio del siglo XXI ha sido ingrato para las venas abiertas de América Latina, al llevarse consigo a tres grandes figuras referentes del periodismo, cuyas huellas marcaron generaciones, construyeron con sus plumas historias y democracias, su creatividad y enfoques sorprendieron gratamente las redacciones periodísticas dejando a su paso un largo aliento en lo que consideraron el mejor oficio del mundo: el periodismo.
Ellos son el premio nobel de Literatura, escritor y periodista, Gabriel García Márquez, de nacionalidad colombiana y creador del llamado realismo mágico. Le siguen, los mexicanos Julio Scherer García y Vicente Leñero, últimos, fundadores de la revista Proceso, uno de los medios periodísticos más influyentes en ese país que abrió espacio para el desarrollo de una prensa más independiente en el complejo mundo político mexicano.
Los tres fueron grandes figuras en su tinta. Amigos y cómplices en su afán por mejorar el periodismo, se fueron dejando una gigantesca huella que América Latina está obligada a seguir para continuar forjando un periodismo comprometido con su tiempo.
El realismo mágico de Gabriel

García Márquez nació en Aracataca y fue el creador de un eterno territorio llamado Macondo donde conviven la imaginación, la realidad, el mito, el sueño y el deseo, describe en uno de sus artículos el diario español El País.
Inicialmente se llamaría Olegario, pero problemas en el parto al enredarse el cordón umbilical de su madre y lograr salir avante de esa primera lucha que enfrentaría en la vida, llevaron a las mujeres que asistieron a su nacimiento a correr para bendecirlo con agua bendita y llamarle entonces Gabriel. Fue así como se salvó de que le aplicaran el nombre que le correspondía en el Santoral, ese que por muchos años en Honduras traía el llamado Almanaque Bristol.
El Almanaque Bristol casi siempre venía acompañado de otro texto que compraban las familias del área rural hondureña, como símbolo que estaba cerca el inicio del año escolar, era el libro “Escuela para Todos”.
De esos cuentos y relatos, Gabriel García Márquez supo construir su realismo mágico que inundó la literatura universal. Fue influenciado por los autores Franz Kafka, Virginia Woolf y Willian Faulkner.
Muchos creen que uno de los tantos méritos de García Márquez fue demostrar que el gran reportaje es también gran literatura. García Márquez en sus inicios iba ser abogado, pero le picó el gusanito del periodismo y fue el caso de “El bogotazo” con el asesinato en 1948 del candidato presidencial, Jorge Eliécer Gaitán, uno de los capítulos que le habrían influenciado para decantarse por el periodismo.
Trabajó como periodista en diarios colombianos como El Universal de Cartagena, El Heraldo de Barranquilla y en El Espectador, en Bogotá, medio que le publica en 1947, su primer cuento.
Pero es su novela Cien años de Soledad quien lo inmortaliza en la literatura universal y si bien ingresaba al mundo de los literatos, el periodismo nunca dejó de ser su pasión y tras ganar el premio nobel de Literatura crea la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), una verdadera escuela para formación de periodistas y búsqueda de talentos.
Su muerte conmocionó no solo a la literatura y su encuentro también con el cine, sino que al periodismo universal. No hubo artículo, testimonio o añoranza que mostrara el vacío que dejaba su paso por el mundo, en especial en América Latina, la región a la que quiso ver en unidad, algún día.
Si Gabriel García Márquez era el referente universal del periodismo y la literatura, los mexicanos Julio Scherer y Vicente Leñero, no se quedan atrás en el mundo periodístico.
Ambos, amigos entrañables, surgieron en una época crucial para México y sus transformaciones. Dieron vuelco al periodismo de la época acostumbrado a seguir el oficialismo mexicano.
El aporte cultural de Leñero

Falleció el 3 de diciembre de 2014, a los 81 años en la ciudad de México. Era originario de Guadalajara y como periodista, sus pupilos le recuerdan como un hombre que les decía: “Tú escribe, sigue escribiendo, no te detengas; y tira, tira a la basura, también aprende a tirar a la basura”. Se le consideró un maestro en todos los géneros. Así lo definió Juan Villoro, otro gran periodista y pupilo.
Leñero laboró en el diario Excélsior, en su época de oro, y cuando ejercer un periodismo profesional e independiente del poder político en la época del presidente Luís Echeverría Álvarez (1964-70) le valió para ser echado, literalmente a la calle, junto a su entrañable amigo y compañero, Julio Scherer, director del Excélsior. Ambos le estaban cambiando la piel al periodismo mexicano.
Uno de sus tantos libros, denominado Los Periodistas, describe esas relaciones entre prensa y poder. Entre sus guiones destaca la famosa película mexicana “El crimen del padre Amaro”, que protagoniza el actor Gael García.
Fue un maestro de varias generaciones de periodistas, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y tenía la peculiaridad de no gustarle ser objeto de homenajes aduciendo que era tímido. Tampoco le gustaba celebrar los cumpleaños, decía que se celebraba la publicación de un libro y el acierto o la fortuna de los amigos y de la amistad.
Cuando le diagnosticaron un cáncer pulmonar, pues había sido un fumador empedernido, llamó a su gran amigo y socio fundador del semanario Proceso, Julio Scherer García para comunicarle la noticia.
Así lo escribió Scherer en su última columna el 6 de diciembre de 2014. Scherer dijo que Vicente le había dicho: “Llegó nuestro tiempo Julio. Tengo un tumor en el pulmón. Cáncer. Los médicos me dan dos años de vida”.
“Vicente me evitó una respuesta que habría sido superflua. Simplemente se retiró del teléfono”, recordó Scherer en su última columna para Proceso llamada “Vicente, Vicente”.
Scherer, el eterno reportero

Su muerte cayó como un balde de agua fría. Scherer murió el 7 de enero comenzando el 2015, a los 88 años de edad. Es considerado el gran maestro del periodismo mexicano.
Uno de los momentos que marcarían sus pasos y su huella en el periodismo fue el 3 de octubre de 1968, un día después de la matanza de estudiantes de Tlatelolco, cuando el diario Excélsior publicó una caricatura que sobre un recuadro negro tenía la palabra ¿Por qué?, en alusión a la barbarie que había cometido el ejército mexicano.
La decisión de Scherer de publicarla, siendo director de ese diario, fue el asomo que México estaba frente a un cambio en la forma de hacer y ejercer el periodismo que más tarde le costaría su salida del diario, junto a su amigo y colega, Vicente Leñero, expulsados por el poder político del presidente Luís Echeverría.
Murió el reportero eterno, citó en sus artículos el diario El País, de España, mientras el resto de la prensa latinoamericana y la mexicana, sin excepción alguna, le rendía un tributo a uno de los periodistas más comprometidos con su oficio en los 70 años de ejercicio profesional.
Tras su salida del Excélsior, Scherer decide fundar con su socio y amigo, Vicente Leñero, y otros más, la revista Proceso, un semanario que hoy día es un influyente medio de comunicación social que ha sorteado los buenos y malos tiempos políticos mexicanos, informando, contrastando y haciendo reporteo e investigación.
Scherer en su trayectoria periodística se destacó por entrevistar a numerosas personalidades, polémicas muchas de ellas y su último golpe como un gran reportero periodístico lo dio con el encuentro que tuvo con Ismael “El Mayo” Zambada, un reconocido narcotraficante miembro fundador del cartel de Sinaloa.
Zambada, quien tenía una fascinación por conocer en persona al gran decano del periodismo mexicano, le negó la entrevista que le pidió Scherer cuando el capo le contactó. Eso fue en el 2010.
El encuentro entre Scherer y Zambada se produjo en una de las sierras montañosas mexicanas y pese a que no hubo entrevista formal, Scherer recogió palmo a palmo ese encuentro terminando con una exquisita pieza periodística que hoy día sigue generando debates y polémicas porque alguien había logrado lo impensable: hablar con “El Mayo Zambada” y vivir para contarlo.
Tanto Scherer, como Leñero y García Márquez fueron tres grandes figuras del periodismo latinoamericano y universal que en Honduras varias generaciones de periodistas de los años ochenta y noventa, les recuerdan porque sus textos fueron parte del aprendizaje y debates en la Escuela de Periodismo de la UNAH.
Muchas generaciones aprendieron de sus libros, de sus artículos, de la tertulia de los maestros de las clases de Introducción al Periodismo, Periodismo Informativo, Periodismo Interpretativo y Periodismo de Opinión.
Ellos, cada uno en su tiempo, hicieron del periodismo el mejor oficio del mundo. Y como bien cita Scherer, la cirugía y el periodismo remueven lo que encuentran.