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Amenaza de una recesión global

Roldán Duarte Maradiaga

Tegucigalpa. Eswar Prasad y Caroline Smiltneks, expresaron recientemente en un medio digital mexicano que: “Justo cuando la economía mundial mostraba señales de estabilización, las probabilidades de una recesión global inducida por las políticas han aumentado significativamente. La última actualización del índice Brookings-FT Tiger (Índices de Seguimiento de la Recuperación Económica Global) revela un panorama mixto: el índice financiero está a la baja y la confianza del sector privado se está desmoronando, a pesar de que los datos macroeconómicos (que van a la zaga de otros indicadores) sugieren un escenario más benigno”, destaca un artículo publicado en el medio mexicano El Economista del 8/5/2025.

Los autores aludidos finalizan su artículo sosteniendo que: “Aunque es prematuro afirmar que una recesión mundial está a la vuelta de la esquina, el colapso del comercio global y la elevada incertidumbre política sin duda frenarán el crecimiento” (Ídem). Por esta razón, vale la pena examinar con mayor detenimiento la posibilidad de una recesión global, que terminaría afectando a pequeños países de economía abierta como Honduras, cuyos principales socios comerciales son en su respectivo orden: Estados Unidos, Centroamérica y Europa.

La posibilidad de una recesión global se ha visto marcada a la baja por varios factores, entre los que destaca el reciente acuerdo entre Estados Unidos y China para reducir temporalmente sus aranceles. A continuación se exponen las razones principales por las que, pese a los riesgos que persisten, un colapso coordinado de la economía mundial resulta hoy poco probable:

1) Alivio de las tensiones comerciales y recuperación de la confianza.
El pacto alcanzado en Ginebra para rebajar aranceles al 10–30 % durante 90 días borró gran parte del temor a una escalada indefinida de la guerra comercial. Tras el anuncio, los mercados bursátiles globales registraron fuertes subidas, reflejo de que los inversores descuentan un menor riesgo de interrupciones en las cadenas de suministro y de nuevos choques inflacionarios (Reuters). Esta mejora de la confianza empresarial y de los consumidores tiende a reforzar la inversión y el gasto, atenuando el riesgo de contracción económica.

2) Reorientación complaciente de la política monetaria. Con las presiones inflacionarias cediendo en muchos países, varios bancos centrales —incluida la Reserva Federal y el Banco de Inglaterra— han adoptado una actitud menos agresiva. Por ejemplo, el Banco Central de Inglaterra (BoE) recortó su tasa de referencia al 4,25 % con el argumento de que los aranceles habían mermado el crecimiento, y prevé nuevas revisiones a la baja si se prolonga la desaceleración (Reuters), Esta postura más laxa de la política monetaria ayuda a mantener bajas las tasas de interés y a sostener la actividad económica.

3) Estímulo “táctico” y espacio fiscal en China. El Banco Popular de China redujo el coeficiente de reservas bancarias y el tipo de repos a siete días, inyectando alrededor de 1 billón de yuanes (≈ 138 mmdd) en liquidez justo antes de las negociaciones con EE. UU. (Reuters). Además, el gobierno chino dispone de un amplio margen fiscal para emitir deuda especial y ampliar el déficit, lo que le permitirá seguir reforzando el gasto en infraestructura y consumo interno si la recuperación del exterior se frena. Esta combinación de estímulos disminuye el riesgo de que el “motor” asiático se pare y arrastre a la demanda global.

4) Mercados laborales resilientes en economías clave. En Estados Unidos, a pesar de cierto enfriamiento en la creación de empleo, el mercado laboral mantiene niveles de paro bajos (4,2 % en abril) y sigue sumando puestos de trabajo —177 000 en dicho mes—, muy por encima de lo necesario para contener la inflación y sostener el consumo (Reuters). Un desempleo contenido favorece el gasto de los hogares y amortigua el impacto de choques exógenos. Otras grandes economías, como Alemania y Japón, también muestran ratios de paro cerca de mínimos de la última década.

5) Diversificación y adaptabilidad de las cadenas globales. Tras la pandemia y la guerra comercial anterior, muchas empresas han rediseñado sus cadenas de suministro para reducir su exposición a un solo país. La relocalización parcial (nearshoring) y la diversificación en regiones como el sudeste asiático, India o América Latina han reforzado la resistencia de la producción mundial frente a nuevas disrupciones.

6) Apetito inversor en sectores “de futuro”. Iniciativas de transición energética, digitalización y sanidad han seguido recibiendo flujos de capital incluso en entornos inciertos. Este dinamismo en sectores de alta productividad contribuye a compensar la menor inversión en industrias tradicionales afectadas por los aranceles.

Resumiendo, aunque persisten riesgos —por ejemplo, la posible expiración de la tregua arancelaria china-estadounidense o las tensiones geopolíticas mundiales—, el conjunto de estos factores hace que el balance de probabilidades se incline hoy hacia un crecimiento económico moderado, pero no hacia una recesión global sincronizada. La cooperación comercial EE. UU.–China, en particular, ha rebajado “el peor de los escenarios” y otorgado a los bancos centrales y gobiernos un respiro para apuntalar el crecimiento sin recurrir a medidas extraordinarias.

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