Tegucigalpa, Honduras. Nicolás Maduro (Venezuela), Javier Milei (Argentina), Nayib Bukele (El Salvador), Donald Trump y Joe Biden (Estados Unidos), Dina Boluarte (Perú) y Andrés Manuel López Obrador (México) son indiscutiblemente excelentes candidatos para conformar el club de los presidentes políticamente incorrectos.
Las diatribas entre estos mandatarios pasan de simples improperios a espectáculos ridículos y penosos. Si las masas (electorado) quieren show, ellos están dispuestos a darlo.
¿Será una estrategia de comunicación política moderna para lograr simpatía entre las y los votantes y potenciar su imagen?
Veamos qué nos dice la Teoría de la diplomacia política. Dentro de sus postulados, esta teoría posiciona el discurso político como un elemento fundamental para la diplomacia mediática, que puede ayudar a promover o destruir las relaciones internacionales entre países.
¡Y vaya que hemos visto que sí es posible que a través de un discurso se rompan las relaciones entre países, a través de las embajadas, sobre todo! Pasó recientemente con el tema postelectoral en Venezuela, cuando el presidente Maduro ordenó la expulsión de los representantes diplomáticos de Argentina, Chile, Costa Rica, Panamá, República Dominicana y Uruguay, por lo que el mandatario calificó como «declaraciones injerencistas» luego de que estos países formaran un bloque que se negó a reconocer los resultados de las elecciones hasta que se mostraran las actas oficiales. Estas acciones (y otras previas) provocaron un autoaislamiento diplomático. La representación de Brasil en Caracas asumió la custodia de las embajadas de Perú y Argentina en Venezuela, luego de un acuerdo al que llegaron ambos dignatarios.
Sin embargo, previo a las elecciones, los intercambios de palabras entre Maduro y Luiz Inácio Lula da Silva estaban en ebullición, cuando este último reaccionó preocupado ante las declaraciones del venezolano sobre que habría un «baño de sangre» si él no ganaba. «El que se asustó, que se tome una manzanilla», contestó Maduro, añadiendo que lo que él dijo es que «si, negado y trasmutado, la derecha extremista, bolsonarista, seguidores de Milei y de Hitler llegaran al poder político en Venezuela, vendría un baño de sangre».
Política fea
Estas acciones (y otras previas) provocaron un autoaislamiento diplomático, además de un cruce entre varios mandatarios, que van desde insultos de Maduro hacia Milei, a quien ha calificado como «feo», «fascista», «nazi», «loco», «bicho cobarde…».
Como respuesta a Maduro, quien dijo que Milei formaba parte de círculos diabólicos y sectas satánicas, el presidente argentino comentó que el cielo aplastará a los comunistas.
«Para mí son halagos», ironizó Milei.
Luego de que Maduro llamara pelele a Bukele, este ripostó que el régimen del venezolano es «genocida, fraudulento, antidemocrático e ilegítimo», además de llamarlo sinvergüenza: «ni tratando de destruirlo se puede lograr lo que este tipo de sinvergüenza ha logrado con la destrucción de Venezuela», condenó. «Tú eres el pelele de Cuba», agregó.
Aunque no acostumbra a hacerlo, el presidente mexicano AMLO manejó con insólita moderación el tema de las elecciones de Venezuela, y fue contundente al enviarle un mensaje al secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, por la postura que adoptó sobre la situación en el país suramericano, la que calificó de imprudente, además de hacer un llamado a los gobiernos para que no haya intervencionismo en Venezuela.
«Ojalá y en vez de promover la confrontación, todos actuemos con responsabilidad, que nos autolimitemos», dijo.
Regresando a la Teoría de la diplomacia política, esta nos invita a recurrir a los medios internacionales (aprovechando su prestigio y credibilidad) para promover un tema o discurso y plantea el poder que tienen los medios de comunicación para influir positiva o negativamente en la imagen de un político o gobierno.
Pero ¿qué pasa cuando el discurso no es a lo que estamos acostumbrados o, como dicen, no es políticamente correcto?
La semiometría se trata de elegir las palabras oportunas y relacionarlas al servicio de una causa. «Explorar el lenguaje, lo figurado, lo no dicho, pero que se sobreentiende, es una constante del investigador social (¿semiometría?), buscar chivos expiatorios (construir enemigos políticos) y aclarar que el gobierno no se equivoca, solo es falta de una buena comunicación política. Cada tema debe ser cuidadosamente seleccionado con la información clave para una campaña», escribe Martín Mora Ledesma, en «Metodología de la comunicación política en campañas electorales».
Mora Ledesma es de la opinión de que «si cambia el contexto, cambia el discurso, lo mismo sucede con el cambio de líder, ya que el discurso adquiere otro sentido y, por lo tanto, la personalización del poder es fundamental para comunicar». Esto aplica para la ahora candidata presidencial y actual vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, contra quien su contrincante -el expresidente Donald Trump- ha extendido el discurso de ataque al asumir la candidatura luego de la dimisión del presidente Joe Biden (con quien mantuvo una riña pueril).
«¿La han oído sonreír? Parece loca. Está chiflada», dijo Trump. Según medios, una cámara oculta grabó al expresidente cuando se refería a Harris como: «patética. Es una mala perra». A diferencia de su predecesor, Harris no ha caído en este tipo de diatribas y superficialidades.
Y es que los dimes y diretes, campañas de desprestigio y ataques viscerales entre políticos parece ser la nueva modalidad populista adoptada por quienes nos gobiernan. Recientemente, la presidenta peruana, Dina Boluarte, también ha entrado al juego de la antidiplomacia, al responder «¡tu madre!» a un ciudadano que la llamó corrupta. La mandataria, mencionada por el caso de corrupción denominado Rolex-gate, siguió saludando a los presentes como sin nada había pasado.
Detrás de declaraciones de este tipo -ahora comunes entre los presidentes del continente- hay una táctica de visibilización y viralización implícita, Mora Ledesma dice que el líder debe ser simpáticamente mass mediático, y eso a veces pasa por comportarse como «in-Maduro», construir enemigos políticos y recurrir a estratagemas propagandísticas. A quien no le guste, puede tomarse una manzanilla.