Recuperar el país

Thelma Mejía

Tegucigalpa. –  El juicio que está por iniciar en la corte del Distrito Sur de Nueva York, en contra del expresidente Juan Orlando Hernández, genera enormes expectativas entre los hondureños por la dimensión del caso, los relatos que de ahí surjan, las sacudidas que traerá consigo, y la exhibición de un país vulnerable en su institucionalidad, su sistema político y su democracia, en general.

¿Qué país nos dejará ese juicio? ¿Qué debemos recoger y qué debemos desechar? Son los desafíos a los cuales debemos enfrentarnos los hondureños, sin excepción, indistintamente del fallo de culpabilidad o no culpabilidad que determine el jurado en el caso del otrora poderoso Juan Orlando Hernández, el hombre que conquistó la gloria y ahora roza el infierno.

Habrá mucha tinta por utilizar a lo largo de ese proceso judicial que tendrá la Honduras de aquí y la Honduras de allá. Los estornudos de la Honduras de allá golpearán en la Honduras de aquí, polarizada, confrontada, indignada, ansiosa, y sin liderazgos claros que le generen confianza, que los escuche y sea capaz de impulsar el levantamiento en medio de las cenizas.

El más reciente pronunciamiento de la Conferencia Episcopal de Honduras plantea en cierta medida esos retos y aboga por crear una cultura del encuentro que permita escuchar a la población de una manera profunda, “respetando las ideas de los otros y el derecho a disentir con las posiciones oficiales”, señalan los obispos.

“Los caminos del diálogo son el mejor modo de incluir aquello que debe ser escuchado y respetado. Naturalmente esto requiere claridad en las propuestas que se pretenden modificar y capacidad de apertura de las instituciones hacia todas aquellas voces que puedan diferir de nuestras opiniones”, señala la Conferencia Episcopal.

Esas líneas orientadas a recuperar el país no serán fáciles con los testimonios del juicio contra el expresidente JOH en Nueva York, pero nos obliga a los hondureños a ver en paralelo como rescatar la Nación para que esos exabruptos no se repitan, para que la cooptación del Estado no se agudice y para que la institucionalidad empiece a funcionar y operar cómo se debe: en la legalidad y en estricto respeto al Estado de Derecho.

El gobierno de la presidenta Xiomara Castro y los poderes legislativos y judicial, tienen parte de esa enorme tarea, pero deben hacer a un lado los discursos bizantinos, de odio y confrontación que no llevan a ningún puerto; deben empezar a construir y reconstruir con certeza, con verdad y con sensatez.

Están obligados a dar respuestas concretas, no políticas; que si bien son un gobierno de transición—con retos descomunales—deben dar señales de querer escuchar y de que se puede construir y reconstruir un país en medio de los disensos. El respeto a las ideas no significa ceder poder, menos renunciar a los postulados de cambio; el respeto a las ideas y al debate sirve para encontrar puntos coincidentes para llegar a consensos y acuerdos que pasen por el respeto a la ley.

Los últimos índices de medición de la Democracia y del Estado de Derecho nos están indicando lo mal que estamos en cuanto a confianza, credibilidad, respeto a la legalidad, al espacio cívico, libertad de expresión, seguridad jurídica, entre otros; lejos de generar señales de que vamos saliendo, nos estamos hundiendo.

Esos índices se suman al reciente presentado por Transparencia Internacional y su capítulo en Honduras, la Asociación por una Sociedad más Justa, que indica un estancamiento en la lucha anticorrupción en los últimos dos años, ni avanzamos, ni retrocedemos, nos mantenemos en un estancamiento que nos lanza al vagón de países considerados altamente corruptos, ubicándonos en el cuarto lugar en América Latina y el segundo en Centroamérica.

Las respuestas al informe de TI han sido virulentas, desproporcionadas, quizá, pero ello no va a cambiar las percepciones, pues los dos últimos informes de The Economist y el de World Justice Project, afianzan lo revelado por Transparencia Internacional. Estamos mal y no debemos seguir yendo a la deriva, debemos salir de ese hoyo si queremos generar esperanzas de cambio. Caso contrario, nuestros migrantes se seguirán yendo, aunque algunos burócratas digan que todo esta bien, que no hay desempleo y que las empresas no están cerrando.

Qué señales dar, en medio del ventilador que nos llegue de Nueva York: traer la CICIH, aprobar las reformas electorales que garanticen una participación política más efectiva como la segunda vuelta, la ciudadanización de las mesas electorales, las elecciones separadas para diputados y alcaldes, entre otras que por décadas viene reclamando la ciudadanía. Cerrar espacios a la penetración del dinero sucio del narco y la corrupción en las campañas políticas, máxime cuando el país ya entró en campaña y se ven los asomos de gastos en campaña de origen desconocido.

Aprobar en consejo de ministros la Estrategia Nacional de Transparencia y Lucha Anticorrupción, instalar el diálogo para avanzar hacia un nuevo pacto social; entrar de lleno al tema de la violencia contra las mujeres y femicidios, escuchar los reclamos desde los territorios y pobladores defensores del medio ambiente, hacer de los derechos humanos una agenda de prioridad nacional, y no un campo de batalla de la sinrazón como hasta ahora, donde siguen cayendo los defensores, aumentan las amenazas a los periodistas, mientras languidece el mecanismo de protección.

Del lado del empleo, es urgente abordar este eje porque la economía familiar está siendo severamente golpeada, es importante generar certidumbre, aprobar la ley de justicia tributaria con los consensos pertinentes, no con imposiciones como ha sido la tendencia.

Los poderes legislativo y judicial no tienen las mejores percepciones de confianza y credibilidad, sus acciones atropelladas, la justicia tardía y la soberbia del poder les tiene con enormes déficits de credibilidad y en franco deterioro del Estado de Derecho. Los jueces deben hablar con sus sentencias y los magistrados evitar ese virus de polarización, politización y contaminación que parece aflorar, esta corte de justicia se vendió como altamente potable, pero la cortina del beneficio de la duda comienza a caer por el accionar de sus protagonistas. Ellos se han develado, no necesitan que nadie lo haga.

En el legislativo el pandemónium ha sido la norma, y los temas del país que deben ser legislados, desplazados por las acusaciones entre quienes se creen buenos y los que son considerados malos; entre los vivos y los tontos, los poderosos y los débiles, sin percatarse que unos y otros solo evidencian el deterioro en que ha caído la clase política con una de las representaciones parlamentarias más bajas desde el retorno formal a la democracia. La decadencia de la política, con las excepciones del caso, está representada en ese parlamento con techo de cristal.

El sistema de partidos políticos está colapsado y el poder legislativo es apenas un reflejo de ese deterioro que les obliga a reinventarse para no morir junto a la democracia. Los partidos políticos son esenciales para el juego democrático, pero en el país fueron perdiendo entusiasmo y credibilidad a causa de las prácticas corruptas y clientelares aplicadas por décadas, y ahora, contaminadas por el dinero sucio de las campañas procedentes del narcotráfico y también de la corrupción.

Están listos los partidos políticos para sobrevivir al tsunami político que generará el juicio al exgobernante JOH en Nueva York, porque si bien el Partido Nacional, será golpeado, ello no significa que el resto de los partidos políticos saldrá ileso. El juicio es apenas la punta del iceberg de futuros terremotos políticos con las réplicas respectivas, es de buscar en los archivos para encontrar las huellas de un sistema político altamente deteriorado. ¿Están nuestras elites y estamos listos los hondureños, en general, para recuperar el país? ¿Podremos en esta adversidad que se nos avecina, aprovechar las oportunidades que siempre generan las crisis? ¿Habrá espacio para la cultura del encuentro? Esperemos que sí, esperemos que quienes nos gobiernan lo entiendan. Esperemos.

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