Tokio – Los Juegos Olímpicos de Tokio concluyeron este domingo con una ceremonia de clausura que estuvo rodeada de sentimientos encontrados hasta el final, con bailes y DJ en el Estadio Olímpico y protestas en su exterior cercado por la policía.
Los curiosos comenzaron a acercarse al coliseo tokiota varias horas antes de que comenzara la ceremonia para encontrar que, al contrario de lo que ocurrió en la inauguración, no iban a poder acercarse hasta los anillos olímpicos instalados frente a las instalaciones.
El acceso a la explanada, que estuvo hasta reventar dieciséis días atrás, se encontraba hoy cerrado al público por decenas de agentes.
«No puedo acercarme al estadio… Pero he podido ver la vista nocturna», dijo a Efe Atsushi Futatami, que se había acercado a las inmediaciones del estadio para embeberse del ambiente en la última jornada de estos atípicos Juegos, celebrados en medio de una pandemia que los ha condicionado hasta el último segundo.
Futatami, de 48 años, que considera que los de Tokio 2020 «han sido unos Juegos maravillosos» dentro de su particularidad, tuvo la oportunidad de asistir como público en una de las pocas sedes que permitieron cierto número de espectadores en Shizuoka y trabajó como voluntarios durante un día en una estación, guiando a visitantes.
Estaba previsto que hiciera labores similares en Tokio, aunque cuando se decidió que las gradas estarían vacías, no tuvo más remedio que disfrutar las competiciones por televisión.
Takamichi Masui, de 53 años, también se acercó al estadio tokiota para intentar atisbar los sonidos y fuegos artificiales de la ceremonia. Ya lo hizo en la de apertura, en la que disfrutó desde el exterior el espectáculo con drones y los destellos de colores.
«Para intentar ver las competiciones, como no había público, fui al exterior de algunas sedes. En Aomi, desde un parque, vi la escalada deportiva, pero sólo una pequeña parte del escenario. En el Parque urbano de Ariake Urban, desde afuera de la estación Yurikamome, vi el BMX freestyle. En Odaiba vi parte de los relevos mixtos», contó.
Ataviado con una bandera de Japón y un gorro con la forma del monte Fuji, Masui paseaba por las inmediaciones del cordón policial haciéndose fotos para conmemorar el momento y compartir su afición por los Juegos con otros asistentes.
El ambiente, que debía ser festivo, estaba enrarecido por el fuerte cordón policial y se tornó más agridulce cuando llegó un grupo de manifestantes contrario a las Olimpiadas, el mismo que durante la ceremonia de inauguración gritó sus consignas desde las afueras y se presentó en algunos torneos, como la final de tenis.
Se vivieron algunos momentos de tensión cuando los protestantes increparon a los agentes de policía para intentar marchar al estadio y se lo impidieron, como al resto de los que querían acercarse.
En torno a una veintena de manifestantes sacaron pancartas y mensajes en contra de la Olimpiadas, y entonaron consignas como «Abolan los Juegos Olímpicos», «Abolan el COI (Comité Olímpico Internacional)» o «No más JJ.OO. en ninguna parte», mientras golpeaban sonoramente alguna sartén frente a los agentes, que por lo menos los triplicaban en número.
Minoru, que sólo quiso aportar su nombre, explicó a Efe que se desplazó hasta allí para reivindicar la gravedad de la situación sanitaria que vive el país, y especialmente la ciudad de Tokio, por la pandemia de covid-19.
«El sistema médico está al borde del colapso, la covid aún no ha acabado. Creo que el dinero que se gasta en los Juegos Olímpicos debería destinarse al bienestar de la gente. Si gastan ese dinero ahí están causando la muerte de personas» indirectamente, declaró.
Japón atraviesa su peor momento de la pandemia, con casos récord en la capital y en todo el archipiélago recientemente.
Los organizadores de Tokio 2020 han logrado gestionar su burbuja para seguir adelante con los Juegos sin mayores incidentes, pero se mantiene abierto el debate sobre si ha sido adecuado celebrar el evento deportivo en la situación actual.
Algunos expertos sanitarios aseguran que los Juegos han sido los responsables de que la población japonesa haya relajado su comportamiento y optado por seguir menos las recomendaciones de no salir y evitar reuniones con familiares y amigos, contribuyendo a la propagación de las infecciones con una «complacencia olímpica».