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Vértigo y terror a las alturas

Por: Otto Martín Wolf

La vida, generosa como ha sido siempre conmigo, me permitió volver a Perú.

La Cumbre Mundial de Comunicación Política, que reúne a los más importantes estrategas políticos, se celebra cada año en un país diferente, he tenido la fortuna de asistir a las últimas tres o cuatro,

Y, aunque las comunicaciones políticas son vertiginosas y algunas veces -especialmente cerca de las elecciones- pueden provocar mareos y vértigo, nada tienen que ver, en este caso, con el título,

La realidad es que siempre he tenido miedo a las alturas y de ese miedo trata este artículo.

 

Pero, por alguna razón que no puedo entender, de igual manera que las alturas me horrorizan, también -inexplicablente- me atraen.

 

En Toronto, Canadá, existe una torre de ciento y tanto de metros de alto. Ideada por algún genio del mal, tiene parte de su piso transparente. Dicen que ese plexiglas puede resistir el peso de un elefante. A quién le interesan los elefantes, lo que cuenta es si resiste el peso de uno. Cúal es la gracia? Pararse sobre ese plástico y ver hacia abajo.

Lo hice a pesar del miedo. Porqué? No lo sé y, además, por ese sufrimiento pagué como30 dólares.

 

Es una especie de masoquismo; disfrute del sufrimiento.

 

En Lima, en un lugar llamado el Barranco, se practica el paragliding. En qué consiste? Pues en lanzarse hacia la eternidad colgando de un frágil paracaídas y volar aprovechando el fuerte viento proveniente del Océano Pacífico.

 

Desde que decidí ir a Perú, las piernas me empezaron a temblar, sabiendo que no habría fuerza en el mundo capaz de hacerme subir al paracaídas pero que, tampoco, podría evitar hacerlo.

 

Perú adelanta en su campaña política, las elecciones se realizarán pronto y aparentemente Keiko, la hija del expresidente Fujimori, será la ganadora. Uno de los análisis de la Cumbre a la que asisto trata sobre eso, una especie de dinastía política que existe en todo el mundo. Los hijos o parientes de los políticos exitosos, viajan en el apellido más alto y más rápido que ese paracaídas sobre el Barranco.

 

En Korea del Norte el Jefe de Estado, un hombre joven sin otra calificación que la de ser más sanguinario e implacable que su padre, rige el país como el “heredero ideal”, según fue bautizado por sus estrategas políticos. En Siria el Presidente al Asad heredó el poder de su padre, otro tirano despiadado. En Costa Rica José Figueres y Rafael Calderón son hijos de homónimos que también ostentaron la presidencia. Los Estados Unidos han tenido tío y sobrino, padre e hijo y, creo que muy pronto, la esposa de un expresidente ocupará la Casa Blanca.

 

Volviendo a Perú, me lancé al Barranco?

 

Claro que lo hice!

 

Qué sentí? Lo mismo que siento siempre, un terrible y brutal arrepentimiento, una promesa de jamás volver a intentar semejante estupidez,

 

No me digan que produce la sensación tranquilizante del flotar en el espacio, que nadie se ría pretendiendo que sus entrañas no se revolvieron, que ninguno se haga el valiente y cuente historias falsas.

 

Ahí se produce el miedo, el más auténtico, destilado y puro miedo.

 

Pero lo hice y a pesar de que casi caigo de rodillas cuando me encontré sano y salvo, no obstante mi promesa de no repetir estupideces, es seguro que en cualquier lugar del mundo, si se me presenta la oportunidad de subir en algún terror de las alturas, posiblemente lo haré de nuevo.

 

El riesgo es lo que cuenta, si fuera algo seguro no produciría emoción.

Sobrevivir es sólo consecuencia de haber tomado el riesgo y salido impune.

Creo que así es todo en la política y en la vida.

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