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La empatía de un facilitador

Por: Thelma Mejía
 
Tegucigalpa.-  Los primeros acercamientos para el Gran Diálogo Nacional que se piensa instalar en Honduras con la facilitación de la Organización de Estados Americanos (OEA) lucen esperanzadores de la mano del embajador y ex canciller chileno, John Biehl del Río, un diplomático fuera de serie, de trato suave y frases cortas pero directas.
 

Simpático y sencillo, John Biehl es muy carismático e irradia confianza, virtudes que en Honduras cuesta encontrarlas y más aún: creerlas cuando provienen de la esfera oficial. Los hondureños de un tiempo acá, según los sondeos de opinión pública, están perdiendo el valor de la confianza en sus instituciones y en las personas.
 
Así llega Biehl a este país, en medio de la desesperanza y la impugnación social hacia sus instituciones y quienes la dirigen, entre ellos los tres poderes del Estado. La corrupción y la impunidad han hecho que en el país se dude de todo y que la esperanza que se encierra en la luz de unas antorchas no se hunda para dar paso a la anarquía y la justicia popular, dos detonantes que no caminan de la mano con la democracia.
 
Sus primeras aproximaciones con quienes desde sus distintas miradas sueñan con un País respetado y más digno, ha logrado lo que hace un par de meses parecía imposible: tender puentes para un diálogo que él es consciente no puede ser más de lo mismo.
 
Biehl ha llegado a dar un impulso a una etapa más alentadora del diálogo que deja atrás la iniciada por la Presidencia de la República que terminó en un monólogo, pero que al abrirse a otra fase en donde será actor—por un lado e impulsor de las decisiones finales por otro—mostrará el cuero del que están hechas las correas, es decir, hasta donde la voluntad política del gobierno para los cambios es real.
 
El camino para llegar hasta ahí, apenas se está esbozando, el diálogo no arranca aún, pero John Biehl sin tener una bola de cristal a mano, intuye que las soluciones “serán de fondo y eso significa cosas muy duras”. Así lo expresó en una reciente entrevista televisiva.
 
En su comparecencia con el periodista, Renato Álvarez de Frente a Frente de Televicentro,  Biehl dio una cátedra de cultura política y en su pensamiento tan amplio y reflexivo, a la vez, graficó la realidad de una América Latina donde la enfermedad del poder esta obnubilando a los gobiernos.
 
Con su diplomacia y sinceridad, el facilitador de la OEA dijo muchas verdades y muchas crudezas de lo que enfrenta hoy América Latina en una especie de bitácora sobre los desaciertos y el gran desafío que tienen los gobernantes para hacer de su administración algo que “sirva al pueblo” y no para “servirse del poder” y del pueblo.
 
Su lectura tan fuerte y tan directa obliga a la reflexión en el escenario de lo posible en donde los gobernantes están forzados a “liberarse” de la enfermedad que produce el poder y la tentación de emular a los faraones de perpetuarse en el trono.
 
Sobre Honduras, Biehl destacó lo pacífico que han sido las marchas de las antorchas, el deseo de quienes la impulsan por buscar cambios en la democracia y dentro de la democracia. Y fue claro al indicar que habrá quienes quieran infiltrarlas e incluso quienes quieran destruirlas. Algo de eso se vio ya en la última marcha de las antorchas que culminó con disturbios.
 
Consultado sobre los disturbios, Bielh diferenció entre la marcha de los indignados y la bifurcación que de la misma hizo un grupo radical, pero potenció el avance de lo obtenido en la mesa donde se sentaron más de 50 actores sociales, muchos de los cuales no se conocían entre sí y en una especie de desahogo expresaron en cinco minutos que esperan del diálogo. Enorme avance en un país que tiende a polarizarse de forma vertiginosa.
 
La OEA sin duda enfrenta también sus propios desafíos en esta mediación, en vista que su imagen salió deteriorada tras la asonada de 2009 en contra del ex presidente Zelaya. Ella fue víctima también de la polarización, de ahí la habilidad de enviar un facilitador tan empático como John Bielh que se ha puesto del lado “del otro”; es decir, en el zapato de los demandantes y también de quienes ostentan el poder.
 
Biehl es claro al señalar que el presidente hondureño, Juan Orlando Hernández, no “la tiene fácil y gobernar para el futuro no puede ser con más de lo mismo, y eso él lo sabe”, dijo en esa comparecencia que es una lástima que el periodismo hondureño no la haya sabido aprovechar para evitar caer en yerros pasados. Pero eso es tema aparte.
 
Dejó entrever que algunos dilemas de los gobiernos son trabajar “para la historia” y no para “la historia personal”. Confía que este sea el caso de Honduras. Biehl sabe que en este país hay un serio problema de gobernabilidad democrática y tejerá la red para salvar el país, desde la visión hondureña, en la medida de lo posible.
 
Y digo en la medida de lo posible, porque quien tendrá la última palabra sobre si cumple o no cumple con los resultados que arroje una vez instalado el Diálogo Nacional, es el gobierno en la figura del presidente Hernández, por eso, aquello de que es un “actor más” en el proceso, no es tan cierto ni mucho menos le exime de ser el decisor final sobre el rumbo que deba dar o no a lo que pida el pueblo.
 
El presidente Hernández y su equipo, han comenzado según el facilitador de la OEA  a “internalizar” lo que está pasando en Honduras, uno de los ocho países en América Latina que celebra las remesas ante la ingrata “exportación” de sus migrantes, mientras la justicia, sigue picando a los pies descalzos.
 
De momento, el camino para el diálogo empieza a ser dibujado, sin duda habrá mucha bruma, mucho ruido y mucho boicot al proceso y no descarto que hacia el facilitador mismo o a la llegada de la ONU que espera se apriete el botón para estar presente.
 
Ambas instancias, de coordinar acciones conjuntas, estarán no solo ante el reto de construir puentes para la paz, también verán—tan lejos o tan cerca como se pueda—un proceso crucial para Honduras: la elección de la próxima Corte de Justicia que se asegura ya está repartida y entregada. A esperar se ha dicho.
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