Tegucigalpa– Mariela Acosta Ponce visita las oficinas del Correo Nacional en Tegucigalpa regularmente. Esta mujer de 53 años tiene, como tantos otros miles de hondureños, parientes que han emigrado a los Estados Unidos y quienes pese al paso del tiempo conservan el vínculo con su raíz.
– El correo nacional mutó a la velocidad de la era bit para adaptarse a las necesidades de los expatriados catrachos por el mundo.
– El encarguito que inspiró a Guillermo Anderson se traslada por correo a las manos de los hondureños por el mundo para unirles con sus afectos patrios.
Allá en el norte, residen su hermano y su hijo, dos grandes afectos con los que no solo se comunica a través de los cada vez más innovadores dispositivos digitales, propios del Internet. El correo le permite poder enviar a costos bajos el llamado “encarguito” que con ilusión esperan más allá de tres fronteras, sus seres queridos.
Desde hace más de una década, Mariela, vecina de la colonia Altos de Toncontín, en el sur de Comayagüela, manda regularmente rosquillas, dulces de su tierra, productos nostálgicos y, además, como si aquellos bienes que abundan en las urbes estadounidenses no reunieran las expectativas de sus parientes, ella les envía fajas de cuero hondureño, además de artesanías y objetos “hechos en Honduras”.
Fundado en la segunda mitad del siglo XIX, el Correo Nacional ha sobrevivido al paso del tiempo. La era bit no logró derribarlo y, como ha ocurrido con los periódicos de papel, su utilidad sigue siendo fundamental para una sociedad que, aunque ya no recibe las cartas “a lomo de mula” como cuando inició el servicio de correo en todo Honduras, sí demanda de una institución que ha podido mutar y dar respuestas a las necesidades contemporáneas.
Los connacionales, cerca de 1.5 millones de inmigrantes en los Estados Unidos, entre documentados e irregulares, y miles de connacionales radicando en España, Canadá, México y tantos otros países del orbe, pueden recibir, en un tiempo relativamente corto, las encomiendas que, desde sus natales poblados, les envían sus familiares y amigos.
En el viejo, pero remozado edificio que se extiende al finalizar el Paseo Liquidámbar, frente al Museo de la Identidad Nacional, se reciben regularmente a parientes de inmigrantes. Los “encarguitos”, cuenta una empleada del correo a una mujer que despacha una encomienda para una sobrina que estudia en Canadá, llegan a ese lugar, ubicado al extremo norte del hemisferio, en 10 días.
La caja contenía frijoles, tamales, casabe, tajadas de plátano, rosquillas, tustacas y hasta un pequeño crucifijo tallado en madera. Son reminiscencias que buscan confortar el espíritu de los ausentes que permanecen prendados de su tierra. El envío a Canadá, empacado con esmero por una empleada de correos, tuvo un costo de poco más de mil 100 lempiras.
La tecnología acorta distancias
Igualmente, una mujer joven de nombre Susana Medina se acercó al Correo Nacional para despachar un sobre manila en el que enviaba documentos. Ella dijo a Proceso Digital que su visita era para enviar, hacia los Estados Unidos, documentos personales a un hermano.
En el norte del continente, los inmigrantes requieren a menudo sus partidas de nacimiento, documentos de identificación u otros de valor legal que les permitan hacer trámites, especialmente aquellos cuya situación migratoria es irregular o quienes están en proceso de obtener sus permisos migratorios u otros estatus de residencia.
“Ahora con la tecnología es bien difícil que uno mande un mensaje, una carta o que lo reciba desde los Estados Unidos o de cualquier parte del mundo, ya que a través de video llamadas uno se comunica más fácil con su ser querido”, acentuó Susana muy a tono con la era digital.
Movilización de “encarguitos”
Cuando Guillermo Anderson, un artista hondureño, fallecido recientemente, compuso y cantó “El encarguito”, no hizo más que retratar una vivencia puramente hondureña de quien plasma la nostalgia de los desarraigados, que a pesar de estar en otras tierras siguen unidos a sus raíces.
“Ya que escribiste del norte y te hacen falta muchas cosas, allí te mando un encarguito cortesía de doña Rosa, ojalá pasen la aduana y la compartas con mis tíos, y que al probarla se olviden por un ratito del frío”. Así inician los versos de este poeta nacido en la caribeña ciudad puerto de La Ceiba, una de las regiones de gran tradición migratoria. La primera generación de ceibeños que viajó a los EEUU, lo hizo especialmente a New Orleans, Luisana, denominada “la Pequeña Honduras”, en la segunda mitad del siglo pasado XX, como producto de la relación de las compañías fruteras estadounidense establecidas en la región y sus empleados.
La canción de Anderson continúa diciendo: “te van los nacatamales, te va un chicharrón con yuca, una olla de curiles, tajaditas y montucas…” y así, a lo largo de la composición se describen los manjares propios de la cocina hondureña, muchos de ellos originarios de la cultura maya y otros tantos de la etnia garífuna.
No hay duda que estos versos, hechos canción, son un recuerdo de lo que cualquier hondureño disfruta y añora en cualquier parte del mundo.
Y la mayoría de eso productos, más muchos otros, pueden llegar a través del Correo Nacional que tras recibir los “encarguitos” los empaca y despacha sin contratiempos.
La administradora de Honducor, Alicia Mencía, detalló a Proceso Digital que diariamente un mínimo de 150 paquetes es enviado a sus destinatarios, siendo Estados Unidos, México y España, así como la región centroamericana, los lugares donde más se envían encomiendas. Pero otros días la demanda de usuarios de los servicios sobrepasa la conservadora cifra de tal modo que cada mes, entre dos mil 500 y tres mil paquetes son enviados desde este país.
Detalló que las ciudades de Estados Unidos como Miami, Los Ángeles, Houston, Nueva Orleans y Nueva York son donde más se envían los paquetes, por ser en ellas donde radican las mayores colonias hondureñas.
Indicó que también se envían paquetes a Ciudad de México, la capital mexicana, y otros a Toronto en Canadá. México es un país estratégico en la ruta migratoria que cada día emprenden cientos de catrachos, también se ha convertido en un lugar donde muchos se quedan a vivir debido a la imposibilidad de cruzar la frontera con Estados Unidos, que cada vez se endurece más.
Canadá es un país benévolo con los migrantes catrachos y allí se reciben muchos trabajadores y estudiantes que cada año aumentan su presencia en esa nación.
Mientras que en España la mayor parte de paquetes son enviados a las ciudades de Valencia, Barcelona y Madrid. Cataluña es la comunidad española que acoge a la colonia hondureña más numerosa. Se estima, sin existir un censo oficial, que por lo menos 80 mil hondureños radican en esa región del continente europeo.
Entre cinco y 20 días tarda en llegar un paquete
“Los encarguitos” pueden mandarse de forma urgente, su transporte tarda entre cinco y ocho días por la vía de “Urgente”, y de forma normal, entre 15 a 20 días”, detalló a Proceso Digital Melita Flores, una empleada del Correo Nacional.
Melita Flores indicó que las tarifas varían de acuerdo al peso. Detalló que ya sea carta, impresos, paquetes pequeños o tarjetas postales, cada una tiene su tarifa.
“Ya están los precios establecidos la gente solo viene y de acuerdo al peso así se le cobra ya sea para nivel nacional o internacional, por ejemplo, una carta que pese de 1 a 20 gramos, el precio del envío internacional varía de acuerdo al país al que se va a mandar, pero las tarifas están entre los 30 y 40 lempiras”, explicó.
Generalmente los “encarguitos” de productos nostálgicos que se mandan internacionalmente pagan entre 700 y 1,200 lempiras, de acuerdo a los pesos de cada paquete.
Edificio
La administradora de Honducor relató que el inmueble donde hoy se encuentra la sede central de la Empresa de Correos de Honduras, originalmente funcionó como orfanato y escuela de medicina.
El inmueble está ubicado en el barrio Abajo, 4ta Ave. (Calle El Telégrafo) y Paseo Liquidámbar, su historia se inicia a mediados del siglo XIX cuando monseñor José Leonardo Vijil construye una casona en la parte oeste de esa cuadra para instalar el primer hospicio en Tegucigalpa en 1868 que se conocía como la “Casa del Niño”.
En 1881, durante la administración de Marco Aurelio Soto, se expide decreto consignando la construcción de un edificio frente al entonces Hospital General de la República, hoy Museo de la Identidad (MIN), donde estuvo por pocos años la Escuela de Medicina.
La Facultad de Medicina es desalojada del edificio en 1903 para acomodar al Correo Nacional de Honduras.
El Correo Nacional fue remodelado nuevamente a finales de 1949 haciéndole reformas en sus fachadas para formar un conjunto arquitectónico con el Palacio de los Ministerios (Museo MIN). Se modificó la esquina donde se une el lado este y norte, abriendo una puerta grande con ornamentación de dos columnas, dándole buen aspecto y se arregló convenientemente el área de atención al usuario. El resto del inmueble fue cerrado al público con el objeto de aprovechar su espacio para bodegas de certificados, oficinas administrativas y distribución de cartas e impresos.
En 1985 se le agrega un moderno anexo de tres niveles en su costado sur dividiendo las funciones del complejo en dos: administración en el nuevo edificio y operacional en el antiguo inmueble. Este tópico solamente se concentra en el estado actual de su vieja sección, declarado monumento arquitectónico histórico en 1977.