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El drama del nicaragüense Raúl Alonso se reedita en miles de migrantes hondureños

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Tegucigalpa – Pocas veces los medios de prensa hondureños, acostumbrados a develar el dolor de la violencia, han transmitido una escena tan conmovedora como la de un hombre de origen nicaragüense que lloraba desconsolado la pérdida de su hijo de 10 años, asesinado y ultrajado sexualmente en Tegucigalpa.

Raúl Alonso Pérez, relató el drama más cruento que ha marcado su vida al perder a su hijo Gabriel Antonio, cuyo cuerpo se encontró en circunstancias deplorables a la orilla del río Choluteca.

Gabriel Antonio era un niño especial, tenía 10 años y su padre, un vendedor de alcitrones, quien adquiría estos dulces artesanales en la central ciudad hondureña de Siguatepeque, para comercializarlos en Tegucigalpa, lo llevaba consigo porque su condición especial lo ameritaba. Luego de obtener algún dinero de las ventas, padre e hijo retornaban a su original Masaya en Nicaragua.

Este hombre, ahora está de regreso en su país, sin su hijo y con la vida rota. Desmenuzando la historia cuenta como su niño se distrajo viendo las estatuas vivas en el paseo Liquidámbar de Tegucigalpa mientras el comercializaba los alcitrones. Pero el pequeño no regreso más y la noche se hizo eterna en su búsqueda. La mañana siguiente fue demoledora. La policía confirmó el macabro hallazgo y el nicaragüense pareció romperse en llanto. 

Al igual que Raúl Alonso Pérez, un trabajador que reiteradamente visita Tegucigalpa, una ciudad donde se acoge en una humilde posada, mientras vende sus productos, son muchos los centroamericanos que llegan temporalmente en un flujo migratorio que les abre una hendidura para alcanzar condiciones que les permitan sobrevivir.Leer nota completa …

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