Minimización de los riesgos

Por: Julio Raudales
Tegucigalpa.- Parece que el remolino de acontecimientos policiales y el barullo de dimes y diretes de las últimas semanas, ha hecho que los medios de comunicación, las charlas de cafetín y sobre todo la discusión en el ágora, dejen de lado algunos temas sobre los que es fundamental referirse.

Y es que a estas alturas podría ser fatal olvidar algunos puntos que son ya impostergables en la agenda nacional:
Una reforma orgánica que garantice elecciones transparentes el próximo año, el ordenamiento de algunos sectores y subsectores como el de energía eléctrica y agua potable, la gestión de riesgos y la seguridad alimentaria son algunas de ellas.
Pero voy a referirme a algo que sin duda debemos cuidar para evitar riesgos fatales en el mediano plazo: Me refiero a la Deuda Pública.
Si bien es cierto que en Honduras no tenemos un Tea Party como en Estados Unidos, la verdad es que nunca faltan voces que de vez en cuando pidan a gritos que el Estado ponga en cero su deuda.

Pero claro, hay que distinguir a los fundamentalistas del equilibrio presupuestario, de los que genuinamente están preocupados por los niveles que ha alcanzado el fenómeno en el país.

Como siempre, permítame poner sobre la mesa primero algunos datos y luego hacer algunas consideraciones:

Para el cierre de 2016, la Secretaría de Finanzas estima que la expresión más amplia de la deuda pública, esto es la del Sector Público No Financiero, llegará a  ser casi el 50% del PIB, unos US$ 207 mil millones.  

¡Parece todo el dinero del mundo! Pero si nos comparamos con el resto, resulta que estamos en la parte media baja de la tabla.

En lo alto está Japón, cuya deuda pública equivale a 230% de su PIB, en Estados Unidos la cifra es de 103% del PIB. En Brasil, para acercarnos a la región, es de 59%.
Claro que hay países que tienen menor deuda que Honduras. Por ejemplo Chile, donde es de 15% del PIB, pero con todo, digamos que tenemos un nivel moderado de endeudamiento.

Estudios independientes muy serios, como los efectuados por el FOSDEH y el ICEFI, revelan que el mayor riego que experimenta el fisco a este respecto, es el incremento en los niveles de deuda interna y el destino de los recursos financieros contraídos por esta vía.

No se puede desconocer además el problema que generan, tanto el riesgo cambiario como la volatilidad de las tasas de interés internas. Son estos elementos los que hacen que nos toque apartar año tras año, no menos de la tercera parte del presupuesto nacional para “servir” la deuda.

Por otro lado, se escucha por ahí, que pronto vendrá la firma internacional JP Morgan, a evaluar nuestro “Riesgo País”, que nos dice a cuántos puntos sobre los bonos del Tesoro se puede colocar la deuda de las economías emergentes. 

No les aburro con más datos.

El punto clave de la deuda a mi parecer, y creo que en el de los mercados, no son sus niveles. Me atrevo incluso a decir que ni siquiera su servicio. El tema de fondo repito, es el uso de esos recursos.

Es decir, el impacto económico que esto puede tener en el devenir económico, ya que, por un lado no debe olvidarse que mayor deuda hoy, significa más  impuestos futuros.
Es por ello que debemos asegurar que la contratación de créditos repercuta en crecimiento económico de largo plazo, solo así podremos asegurar su sostenibilidad.

Pero si la deuda se contrae para financiar gastos de consumo del Gobierno, que no contribuye a la inversión, entonces se podría estar gestando un problema. Creo que es éste el elemento a vigilar.

Pero poco lograremos al respecto, si nuestros Análisis de Sostenibilidad de Deuda (ASD) se centran únicamente en lo que nos ordena el FMI o la UNCTAD, quienes concentran sus indicaciones en las posibilidades financieras más que las económicas.

Las finanzas minimizan el riesgo de no pago al acreedor, la economía garantiza además las posibilidades futuras de bienestar.
Pero creo que es ahí donde hemos perdido el rumbo. El que tenga oídos, oiga.
spot_img

Lo + Nuevo

spot_img
spot_img
spot_imgspot_img