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513 años de descubrimiento: Guanaja inmortalizada en “Historia del Almirante”…

El 30 de julio de 1,502, Guanaja ofreció un espectáculo de ebanistería artística en sus canoas de una sola pieza, comparadas con las góndolas venecianas. El Almirante Colón la llamó «isla de los pinos» por la abundancia del árbol.

«India virgen y hermosa dormías

de tu mares al canto sonoro,

cuando echada en tus cuencas de oro

el audaz navegante te halló;

y al mirar tu belleza extasiado,

al influjo ideal de tu encanto,

la orla azul de tu espléndido manto

con su beso de amor consagró».

Primera estrofa del Himno Nacional de Honduras. Letra Augusto C. Coello

El hijo cordobés de Cristóbal Colón, Hernando Colón de Arana –de apenas 13 años— quien lo acompañó en su cuarta y última travesía por el Atlántico– inmortalizaría después la isla hondureña, en su libro «Historia de Almirante».

Según, Colón Arana, «en medio de la canoa—en la que iban 25 guanajes– había un toldo de hojas de palma, no diferente de las que traen las góndolas de Venecia; que defendía lo que estaba debajo, de manera que ni la lluvia ni el oleaje podían dañar a nada de lo que iba dentro. Debajo de aquel toldo estaban los niños, las mujeres, los muebles y las mercaderías».

Y es que los nativos de la isla, eran más avanzados que los antillanos y viajaban en sus canoas hechas de los troncos de pino, a los «tianguis» (mercados a orillas de los ríos del actual México), a 40 leguas de la isla.

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De la cima a las «honduras»…

En una década (1,492-1,502), el navegante y cartógrafo genovés, Cristóbal Colón, pasó del apogeo a la llanura; ganó títulos, honores y riquezas, pero las intrigas, ambición y falta de mando, hicieron que perdiera hasta su libertad, cuando fue devuelto a Castilla, con grilletes en pies y manos.

En 1,501, un Cristóbal Colón, envejecido prematuramente y enfermo de «gota, logró convencer a los Reyes Católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, que le financiaran su búsqueda del trayecto a La Especiería. No recuperó sus privilegios y tampoco podría acercarse a Santo Domingo, ciudad-puerto de La Española (Republica Dominicana y Haití).

La cuarta expedición zarpó de Cádiz, el 12 de mayo de 1,502, en cuatro carabelas: Santa María, Santiago, Gallega y Vizcaína. «…En breve tiempo se aprestaron, con armas y vituallas, cuatro navíos de gavia de 70 toneladas de porte el mayor y el menor de 50, con 140 hombres entre grandes y pequeños, de los cuales yo era uno», escribiría 25 años después, Hernando Colón Arana.

Las naves anclaron en las costas de Marruecos; pasaron por Canarias, y el 15 de junio llegaron a Martinica, siguiendo por Santa Lucia y Dominica . Yendo por San Juan (Puerto Rico), entraron a Santo Domingo.

Colón envió un emisario ante el gobernador de La Española, Nicolás Obando, porque llevaba un navío en mal estado y necesitaban protegerse de la tempestad que se avecinaba. Obando no solo rechazó la petición; sino que determinó enviar una treintena de buques a Castilla. Las naves naufragaron y hubo muchos ahogados, entre ellos el ex juez pesquisidor, Francisco de Bobadilla, quien había puesto en prisión a los hermanos Colón, dos años antes.

¡Isla de los Pinos!

Después de la tempestad…vino un poco de calma. Resignado siguió al puerto Azua, Cuba. Salieron el 14 de julio, pasando por Yaquimo, Jamaica, que Colón bautizó como puerto de Brasil, por los arboles del mismo nombre que crecían en sus costas. Esquivaron otra tormenta y siguieron…

«Llegando el 30 de julio a una isla, agradable a la vista, por la variedad de arboles que la cubrían. Entre estos se elevaban robustos pinos, cuyo nombre le dio Colon: isla de los Pinos». Habían llegado a Guanaja, zona insular de Honduras.

A sus 52 años, Cristóbal Colón, padecía de » podagra o gota», una especie de artritis, con fiebres, hemorragias oculares y articulaciones inflamadas, lo que le imposibilitaba bajar de la embarcación. Por ello, mandó a construir un camarote en la cubierta (popa) de la Santa María y desde ahí dirigía la ruta.

El Almirante envió a explorar la zona a su hermano el Adelantado Bartolomé, quien encontró agua para beber que brotaba de una montaña, cuyo yacimiento aún se conserva.

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Le impresionó la vista de «una canoa larga como galera y ocho pies de ancha, toda de un solo tronco de pino, y de la misma hechura que las demás, la cual venía cargada de mercaderías; mantas y camisetas de algodón sin mangas, labradas y pintadas con diferentes colores y labores; algunos pañetes con los que cubrían sus vergüenzas (partes intimas), de la misma labor y paños con que se cubrían las indias de la canoa, como suelen hacer las moras de Granada», relata Hernando Colón.

En uno de los islotes rocosos de Guanaja, los marineros escondieron «Cálcide», con la que se funde el cobre, creyéndola oro.

El escritor Washington Irving(1783-1859) en «Vida y viajes de Cristóbal Colón» escrita en el siglo , describió los productos incautados a los «guanajes».

1. Hachas de cobre para cortar madera.

2. Espadas de madera con canales en ambos lados de la hoja, a los que estaban atados pedernales cortantes.

3. Cuerdas hechas de intestinos de pescados.

4. Campanillas y otros artículos de cobre.

5. Vasos y utensilios de barro, mármol y madera dura.

6. Sabanas y mantos de algodón de colores.

7.Cacao, fruto desconocido para los europeos.

8. Brebaje de maíz parecido a la cerveza.

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Las semillas de cacao fueron tomadas como almendras, aunque notaron que eran valiosas entre los indios. Y es que eran usadas como monedas y para hacer un liquido espumoso (chocolate).

Colón hizo detener al cacique Yumbé para que les sirviera de guía. Con el a bordo, llegaron a un cabo, que Colón bautizó Caxinas (Castilla, Trujillo), por estar cubierto de arboles frutales, llamado asi por los indios. Una especie de manzanillas, algo arrugadas, con hueso esponjoso, buenas para comer.

Colon Arana, hace la siguiente descripción de la tierra que bordea la costa de Honduras, auxiliándose en la bitácora de su padre: «la cual es muy baja y de playa muy limpia; los indios más cercanos a Caxinas se cubrían con las camisetas pintadas, y pañetes delante de sus partes vergonzosas ; hacen petos de algodón, colchados, que bastan para defensa de sus azagayas…».

«El Adelantado, bajó la mañana del domingo 14 de agosto, con las banderas de los Reyes Católicos, los capitanes y otros muchos de la armada, a oír la misa de fray Alejandro (italiano); y el miércoles 17, a tomar posesión de aquel país.

Concurrieron a la playa mas de cien indios cargados de bastimento (maíz, aves, pescado, hortaliza y frutas), esperando a los nuestros; tan luego como estos llegaron, presentaron al Adelantado cuanto llevaban y se apartaron sin decir palabra. El ordenó que les dieran cascabeles, cuentas y otras cosillas. Al día siguiente, volvieron doscientos y llevaron gallinas de la tierra, que son mejores que las nuestras, ánades, peces tostados, habas coloradas y blancas, semejantes a los frijoles; la tierra era muy verde y hermosa, aunque baja; había en ella muchos pinos y encinas; palmas de siete especies, mirobálanos que se llaman hobos en La Española. Habían leopardos, ciervos, corzos y ciertos peces que abundan en La Española y no se conocen en Castilla».

Continua, el sabroso y amplio relato del hijo menor de Colón:

«Pero los que están mas arriba, hacia oriente, hasta el cabo de Gracias a Dios, son casi negros y de aspecto brutal; van completamente desnudos; en todo son muy rústicos, y, según decía el indio Yumbé, comen carne humana y peces crudos, tales como los matan; traen las orejas horadadas con tan anchos agujeros, que cómodamente podían pasarse por ellos un huevo de gallina, por lo que el Almirante llamó aquel país, costa de las Orejas».

Agrega que » traen labrados los brazos y el cuerpo, de labores moriscas, hechas con fuego, que les dan parecer extraño; algunos llevan leones pintados, ciervos, castillos con torres y otras figuras diversas; en lugar de bonetes, traen los más ciertos pañetes de algodón, blancos y colorados; otros llevan colgando, sobre la frente, algunos mechones del pelo; pero cuando se componen para alguna fiesta, se tiñen la cara, unos de negro y otros de colorado; algunos se hacen rayas de varios colores en la cara; otros se tiñen el pico de la nariz; otros dan de negro en los ojos, y asi se adornan para parecer hermosos, aunque verdaderamente parecen diablos».

La tripulación siguió navegando entre lluvias moderadas y tormentas que los hicieron vivir un «infierno».

Lo anterior se desprende de una carta enviada por Cristóbal Colón, a los Reyes Católicos, «…había una tempestad casi incesante de los cielos, con fuertes aguaceros y tales truenos y relámpagos que parecía acercarse el fin del mundo. Muchas tormentas se han visto, mas no durar tanto ni con tanto espanto. El dolor del hijo que yo tenia allí me arrancaba el ánima, y más por verle de tan nueva edad, de 13 años, en tanta fatiga y durar en ella tanto; nuestro Señor le dio tal esfuerzo que el avivaba a los otros, y en las obras hacia el como si hubiera navegado ochenta años, y el me consolaba…»

Fueron 88 días de zozobra, en los que llovió con vientos huracanados. El Caribe estaba en plena temporada de huracanes ( comienza en junio y termina en noviembre).

«Después, cuando el 14 de septiembre llegamos a dicho Cabo, viendo que la tierra iba hacia Mediodía, y que con los vientos levantes que allí reinaban y nos habían sido tan contrarios, podíamos continuar, dimos todos muchas gracias a Dios».

Cristóbal Colón no pudo salir a tocar el suelo de Guanaja, Trujillo y mucho menos a Gracias a Dios.

 

Las desgracias…

Hernando Colón, narra otra odisea donde perdieron parte de la tripulación: «Como teníamos necesidad de tomar agua y leña, el sábado 16 de septiembre, envió el Almirante las barcas a un río que parecía profundo y de buena entrada; pero no fue tal a la salida, porque habiendo enfurecido los vientos, e hinchándose mucho el mar, rompiéndose contra la corriente de la boca, embistió a las barcas con tanta violencia, que se anegó una y pereció toda la gente que iba en ella, por lo que le llamó el Almirante, rio de la Desgracia. Wans Coco, afluente del Segovia.

De las costas de Nicaragua, escribió que era «un lugar abundante en pesca, tortugas, caimanes y limonares».

El 25 de septiembre de 1502, «fondearon en la isleta de Quiribirí, y un pueblo de tierra firme llamado Cariay, que era, según Hernando, «de la mejor gente, país y sitio que hasta allí habíamos hallado, asi porque era alta la tierra, de muchos ríos, oro y copiosa de arboles elevadísimos. El Almirante la llamó La Huerta.

El 5 de octubre de 1502, Colón mandó llevar dos guías de esta región (Costa Rica) y luego los dejó en el camino, lo mismo que había hecho con Yumbé. Siguieron hasta llegar a las costas de Panamá, donde permanecieron siete meses, guerreando y persiguiendo nativos para quitarles el oro. Pasó al oriente y llegó a Cobrava, Veragua, Cubiga, Portobello y Bastimentos (Nombre de Dios).

El sábado 26 de noviembre, a un puerto pequeño y angosto que bautizó como El Retrete. Los buques no pudieron seguir por la angostura de lo que es el istmo de Panamá, el eslabón entre Centroamérica y América del Sur. Precisamente aquí, Colón se enteró que hacía unos meses, había llegado un grupo de españoles, al mando de Rodrigo de Bastidas. Entonces, el Almirante dio marcha atrás a Portobello y Veragua, donde su hermano recogió bastante oro.

En enero de 1503 llegaron al rio Yebra, bautizado Belén. Las tormentas reanudaron con más fuerza. Bartolomé fundó la ciudadela Santa María de Belén, para recolectar oro. Arreciaron las escaramuzas y los castellanos incendiaron un poblado. Mientras tanto, dos carabelas habían sido carcomidos de broma (un molusco que se adhiere a la madera hasta destruirla).

«Allí en Belem, dexe (dejé) uno y hartas cosas. En Belpuerto hice otro tanto…», explicó Cristóbal Colón, en la carta de relación. Se refiere a La Vizcaína y la Gallega.

Salieron en la Santa María y la Santiago y los vientos los empujan a la isla Bermuda. Las tormentas hacen chocar las naos maltrechas y se hundieron después. A finales de julio estaban en el puerto Bueno y Santa Gloria de Jamaica.

En una canoa de los lugareños, Diego Méndez y el genovés Bartolomé Fiesco, acompañados de indios, remaron a Santo Domingo, a pedir auxilio. La ayuda llegó hasta 1,504.

En ese lapso, hubo un motín contra los Colón. Francisco y Diego de Porras, que eran infiltrados de Fonseca, enemigo de Colón. El primero como recaudador de metales preciosos y el otro contador de la Armada.

Cuando fueron rescatados y llevados a Santo Domingo, el gobernador Ovando, liberó a Francisco Porras. El otro Porras, Diego, se quedó en La Española y siguió explorando las costas de Centroamérica. En, 1,505 , descubrió las islas del Cisne, Santanilla o Swan, al noroeste de Honduras.

El 12 de septiembre de 1504, el Almirante, su familia y personal a su servicio, salieron de Santo Domingo, en un navío fletado comprado a Cristóbal Rodríguez. Llegaron el 7 de noviembre de 1,504 a Sanlúcar de Barrameda. Ese fue el «annus horriblis» de Cristóbal Colón. A finales de ese año, murió su protectora, la reina Isabel de Castilla y León y con ella sus esperanzas de recuperar títulos, privilegios y de volver al nuevo mundo. El Almirante la siguió en mayo de 1,506.

(Fragmentos de «Cuauhtémoc: águila inmortal Reportajes y crónicas de la historia» de Blanca Moreno. Derechos Reservados)

 

 

Guanaja Hoy…

A 513 años de su descubrimiento, los robustos pinos de Guanaja, se han vuelto frágiles y los vientos les dan un aspecto de «peinados». Los bosques a orilla de las playas se han cubierto de «casuarina» que destruye otras vegetaciones.

Pero hay variedad de arboles frutales, cocoteros, muestras de vasijas de lo que fue su civilización y leyendas de tesoros escondidos. Un ejercito de «jejenes» que aparecen por temporadas, parecen custodiarlos.

En 1,528 la isla se incorporó a la provincia de Honduras. Desde Cuba y Jamaica, llegaban los cazadores de esclavos y venderlos para labores mineras y agrícolas.

En el siglo XVII, que inició la decadencia del imperio español, incursionaron los bucaneros y piratas ingleses, cuya ocupación se extendió de Guanaja a Roatán y Utila (Islas de la Bahía), Trujillo y La Mosquitia. Fue la época de los Morgan, Morris, Jackson, Coxen, de los piratas del caribe… hasta que llegó la armada británica.

El mestizaje entre negros y blancos, sustituyó a los indígenas. Los ingleses permanecieron en Islas de la Bahía hasta 1,859, cuando Estados Unidos presionaron para que la desalojaran. Al año siguiente, un grupo de ingleses rebeldes y en desacuerdo con entregar la zona, llamaron al filibustero estadounidense William Walker, quien fue presidente «de facto» en Nicaragua. Walker y sus hombres, fue capturado por el coronel ingles, Norvell Salmón y entregado al gobierno de José Santos Guardiola, quien ordenó su fusilamiento en la fortaleza Santa Bárbara de Trujillo. Hoy su tumba es punto de atracción turística. Guanaja, Trujillo y La Mosquitia requieren apoyo estatal para su desarrollo.

Sus comunidades y autoridades locales, deben empujar en la misma dirección. De lo contrario la «india seguirá dormida»…

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