Miami, (EEUU) – Estados Unidos recuerda hoy los 15 años del mayor atentado terrorista que ha sufrido en su historia y se cuestiona si sigue siendo tan vulnerable, como lo fue aquel 11 de Septiembre de 2001.
Hace 15 años, 19 terroristas de la organización Al Qaeda secuestraron cuatro aviones comerciales para usarlos como mísiles contra objetivos emblemáticos en Nueva York y Washington.
Dos aviones de pasajeros, uno de American Airlines y el otro de United Airlines, fueron usados para destruir las dos torres del complejo del World Trade Center en la ciudad de New York, las más altas del mundo cuando se construyeron a finales de los años setenta.
Y otro avión de American, fue dirigido hacia la parte occidental del Pentágono en Washington, que quedó totalmente destruida.
Y un cuarto, este de United, iba aparentemente hacia el Capitolio o la Casa Blanca de la capital, pero tras una heroica rebelión de los pasajeros, los secuestradores lo estrellaron deliberadamente en una pradera, cerca de Stonycreeek, en Pennsylvania.
El vicepresidente Dick Cheney había firmado una orden de derribar el vuelo 93 de United antes que este llegara a Washington.
Dos aviones de combate F-16 despegaron de la base Andrews, pero sin armamento porque no había tiempo de armarlos, con la intención de estrellarse contra el avión de pasajeros.
Uno estaba pilotado por Heather Penney, cuyo padre era piloto de United en la misma ruta del noreste del país, pero ese día no le tocaba.
La operación de derribo se suspendió cuando se les comunicó que el avión de pasajeros se había estrellado en Pennsylvania.
En estos cuatro actos terroristas, murieron 2,977 personas, hubo más de 6,000 heridos y los daños causados superaron los 10,000 millones de dólares.
¿Cómo ha cambiado Estados Unidos desde aquel fatídico 11 de septiembre de hace 15 años?
En el 2002, hubo la mayor reestructuración gubernamental en la historia de este país, con la creación del Departamento de Seguridad Interna y la ley Patriota que da amplios poderes al gobierno para combatir el terrorismo, lo que ha ocasionado las quejas de los organismos de defensa de los derechos humanos de que atenta contra la privacidad de los ciudadanos.
La seguridad ahora es extrema en los aeropuertos y difícilmente se podría pasar los controles como lo hicieron los 19 secuestradores con pequeños cuchillos y las puertas de las cabinas de los pilotos están prácticamente blindadas.
Y más de 5,000 agentes policiales viajan en aviones comerciales, camuflados como pasajeros, listos para intervenir en un caso de secuestro.
Y ningún extranjero, especialmente de nombre árabe o religión musulmana, puede ahora alistarse como estudiante en las escuelas de aviación, como lo hicieron con facilidad cuatro de los 19 terroristas en los estados de Arizona y Florida y quienes fueron los que pilotaron los aviones secuestrados.
Y también existe ahora una mayor coordinación entre el FBI y la CIA. Esta última sabia antes del día de los atentados, que dos de los 19 terroristas que estaban en la lista de sospechosos extremistas habían ingresado al país, pero nunca se le informó al FBI.
Quince de los 19 terroristas, que se inmolaron con sus víctimas, eran de Arabia Saudí. Dos de los Emiratos Árabes Unidos, uno de Egipto y uno del Líbano.
Pero, claro, toda esta nueva y extrema seguridad no puede impedir la labor de los llamados “lobos solitarios”, como el que sucedió este año en Orlando, Florida, cuando Omar Mateen, nacido en este país, de padres afganos, mató a 50 personas en un club frecuentado por gais.
Mateen, en una llamada a la policía antes de la matanza, dijo que lo hacía en nombre del Estados Islámico, la organización que ha venido a reemplazar a Al Qaeda en el Medio Oriente.
En Nueva York, hace dos años se inauguró el rascacielos del One World Trade Center, en el mismo lugar donde estuvieron las dos torres del World Trade Center, cuyos 110 pisos se vinieron abajo una hora después del impacto de los dos aviones, atrapando dentro a más de 100 bomberos y a los más de 2,000 personas que trabajaban en las dos torres gemelas.
Osama Bin Laden, el saudí fundador de Al Qaeda, fue el que dirigió y financió el plan terrorista desde Afganistán, según él, “por la defensa que hacia Estados Unidos de Israel”.
En mayo del 2011, tras una década de esconderse, un grupo de efectivos de las fuerzas especiales Seals, de la Armada americana, lo localizaron y lo mataron en una población de Pakistán. Se cree que sus restos fueron luego arrojados al mar.
El verdadero arquitecto de todo el plan fue el kuwaití Khalid Scheik Mohammed, que fue detenido en Pakistán por agentes de seguridad de ese país, con ayuda de la CIA. Está ahora detenido en la prisión de Guantánamo, en la base naval que Estados Unidos tiene en el suroeste de Cuba.
Los atentados del 2001 le dieron al presidente George W. Bush la excusa para invadir, a finales de ese año, Afganistán para derribar al régimen de los talibanes, que habían dado cobijo y protección a Osama Bin Laden y Al Qaeda.
Y luego después, la invasión a Irak, en el 2003, con el pretexto que el líder iraquí, Sadam Hussein, formaba parte del “eje del mal aliado con el terrorismo” y que tenía armas de destrucción masiva (nucleares o biológicas), que luego se comprobaron que nunca las tuvo.