París – Todavía bajo el impacto del 13-N, Francia halló hoy cierto motivo de alivio al conocer que el hombre que organizó los atentados de París y que presumiblemente planeaba volver a golpear al país cayó ayer en la operación antiterrorista de Saint Denis.
Acribillado hasta hacerlo irreconocible, el cadáver de Abdelhamid Abaaoud apareció entre los escombros de la batalla campal que se libró en un apartamento de la periferia parisina durante siete horas.
Solo las huellas dactilares permitieron identificarlo. Su descomposición era tal que la Fiscalía ni siquiera pudo precisar si había detonado su chaleco de explosivos para suicidarse.
El fiscal, François Molins, había anunciado ayer que el hombre no estaba entre los detenidos, pero dejó abierta la posibilidad de que fuese uno de los dos terroristas muertos en el asalto.
El otro, a falta de confirmación oficial, es el de una mujer suicida, identificada por los medios franceses como Hasna Aitboulahcen, supuestamente prima de Abaaoud.
Aunque el éxito de la operación de Saint Denis concedió una breve tregua, Francia se pregunta estupefacta cómo es posible que semejante número de yihadistas, decididos a morir matando, se infiltrasen en su territorio sin saltar las alarmas.
Los datos que se han conocido hasta ahora sobre el reciente periplo de Abaaoud entre Europa y Siria hablan de una libertad de movimientos asombrosa para una persona cuya implicación en los últimos atentados era de sobra conocida por los servicios franceses.
Este belga de origen marroquí, de 28 años, estaba detrás de «cuatro de los seis atentados evitados o fracasados desde primavera», reveló el ministro galo del Interior, Bernard Cazeneuve.
Su papel en los ataques coordinados del pasado viernes está fuera de toda duda -fue «determinante», según Cazeneuve-, pero falta por concretar exactamente en qué consistió.
El propio primer ministro, Manuel Valls, se refirió a él como «uno de los cerebros» de los ataques, pues «hay que ser particularmente prudente y conocemos las amenazas».
El cabecilla había sido ya condenado en Bélgica en rebeldía a 20 años de cárcel por su participación en el reclutamiento de yihadistas y era objeto de una orden de busca y captura internacional.
Entre otras acciones en Francia, se sospecha que Abaaoud tuvo relación con el oscuro intento de atentado cometido por Sid Ahmed Ghlam en abril pasado contra una iglesia en Villejuif, a las afueras de París, en la que murió una mujer.
Los servicios secretos franceses también lo relacionan con un yihadista arrestado en Francia a su vuelta de Turquía en 2015 y evalúan si fue el responsable intelectual del intento de atentado en un tren Thalys entre Amsterdam y París el pasado 21 de agosto, abortado gracias a la intervención de los pasajeros.
Las televisiones francesas repitieron hoy hasta la saciedad las abundantes imágenes que Abaaoud dejó en sus viajes a Siria, donde se labró una imagen legendaria entre la juventud en proceso de radicalización en Europa.
Presuntamente cercano a la cúpula del Estado Islámico (EI) y a su portavoz, Abu Mohammed al Adnani, el yihadista había comenzado su carrera criminal como la mayoría de los implicados en los atentados del 13-N: un delincuente común, un vulgar ratero, que se radicalizó en el distrito bruselense de Molenbeek.
Resulta sorprendente constatar la velocidad con la que todos ellos pasaron del trapicheo callejero al fanatismo religioso.
Su paso por Siria, datado por primera vez en 2013, le ofreció un altavoz desde el que llamar la atención, con aldabonazos mediáticos como la presentación de su hermano Younes, kaláshnikov en ristre a sus solo 13 años, como «el yihadista más joven».
Desde allí, se convirtió en uno de los principales captadores del grupo terrorista y, posteriormente, según todos los indicios, en una de sus manos más influyentes en Europa.
Una refriega con más de 5.000 balas e incontables granadas acabó en la madrugada del miércoles en Saint Denis con su carrera de terror.