Tegucigalpa – A escasos tres meses para elegir un nuevo presidente, designados presidenciales, diputados y alcaldes, el fuego electoral entre tres de los nueve partidos legalmente inscritos, se aviva a medida que se acerca el fin del proceso. Los partidos, Nacional, en el poder; Liberal y Libre en la oposición, empiezan a mostrar sus garras, unos por retener el poder, y otros por volver al solio presidencial.
Así, no es casual que contra todos los pronósticos, desde trincheras, aparentemente distintas, dos actores protagónicos del Partido Liberal como Manuel Zelaya y Roberto Micheletti, saltarán a la palestra pública en defensa de sus gobiernos liberales en contra de la arremetida que les diera este lunes el presidente, Porfirio Lobo Sosa, último que rompió la aparente neutralidad que tenía respecto al actual proceso electoral.
La última medida gubernamental vinculada a la sorpresiva aprobación de una ley de reconversión de deuda que pone a disposición los bienes ociosos del Estado y sus recursos naturales, es el choque del momento entre estas tres fuerzas políticas que se achacan culpas de la situación calamitosa del país cuando estuvieron en el poder.
Nacionalistas, liberales y de Libre intentan desmarcarse de responsabilidad alguna. Los últimos atacan a los primeros y los nacionalistas a los dos últimos. Así ha estado el debate político, al grado que obligaron a que el presidente, Porfirio Lobo, entrara al ruedo político electoral para defender a su partido y su gobierno.
Lobo Sosa, que había tenido hasta ahora un papel algo discreto en cuanto al tema electoral, decidió romper su aparente neutralidad, y advirtió al pueblo que no puede caer en el error de votar por los mismos que ya gobernaron y a quienes acusó de dejarle “un desmadre”.
Lobo enciende la mecha
El mandatario defiende a capa y espada la nueva Ley de Reconversión de Deuda que a criterio del Foro Social de la Deuda Externa en Honduras (Fosdeh), es una especie de “liquidación” del país como parte de una “venta de garaje”.
Pero el gobernante hondureño aduce que tiene que dejar una “mesa limpia” para que su partido que él asegura ganará los próximos comicios electorales, aunque sea con un margen apretado. El pueblo no puede votar por los mismos del desastre, insiste Lobo en alusión a los partidos Liberal y Libre.
Al acusar a los gobiernos de Manuel Zelaya y Roberto Micheletti de heredarle un “desastre” y un “desmadre” de país en los aspectos económico, de seguridad y narcotráfico, Porfirio Lobo Sosa ocasionó una especie de milagro impensable: que Zelaya y Micheletti, al mejor estilo liberal, convergieran en pensamiento en la defensa de su administración al frente del Partido Liberal.
Roberto Micheletti, quien gobernó interinamente tras siete meses, luego del derrocamiento de Manuel Zelaya, no dudó en polemizar y recordarle al gobernante Porfirio Lobo que no debe lavarse las manos como Poncio Pilatos al tratar de evadir los desaciertos de su administración y su partido.
Micheletti recordó a Lobo Sosa que en su interinato, aislado y asfixiado por la crisis política, hizo lo que pudo en materia económica, que pagó salarios a los empleados públicos, honró el presupuesto a las alcaldías y canceló sueldos a médicos y maestros, es decir, cumplió en el margen que le dio la ley. El ex gobernante interino le dijo a Lobo que no era lo mismo sembrar maíz que gobernar un país.
El “espíritu” de Mel
Polémico como es, Roberto Micheletti, sacó su mejor traje de activismo a favor del Partido Liberal, mientras en paralelo, el candidato de los liberales, Mauricio Villeda, pedía en rueda de prensa al gobierno del presidente Lobo vetar la Ley de Reconversión de Deuda y dejar de disfrazar una socialización de la misma que no conduce a nada, excepto alargar un proceso en donde la determinación nacionalista de seguir adelante parecer estar tomada.
Y vino lo insólito: el ex presidente Manuel Zelaya se suma a la defensa de los liberales y de su administración al reiterar que dejó los mejores indicadores económicos de la historia, que la pobreza la bajó de tajo y que el dinero brotaba por doquier, entre otras frases empalagosas de su discurso político electoral.
Sin empacho, Zelaya se sumó al espíritu de cuerpo del liberalismo al indicar que “hasta los indicadores del gobierno de facto (de Roberto Micheletti) son mejores que los de ellos (los nacionalistas)”. Mejor reconocimiento no ha podido tener la administración de Micheletti y el liberalismo.
“Creen que no tenemos memoria, pero el problema del país es grave y el del gobierno es de caos total”, dijo Zelaya para luego hacer hincapié que en su nuevo Partido Libre, existe la pócima de la felicidad.
De esta suerte, a tres meses de que los hondureños concurran a las urnas para elegir un nuevo gobierno, tanto el Partido Nacional como el Liberal y Libre están dispuestos a atizar el fuego electoral, según la coyuntura y la temática.
De los nueve partidos políticos que correrán el próximo noviembre, estos tres parecen estar dispuestos a jugarse el todo por el todo, y de aquí a noventa días, lo insólito puede volverse cierto y la certeza, irreal.