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Wilfredo e Ilich, una lucha contra la adversidad con sabor “hot dog” colombiano

Tegucigalpa ( Especial Proceso Digital / Lilian Bonilla) – Wilfredo llegó con el motor de su motocicleta aún caliente, una mochila a la espalda y la expresión agitada, propio de quien carga el peso de un negocio y la esperanza de muchas personas. Pero cuando se bajó, lo hizo con una sonrisa amplia, sincera, cálida, con la certidumbre del que sabe lo que cuesta ganarse la vida.

Así comenzó nuestra conversación con Wilfredo Andino, un emprendedor de 38 años, él es un hondureño que ha hecho de una receta colombiana de “hot dog” su trinchera contra el desempleo, la inseguridad y la inestabilidad económica.

En una calle capitalina frente a su carreta de hot dog Proceso Digital le pidió que nos contara su historia, que nos describiera su día a día—“Comenzamos con la idea de traer algo diferente al país. Esta receta la aprendí en Panamá, donde viví un tiempo en una misión de la iglesia. Me encantaba ir a una carretera donde vendían hot dogs colombianos. Llevaban papita molida encima, un aderezo de piña… ¡era una delicia!”, recuerda con entusiasmo.

De regreso en Honduras, Wilfredo compartió el platillo con familiares y amigos, quienes le lanzaron la pregunta que cambiaría su vida: ¿y por qué no los vendés?

La respuesta no fue inmediata, pero con el tiempo, se convirtió en acción. Comenzó con una carreta, empujado más por la intuición que por la planificación. Hoy, ya tiene tres carretas operando, lo que no solo le permite generar ingresos, sino también dar empleo a otras personas.

Cuando comencé, jamás imaginé que iba a poder dar trabajo, dijo Wilfredo.

Ya con más confianza Wilfredo prosiguió contándonos su historia -“Cuando comencé, jamás imaginé que iba a poder dar trabajo. Ahora ya tengo empleados. Eso me hace sentir que, aunque cuesta, sí se puede avanzar.”

La lucha diaria del emprendedor

El negocio no es fácil. Cada día cuenta. Cada venta suma o resta. La economía hondureña, como él mismo lo dice, está “bien variante”.

—“Un día podés vender 50 hot dogs, y otro, apenas 15. El promedio ronda los 30 por día. Nosotros los damos a 50 lempiras, bien preparados, y muchos clientes nos dicen que con uno almuerzan o cenan.”

A pesar de tener un producto atractivo y una clientela fiel, la competencia es feroz. Los negocios formales tienen ventajas que los pequeños no pueden igualar: publicidad, acceso a insumos más baratos, ubicaciones privilegiadas y créditos . A eso se suma la inseguridad.

Al consultarle sobre cómo ve el problema de la inseguridad en el país, contestó que es un problema “latente”.

—“Sí, es un problema real. Hemos tomado medidas, pero uno nunca sabe. A veces toca trabajar con el miedo al lado. Pero no hay que detenerse.”

El drama del desempleo

Wilfredo se siente complacido con su pequeño emprendimiento no solo porque de ahí saca su sustento, sino que también puede ayudar a otros, nos confió que conoce de primera mano que el gran problema de Honduras es el desempleo.

A renglón seguido relató que recientemente experimentó la dimensión de la crisis laboral del país cuando publicó en redes sociales que necesitaba contratar a alguien para una nueva carreta.

—“¡Fue increíble! Me escribieron cientos de personas por WhatsApp. No sabía ni cómo responder, pensé que no tendría tiempo porque eran muchos. Eso me hizo ver cuánta gente necesita un trabajo. Hay una verdadera desesperación”.

En este punto se refirió a otro problema que se enfrenta en el país, la migración, dijo tener conocimiento que muchos catrachos emprenden el llamado sueño americano al no tener un empleo o no encontrar ninguna oportunidad en el país.

Pero dijo que él no juzga a quienes se van del país, porque entiende lo difícil que es vivir sin oportunidades. “A veces nos toca agradecer que tenemos un negocito, pero no todos pueden. Hay quienes simplemente no tienen de dónde agarrar”, y tienen que buscar migrar en busca de mejores oportunidades.

Un país sin rumbo económico

Al preguntarle si cree que la economía ha mejorado, su respuesta es clara:

—“No, está peor. Hay menos dinero en las calles. La gente no tiene con qué comprar. Y eso nos afecta directamente a los que vendemos en la calle.”

Sobre las próximas elecciones, es cauto pero firme:

—“Espero que haya un cambio. Pero no un cambio de color, sino de verdad, con proyectos que ayuden al pueblo”.

-“Yo pienso que tenemos que tener fe de que las cosas van a cambiar y pensando mejor la pregunta que me ha hecho “pienso que nosotros los hondureños debemos de tener actualmente una mejor mentalidad para escoger políticos ya no deberíamos de alentar o ayudar a políticos que no nos han respondido como ellos habían mencionado. Entonces los hondureños ya deberíamos de ser un poco más inteligentes para lo que es este asunto de decidir quién queremos que nos gobierne”.

El valor de prepararse

Wilfredo dejó sus estudios de ingeniería civil cuando su negocio comenzó a crecer. Le faltaba año y medio para graduarse, pero tuvo que elegir entre el aula y su emprendimiento que le sirve de sustento económico. Aun así, no ha perdido la esperanza de volver a estudiar.

—“Quiero terminar la carrera. O tal vez estudiar algo más enfocado a los negocios. Pero la meta sigue viva.”

Es fundamental apoyar a los emprendedores, destacó Wilfredo.

A los jóvenes, les deja un consejo directo: “Prepárense. No solo académicamente, sino para la vida. Aprendan a moverse, a hablar, a trabajar. Las oportunidades están, pero hay que estar listos para aprovecharlas.”

Apoyar lo nuestro, Wilfredo cierra la entrevista con un llamado que nace del corazón – “Tenemos un país hermoso, con gente trabajadora. Apoyemos al emprendedor local.

Cuando compramos en negocios extranjeros, el dinero se va del país. En cambio, cuando apoyamos a un compatriota, apoyamos a una familia, a una comunidad entera”.

Y luego, con la misma sonrisa con la que inició , se montó de nuevo en su motocicleta. El tiempo apremia. Los clientes ya lo esperan en otra de sus carretas apostada en otro punto estratégico de la ciudad. Porque en medio de tanta dificultad, Wilfredo sigue cocinando algo más que hot dogs: cocina sueños, oportunidades y esperanza, una receta a la vez.

Pero antes de marcharse nos estrechó la mano y nos dejó en platica abierta con su amigo Ilich a quien gracias a este emprendimiento también puede llevar comida a su casa.

Ilich y la lucha diaria por sobrevivir sin empleo en Honduras

Como Wilfredo nos introdujo con su amigo iniciamos también una conversación con él quien comenzó diciéndonos que lomás duro es no saber qué darles de comer mañana a su familia.

Tiene 42 años, una sonrisa amable y una mirada que carga más historias de las que dice en voz alta. Ilich Rigoberto Fino Rodríguez, es su nombre completo y llegó hace unos meses a trabajar a una carreta de hot dogs—Perros Colombianos—tras haber quedado desempleado. Desde entonces, sus días comienzan temprano, con la esperanza de vender lo suficiente para poder llevar algo a casa. Porque no solo depende de su trabajo él: también lo hacen su madre, su hermana y sus sobrinos.

—“Perdí mi trabajo en el gobierno el año pasado. Fue por cuestiones políticas. Así es aquí. Uno trabaja, cumple, pero si no está con el partido de turno, lo sacan. Y después de eso… nadie te llama y también lo limitan por la edad.

Con el tiempo en contra, las deudas encima y el miedo al hambre en casa, Ilich se aferró a lo poco que tenía: dignidad, voluntad y amistades sinceras. Su amigo Wilfredo, dueño del emprendimiento, le tendió la mano.

—“Yo nunca me he dejado vencer. Mis padres me enseñaron que uno siempre tiene que buscar formas honradas de ganarse la vida. Wilfredo andaba buscando alguien que le ayudara. Me dijo que ocupaba a alguien de confianza, y así fue como comencé.”

El sueldo que no alcanza, pero la vida no espera

El trabajo es honesto, pero el ingreso es ajustado. Ilich lo admite sin rodeos. Lo que gana no alcanza para mucho, pero hace milagros cada día.

—“La verdad es bastante difícil. Hago lo posible para que el dinero me ajuste. Compro comida más barata, me limito de muchas cosas… trato de que, en la casa, aunque sea, haya un poco de comida en la mesa.”

Esperaba un mejor gobierno

Cuando se quedó sin empleo, buscó en varias partes. Llevaba su hoja de vida, hablaba con gerentes, tocaba puertas. Pero esas puertas, casi siempre, se cerraban apenas sabían su edad, otra limitante en el país.

—“También hay discriminación por la edad. A uno lo miran ya como viejo, aunque uno tenga fuerzas y experiencia. Yo hice cursos en INFOP, sé de cocina, electricidad, varias cosas. Eso me ha salvado”.

En medio de todo, se aferra al trabajo y a la fe. Pero también tiene clara su decepción con la clase política.

—“Esperaba un mejor gobierno. Nos prometieron mucho, pero no han cumplido. Se habla de que han hecho alto en infraestructura, pero en generación de empleos han quedado mucho a deber. Y eso es lo que más necesita el pueblo”.

LEER: Desempleo creciente, la cruda realidad hondureña en el Día del Trabajo

“El problema más grande del país es el desempleo”

Ilich atiende a decenas de personas cada día, y eso le da una visión clara de cómo está el bolsillo del hondureño promedio.

—“Antes la gente compraba más. Ahora muchos vienen, preguntan el precio y se van. Nos dicen que están comprando solo lo básico para la semana. No alcanza.”

Y si hay algo que él tiene claro, es que la raíz de muchos males está en la falta de trabajo.

—“Para mí, el problema más grave es el desempleo. Si hubiera trabajo, la gente no estaría robando, no andaría desesperada. Uno sin dinero se angustia, se frustra, es desesperante.

La voz se le quiebra un poco cuando dice eso. Porque lo ha vivido. Porque lo sigue viviendo.

¿Fe en la política?

Cuando se le pregunta por los políticos, baja la mirada, piensa unos segundos y responde con desconfianza:

 —“Son los mismos. Dicen que quieren ayudar, pero no se ve nada. Uno ya ni sabe si vale la pena ir a votar. Pero igual, hay que tener fe. Aunque sea, que algo cambie.”

Ilich cree que el pueblo necesita un gobierno que realmente escuche, que entienda las prioridades reales del país. Y lo resume en una sola frase:

—“Si se generan empleos, se arreglan muchas cosas. No todas, pero muchas. Eso es lo que más necesita Honduras.”

El llamado de un sobreviviente

Con los brazos cruzados, parado junto a la carreta que ahora es su nueva trinchera, Ilich lanza un mensaje a quienes aún tienen el poder de decidir:

—Aquí no estamos pidiendo regalos. Solo oportunidades. Queremos trabajar, pero que haya cómo. Que se generen empleos. Que no nos sigan usando solo para votar y después se olviden de nosotros, uno pierde su trabajo por cuestiones políticas.

Porque en un país donde millones viven al día, donde perder el empleo significa perderlo todo, historias como la de Ilich Fino no deberían ser la norma. Pero lo son. Y seguirán si no se toman decisiones valientes. Por ahora, él sigue ahí, bajo el sol y el polvo que levanta el viento y el bullicio del tráfico, sirviendo hot dogs con aderezo de piña… y esperando que mañana, al menos, haya algo que llevar a casa.

Wilfredo e Ilich nos muestran que, en un país marcado por el desempleo, la inseguridad y la falta de oportunidades, la mayoría de los hondureños se niegan a rendirse. Wilfredo, con una receta aprendida lejos de casa, levantó no solo un negocio, sino también una esperanza colectiva. Ilich, con años de experiencia y puertas cerradas por prejuicios políticos y de edad, encontró en esa misma carreta una forma digna de sobrevivir.

Historias como la de estos dos hondureños, se cuentan a miles en el país, en estos testimonios se retratan los principales problemas que aquejan a los ciudadanos y la lucha diaria entre la desesperanza y el desencanto con la clase política que promete y promete cada cuatro años, pero que no cumple. Proceso Digital trae estas historias cotidianas que llaman a un cambio real: una clase política que priorice la generación de empleo, escuche al pueblo y deje de utilizar a la gente solo en tiempos electorales.LB

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