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Vulnerabilidad climática toca a la clase media alta

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Tegucigalpa – La reciente inundación que sacudió a la residencial La Hacienda, una zona de clase media alta, refleja la vulnerabilidad en que se encuentra Tegucigalpa, la capital de Honduras y una de las ciudades más frágiles a nivel mundial por los efectos del cambio climático y los desastres naturales.
 

Ubicada en una zona privilegiada de la capital, rodeada de dependencias públicas, centros comerciales y supermercados, los habitantes de esa zona residencial nunca imaginaron que un día podrían ser sacados de sus viviendas con lanchas, a causa de una anegación provocada por una obstrucción en la caja embaulada por donde pasa la quebrada La Orejona.

Las autoridades de Copeco y los bomberos indicaron que la basura y la falta de mantenimiento, fueron algunos de los factores que incidieron para que la presión del agua hiciera ceder la caja y se produjera la inundación de al menos ocho viviendas, en una zona residencial que creyó estar protegida de los desastres naturales.

Así, no sólo los habitantes del barrio Morazán, Los Jucos, Miramesí, La Mololoa o la Villanueva, son las únicas zonas en riesgo en la capital, es casi toda la ciudad que amerita de mecanismos de mitigación que permitan a sus habitantes, más de un millón de personas, a empezar a convivir con el riesgo.

Si la residencial La Hacienda fue vulnerada por la anegación en sus calles y viviendas, en la ciudad de “El Ángel”, en la salida al norte de la ciudad, el deslave de muchas viviendas, es apenas la evidencia de una fragilidad a causa de una falla geológica que debió ser detectada a tiempo por quienes urbanizan y quienes dan los respectivos permisos de construcción y ambiental.

Informes internacionales ubican a Tegucigalpa entre las cuatro ciudades más vulnerables del mundo. En el caso de la capital hondureña, la fragilidad se ahondó tras el paso del huracán y posterior tormenta tropical Mitch. La historia de la capital está ligada a ese tipo de fragilidades derivadas de tormentas, huracanes, inundaciones y deslizamientos.

En este sentido, los expertos en temas ambientales y de cambio climático aseguran que si bien Honduras ha avanzado en cuanto a mecanismos de mitigación frente al riesgo y el cambio climático, los esfuerzos deben ser más intensos y sostenidos para evitar desastres de proporciones insospechadas.

En el caso de Tegucigalpa, los esfuerzos de las autoridades locales en los últimos ocho años han estado centradas en las zonas urbano marginales de mayor riesgo y se han hecho importantes labores de mitigación que hacen de esos sectores, zonas menos vulnerables en comparación con años anteriores.

Por ahora, unos 180 barrios vulnerables han sido seleccionados dentro de las medidas de mitigación, muchos de ellos se ubican en la franja urbana marginal, sobre laderas que al caer apenas una hora de lluvia copiosa, antes reportaban deslizamientos, derrumbes y desbordamientos de quebradas. Ahora eso no ocurre.

Pero todo indica que la ciudad capital debe ahondar más sus esfuerzos y considerar también otras zonas que antes no estaban en el mapa de riesgo, como las residenciales.

Un informe de las Naciones Unidas indica que Honduras, y la capital, en particular, deben prepararse ante el manejo del agua y la adaptación al cambio climático para evitar un aumento de su vulnerabilidad y riesgo.

La recomendación es válida también para el resto de Centroamérica, considerada una de las zonas más vulnerables del mundo por su ubicación geográfica que la vuelve propensa a los desastres naturales.

Los señalamientos para Honduras y la capital hondureña van desde tomar medidas de planificación territorial, demanda del agua para uso doméstico e irrigación, así como sobre la creciente urbanización que se ha desatado en la última década.

En Tegucigalpa se asevera que el reto en materia de agua está en preservar la cantidad y la calidad del agua potable, así como estrategias para reducir la resiliencia en las comunidades urbanas pobres.

La capital hondureña, ubicada en una cadena de montañas que alcanzan hasta 1,300 metros de altura, fue de las más afectadas y tras la catástrofe que dejó Mitch a su paso, existen todavía zonas en donde el tiempo se detuvo, con viviendas inhabitables que muestran sus daños intactos.

Esa vulnerabilidad climática no solo afecta a la ciudad capital y sus zonas marginales y ahora residenciales, es un fenómeno que alcanza a toda Honduras por los efectos del cambio climático, donde uno de los impactos más palpables es la crisis de alimentos por las prolongadas sequías y la falta de cosechas.

De esta forma, los hondureños deberán acostumbrarse a convivir con el cambio climático y los capitalinos a diseñar estrategias de mitigación frente al riesgo en donde el salvar vidas sea la norma, no la excepción.

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