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Una tras otra…

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El Mundial de Brasil continúa con las sorpresas, pues la segunda ronda de partidos nos dejó con la despedida de grandes selecciones como España e Inglaterra. Pero sin duda, de nuestro registro mental jamás se borrará la forma en la que la furia roja fue apagada por una imponente y desafiante escuadra chilena, que supo plantarse y que sin complejos rompió en dos ocasiones la meta resguardada por «San Íker».
 

La vida es de contrastes y el fútbol también, pues mientras los chilenos celebraban su victoria, los jugadores españoles lloraban su prematura eliminación.

Ver a Iniesta y a Casillas llorando como niños impacta, y cómo no, si ninguno esperaba que la selección que hace cuatro años se alzaba con la mayor presea del fútbol mundial, en esta ocasión se quedara a medio vapor y arreglara maletas tan pronto.

El famoso tiki-taka que maravillaba a muchos brilló por su ausencia, ese estilo de juego que era poesía hecha fútbol desapareció. En las redes sociales se cuestionó a la roja por el bajo nivel futbolístico ofrecido y de una u otra manera por imitar al rey Juan Carlos abdicando al título.

Pero bueno, las sorpresas no paran ahí, pues quién hubiera apostado hace algunos meses que Costa Rica, la cenicienta del grupo «D», sería la primera clasificada a octavos en el denominado «grupo de la muerte».

Los ticos dirigidos por su técnico colombiano Jorge Luis Pinto le han enseñado al mundo que con ganas de hacer las cosas bien, trabajo duro e inteligencia táctica, se le puede ganar a selecciones que ya han sido campeonas mundiales.

Enhorabuena por los hermanos costarricenses que están sacando la cara por el fútbol de Concacaf y demostrando que en la tierra de la samba también hay un equipo centroamericano que es «pura vida».

El triunfo de Costa Rica inspiraba y aumentaba en el pueblo hondureño la sensación de que el gane ante Ecuador estaba como en el banco.

¿Si ellos pudieron, por qué nosotros no?, los nervios, la ansiedad y sobre todo el anhelo de gritar un gol de la H en Brasil estaban a flor de piel, las generaciones nacidas después de 1982 desconocíamos esa sensación.

La tarde se prestaba para un gran juego, el estadio Arena da Baixada en Curitiba era el escenario perfecto para que la bicolor nos regalara una alegría.

Esa alegría empezó con la entonación del himno más hermoso del mundo y se materializó al minuto 30 tras la anotación de Carlo Costly, que acabó con una racha de 511 minutos de nuestra selección sin marcar en copas mundiales y desató el grito ahogado de gol de ocho millones de almas que soñábamos con eso.

Como dicen en mi pueblo, la alegría fue de pobres, pues al minuto 34 Enner Valencia igualó el marcador y al 65 sentenció el encuentro, arrebatándonos la sonrisa y enterrando nuestra esperanza.

Sin embargo, es importante mencionar que a pesar de la derrota la selección mejoró mucho en comparación con el duelo ante Francia, dieron todo en el campo y jugaron con dignidad.

A nuestros muchachos les queda un partido por disputar ante su similar de Suiza y para ese encuentro me quedo con las palabras de nuestro técnico Luis Fernando Suárez: «mientras haya una luz encendida vale la pena luchar, podemos clasificar. Hoy más que nunca vale la pena pelear por el país».

Matemáticamente la clasificación es posible, y quien sabe, a lo mejor la suerte se pone de nuestro lado y logramos la hazaña.


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