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Una imagen de archivo del planeta Marte.EFE/UPI/jd

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Las cabinas telefónicas, un elemento tradicional del paisaje de muchas ciudades y pueblos desde los años veinte del siglo XX, afrontan entre el desuso y la indiferencia la cuenta atrás para su desaparición por el fin de su consideración por el Estado como servicio universal a finales de este año.

El aumento de la cobertura de telefonía móvil es la principal causa del declive de la cabina, aunque en determinadas regiones con problemas de cobertura por razones orográficas demandan un estudio de los puntos sensibles donde deberían mantenerse, queja a la que se unen los trabajadores que realizan su mantenimiento y limpieza.


En España existen actualmente 16.612 teléfonos públicos instalados, según los datos del operador del servicio, Telefónica, que ha indicado a EFE que su uso en lo que llevamos de 2018 está por debajo de una llamada al día por teléfono de media.

El año pasado se realizaron desde las cabinas 616.953 llamadas mensuales de media, unas 35 por aparato al mes, y 1,15 al día, demanda que se ha reducido en un 20 % en este año. El 88 % de los españoles nunca ha usado una cabina, según el Eurobarómetro de 2014.

El servicio de cabinas o teléfonos públicos forma parte del servicio universal de telecomunicaciones que ofrece el Estado, y Telefónica fue designada para la prestación del servicio por cinco años en 2011, ampliado dos veces, la última en diciembre del año pasado, hasta el 31 de diciembre de 2018.

Un coste de unos dos millones de euros

 

Según los datos de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), el coste neto del servicio es de unos 2 millones para el operador y lleva siendo deficitario desde 2013.


Fuentes de la Secretaría de Estado para el Avance Digital, han indicado a EFE que el Ejecutivo planea eliminar las cabinas del servicio universal y dejar su continuidad a la libre elección de los operadores, a través de un Real Decreto para el que no hay una fecha prevista pero debería publicarse antes de final de año.

Desde Telefónica han señalado que están a la espera de ese decreto para decidir cómo, cuándo y dónde retirarán las cabinas, que aunque generalmente son deficitarias tienen cierta rentabilidad individual en grandes ciudades como Madrid o Barcelona, y lugares turísticos como Palma de Mallorca.

El final de las cabinas genera dudas en algunas regiones donde la orografía dificulta las comunicaciones móviles, como es el caso de Asturias, donde el presidente de Federación Asturiana de Concejos (FACC) y alcalde de Navia, Ignacio García Palacios, ha pedido “establecer criterios” para que algunas cabinas en determinadas zonas sigan dando servicio.

“Se debería mantener un número determinado, pequeño quizás, de teléfonos públicos, especialmente en los pequeños municipios. No podemos fiarlo todo a la cobertura móvil, especialmente en espacios geográficos como Asturias donde las comunicaciones no son fáciles”, ha explicado a EFE García Palacios.

En la comunidad asturiana perviven actualmente 388 teléfonos públicos, para los cuales García Palacios reclama estudiar cuáles de estas cabinas son “imprescindibles” para “no complicar más la vida” a los habitantes en zonas con riesgo de despoblación.

No obstante, la tendencia general es de ausencia de quejas por su desaparición, según ha podido comprobar EFE en contacto con federaciones de municipios de Galicia o Castilla y León, y departamentos de telecomunicaciones de los gobiernos autonómicos de Aragón, Castilla y León o Castilla-La Mancha.

“El fin de las cabinas no nos ha generado problemáticas porque estamos inmersos en un plan de despliegue de cobertura móvil, que esperamos llegue este año al 90% de las pedanías de Castilla-La Mancha”, ha explicado el director de Telecomunicaciones del gobierno manchego, Alipio García.

En el mantenimiento y limpieza de las cabinas trabaja un colectivo de un centenar de operarios que reclamó esta semana “un periodo de transición” para los empleados de este servicio, que según el portavoz de UGT-Limpieza, José Luis Segura, sigue teniendo valor para realizar llamadas de emergencia.

Esta función la suplen negocios como los teléfonos de emergencia que han desarrollado empresas como la madrileña Trazos Sistemas, unos aparatos sin teclado que ofrecen comunicación directa con el número 112.

“La cabina cumple dos elementos: ofrecer un elemento de comunicación y dar tranquilidad. Este segundo también lo cumple nuestro dispositivo”, ha explicado a EFE el gerente de esta empresa, Juan José Somolinos, que tiene instalados unos 1.000 aparatos en las estaciones del AVE para dar servicio a personas con discapacidad y está recibiendo encargos de algunos ayuntamientos.

La cabina, protagonista en la ficción en 1972 por la agobiante historia protagonizada por José Luis López Vázquez, puede quedar al final de este año reducida a recuerdos, como la que el Ayuntamiento de Madrid instalará en el barrio de Chamberí en recuerdo del director de aquel cortometraje televisivo, Antonio Mercero. EFE

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