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Trump perdió las elecciones, pero sigue boicoteando los resultados (Análisis).

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(Especial para “Proceso Digital-Por Alberto García Marrder)

Washington, (EEUU).- Dos semanas después de haber perdido las elecciones presidenciales, Donald Trump sigue disputando los resultados e ignorando la voluntad mayoritaria de los votantes que se opusieron a su reelección.

Tiene también paralizada la transición pacífica y ordenada al equipo del presidente electo, el ex vicepresidente demócrata Joe Biden. En un relevo presidencial que ha sido siempre un trámite normal en la democracia americana.

El 20 de enero está previsto que tome posesión Biden y forme un nuevo gobierno desde cero, debido al torpe boicot de Trump a un cambio fluido de la estructura gubernamental.

La campaña electoral de Trump, por ahora, ha fracasado en sus intentos de impugnar los resultados electorales en estados claves que votaron a favor de Biden. Jueces en Arizona, Georgia y Pensilvania han rechazado de plano los argumentos de un supuesto fraude electoral.

Trump, desesperado por seguir otros cuatro años más en la Casa Blanca, se ha enfrascado en una nueva táctica: convencer a los líderes republicanos de las asambleas estatales, como la de Michigan, para que intervengan y que nombren a sus electores a favor suyo en estados donde ya ha ganado Biden el voto popular.

Para el diario “The New York Times”, Trump busca invalidar en Michigan los resultados legales de ese estado “para subvertir” el resultado final de la elección presidencial del 3 de noviembre, que dio como ganador, aún sin confirmar oficialmente, a Biden.

Y lo que Trump busca son los 16 votos del Colegio Electoral de ese estado. Que no certifiquen esos votos electorales finalmente por Biden, como corresponde por haber ganado el voto popular estatal, y que lo hagan por él. Para sí para poder llegar a los deseados 270 para ser presidente.

En Estados Unidos, no se elige a un presidente por el voto popular directo. Es mediante los 538 votos del Colegio Electoral. Biden triunfa ya con 306 y Trump tiene apenas 232.

Lo que pretende Trump en Michigan es repetirlo en otros estados donde el triunfo de Biden fue muy estrecho.

En una intervención poco ética (y casi ilegal), Trump ha invitado a la Casa Blanca a los líderes republicanos de la Asamblea Legislativa de Michigan para, supuestamente, convencerlos de que no certifiquen esos 16 electores estatales a favor de Biden.

Según el analista Giovanny Russonello del “The New York Times”, los esfuerzos de Trump de invalidar el resultado de las elecciones “van finalmente a fracasar, como ha pasado en las impugnaciones en los tribunales, donde juez tras juez, las han rechazado”.

No ha habido un fraude electoral y la victoria en las urnas de Biden ha sido muy limpia: Un total provisional del voto popular de 79,684,885 (51.06 por ciento) y 306 del decisivo Colegio Electoral.

Trump ha logrado 73,701,448 del voto popular (47.23 por ciento) y 232 votos electorales.

Aunque él sabe que ha perdido, Trump no quiere reconocer oficialmente su derrota y saldrá (eso se espera) de la Casa Blanca antes de la toma de posesión de Biden el 20 de enero, gruñendo y quejándose.

Esa es su táctica: retroalimentar a su inmensa masa de seguidores, pensando en el año 2024. Y también porque le viene bien como una excusa para justificar su derrota, a él que no le gusta perder: “Perdí por un trapicheo electoral, pero yo soy el verdadero vencedor”.

Y ese futuro está dentro de cuatro años, en el 2024, cuando se venza el primer mandato presidencial de Biden. Y lo más seguro, es que no se presente a las elecciones por un segundo, por su edad. Tendría entonces 82 años. Y Trump, 78, los que tiene ahora Biden.

Portada de la revista TIME de esta semana con el título: «Tiempo de sanar». Y las fotos del presidente electo, Joe Biden y la vicepresidenta electa, Kamala Harris.
Portada antigua de la revista TIME, que refleja el momento actual de caos en la Casa Blanca de Donald Trump.

Es posible que Trump anuncie pronto que piensa presentarse a esas elecciones del 2024.

En ese periodo de cuatro años. Desde su mansión en Florida, en Mar-a-Lago, Palm Beach o en su “penthouse” del “Trump Tower” de Nueva York, estará tratando de desgastar al gobierno de Biden.

Y lo haría mediante dos de sus armas preferidas: el sistema de mensajes de Twitter (a un ritmo de seis o doce al día) y dando órdenes a la posible mayoría republicana en el Senado, si se mantiene la actual. Por ese medio, podían bloquear las iniciativas legislativas demócratas.

En pocas palabras: Sin Trump en la Casa Blanca, seguirá el “trumpismo”. ¿Y por qué esa obsesión de hacer daño a Biden y su futuro gobierno?

Porque no perdonará que le hayan “robado“, según él, las elecciones. Y porque querrá ajustar cuentas.

También con los congresistas y senadores republicanos que lo abandonaron.

Muchos analistas coinciden en que la principal meta de Trump “en el exilio”, será la de ser relevante, que no se olviden de él. Y en eso, es un experto.

Por ahora, le esperan lucrativos negocios de libros de memorias, conferencias, patrocinios y mítines políticos… cobrando por supuesto.

Pero antes tendrá que solucionar sus problemas financieros: bancarrotas de negocios, préstamos a punto de vencer y demandas judiciales por impago de impuestos.

Y sin la inmunidad que le daba ser presidente, esa situación puede ser apremiante.

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