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Tolupanes sobreviven en condiciones deplorables y en espera de ayuda ofrecida por Gobierno de «Mel»

Tegucigalpa – Unas treinta familias indígenas hondureñas sobreviven en condiciones deplorables y en espera de la ayuda ofrecida por el Gobierno del presidente, Manuel Zelaya, luego de que un terremoto afectara sus comunidades en septiembre de 2007.
 

  • La historia de los indígenas tolupanes es contada por un equipo de prensa de la agencia española de noticias EFE que visitó la zona recientemente, misma que Proceso Digital reproduce a continuación:

Marale (Honduras) – Los indígenas tolupanes de Honduras, una etnia que durante siglos ha vivido casi olvidada, ha sufrido, en menos de diez años, un huracán y un terremoto.

Las cerca de treinta familias, que viven en el centro de Honduras, perdieron sus viviendas de adobe en el caserío de Paraíso a causa del huracán Mitch, que a su paso devastador, a finales de 1998, dejó unos 5.657 muertos y pérdidas materiales por más de 3.000 millones de dólares.

El Mitch obligó a los tolupanes de Paraíso a buscar otro sitio para vivir, que se localiza en la cima de una montaña entre los departamentos de Yoro y Francisco Morazán.

En Nuevo Paraíso, volvieron a repetir sus adustas casas de adobe y bahareque, fibra vegetal del lugar, destruidas también por otra fuerza natural, un terremoto de 5,5 grados en la escala de Richter, que el 15 de septiembre sacudió el centro de Honduras, sin causar muertes.

Apuntes históricos señalan que los tolupanes viven en el norte de Honduras desde hace unos 5.000 años, y que por la persecución de los conquistadores españoles terminaron internándose en las montañas de Yoro, donde están distribuidos en unas 28 tribus.

La población de tolupanes, que viven de la agricultura de subsistencia, se calcula en unas 20.000 personas, de las que una minoría aún hablan su dialecto materno.

Los tolupanes, además del poco auxilio gubernamental, con frecuencia denuncian que también los terratenientes los despojan de sus tierras tradicionales.

El terremoto del 15 de septiembre de 2007,cuando los hondureños conmemoraban el 186 aniversario de la independencia de la Corona española, dejó más de un millar de tolupanes sin casa, distribuidos en unas 250 familias que iniciaron otra forzosa diáspora, pero con la promesa oficial de una pronta asistencia.

Cinco meses después del terremoto, los damnificados siguen repartidos entre aldeas vecinas y casas de familiares, a la espera de la ayuda, que no llega.

El epicentro se registró entre Yorito y Marale, y aunque ha transcurrido casi medio año, los indígenas temen a un desastre mayor, porque en la zona sigue temblando.

La alcaldesa de Marale, Teresa Espinoza, dijo a Acan-Efe que desde enero pasado los damnificados «están viviendo en techos improvisados o en casas de amigos y familiares porque el gobierno todavía no les brinda la ayuda que necesitan».

Muchos de los damnificados abandonaron los albergues temporales en el que permanecieron después del terremoto, regresaron a sus comunidades a cosechar maíz y fríjoles, su alimento básico, y cortar café.

El gobierno que preside Manuel Zelaya prometió el año pasado ayudar a los damnificados a través de diferentes instituciones, entre las que falta coordinación, dijeron a Acan-Efe funcionarios involucrados en el proyecto.

Espinoza recalcó que el municipio ha cumplido con la obtención del terreno, y que ahora lo que falta es que se inicien los trabajos de urbanización del terreno en Palo Copado, donde ya se cuenta con un centro de salud con médico y otro de educación básica.

Otras 37 viviendas serán construidas en las comunidades de Planes y La Unión, indicó la edil.

La alcaldesa también tiene por delante convencer a las 30 familias de Nuevo Paraíso que no construyan las nuevas viviendas en un terreno que han comprado, localizado sobre una falla geológica.

Además, muy cerca cruzan un río y una quebrada, mientras que en la parte posterior hay un imponente cerro que en el invierno será otra amenaza.

El cacique de Nuevo Paraíso, Santos Pascual Cruz, indicó a Acan-Efe que ellos quieren que las autoridades «respeten nuestra decisión» de vivir en el terreno del que son naturales, al parecer obtenido con recursos de un diputado del Parlamento hondureño.

Los tolupanes, dos veces damnificados, sin miedo a una tercera catástrofe, no quieren demorar la construcción de sus nuevas viviendas, 43 ofrecidas por la iglesia católica y las otras por organizaciones no gubernamentales.

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