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Tegucigalpa vive los contrastes de la democracia

Tegucigalpa.- En los alrededores de la Casa de Gobierno, cientos de simpatizantes del depuesto ex presidente Manuel Zelaya Rosales, protestan con todo para exigir la restitución de su líder, mientras en las calles capitalinas, en el centro de la ciudad y sus alrededores, la población se desenvuelve como si no nada hubiese pasado.
 

Tegucigalpa, al igual que varias zonas del resto del país, parece ser un reflejo del contraste que ofrece la democracia. De un lado, se reportan ciertas manifestaciones de protestas en algunas zonas del país; pero de otro, la población parece que quiere mantenerse ajena a los acontecimientos, mostrando una serenidad que no deja de desconcertar. Son los contrastes de la democracia.

“Aquí todo esta normal, no ha pasado nada, solo un cambio de gerente de la empresa”, dijo don José López, un profesionista que se desempeña en el centro de la capital.

Para René Rodas, profesional del derecho, “no es cierto que hubo golpe de Estado; un golpe de Estado es cuando se suprimen todos los poderes; y aquí lo que sucedió es que se cambió a alguien que actuó mal, porque nos debemos a una jerarquía legal y la administración sigue normal. Mire, aquí la gente anda tranquila, segura, trabajando”.

Mientras en el congreso unas 15 personas se concentraban en la plazoleta para protestar contra el presidente electo, Roberto Micheletti, en los mercados capitalinos y en los centros comerciales del casco histórico, los negocios estaban abiertos, la gente realizaba sus compras, y las dependencias públicas empezaban a funcionar lentamente. En las oficinas de la Dirección Ejecutiva de Ingresos, en el centro, los empleados atendían a la gente; en Finanzas, igual, y sólo en Hondutel un grupo de cinco militares armados, custodiaban la instalación.


En las calles del centro de la ciudad, la única fuerza del orden que se avizoraba eran los policías de tránsito y los de la municipalidad.

Los pastores evangélicos iniciaban sus congregaciones para predicar; los jóvenes y adultos mayores, se reunían en grupos alrededor de las butacas del parque central para comentar los acontecimientos. Los bancos operaban con normalidad.

La gente común consultada por Proceso Digital, mostraba desconcierto con lo sucedido, pero evidenciaban temor en cuanto a que el gobierno del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, pudiera “invadir” el país.


“Mire, debemos prepararnos para días más fuertes ahí dicen que viene ese tal Chávez, hay que estar listos; yo no sé si Mel (Manuel Zelaya) fue bueno o no que lo sacaran, pero sí es cierto que él y Chávez parece que tienen algo y uno cuando escucha hablar a ese Chávez, es mejor resguardarse”, dijo algo nervioso don Jaime Jiménez, un labrador que descansaba del sol, en una de las butacas donde se lustran zapatos, cerca de un centro comercial en el corazón de la capital.

Mientras Jiménez, externaba sus preocupaciones, resaltó que “nosotros somos un pueblo libre, yo me dedico a lo que mi trabajo me da, días como y días como salteado, a según sea. Eso de la cuarta urna dicen que era ilegal, y si así era, entonces esta bien que se haya ido…no se, es lo que escucho”, dijo sonriente.

La plática, interrumpida por el alboroto propiciado por unas palomas, alimentadas por una humilde anciana, concluye con una advertencia de don Jaime: “hay que tener cuidado, yo siento que este hombre no se ha ido; ¡hay que estar alerta!


El otro lado del contraste

Si en el centro capitalino y sus alrededores, una relativa calma se respiraba entre los transeúntes, en las inmediaciones de Casa Presidencial, la historia era otra: cientos de manifestantes simpatizantes de Zelaya se agolpaban en las afueras con palos, piedras, quema de llantas, pañoletas en el rostro y hasta pedazos de concreto, producto de las construcciones en los alrededores, para defender su visión de la democracia.

La gente corría de un lado a otro, gritaban ¡alerta!, ¡alerta! Cuando les anunciaban que pelotones de cobras policiales comenzaban a cercar la zona; y decían: ¡los tenemos atemorizados, vamos contra ellos!

Entre los protestantes, había de todo: jóvenes simpatizantes de una facción del izquierdista partido de Unificación Democrática, uno que otro dirigente magisterial, servidores públicos de la administración déles presidente Zelaya, activistas del proyecto de la cuarta urna, personajes del mundo del arte y las letras, cooperantes que apoyan organizaciones sociales; así como mucha prensa internacional, atenta a captar con sus cámaras las imágenes cuando se quemaban llantas, corría la gente y en espera del inminente desalojo que minutos más tarde se daría por parte de la autoridad, con más de una treintena de heridos según los cables noticiosos internacionales.


En el espacio de la protesta, cerrado por los manifestantes con vallas y piedras, donde se accedía sólo por las esquinas, se observaba a jóvenes hijos de ex funcionarios del gobierno de Zelaya, portando camisetas nuevas de la Cuarta Urna, pendientes de cualquier movimiento. Ellos defendían el proyecto que sus padres emprendieron con Zelaya, aunque fuera ilegal como determinó una corte judicial.

Al filo del mediodía, unos vehículos se aparcaron en los alrededores del centro de las manifestaciones para repartir pequeños platos de comida.

Un ex funcionario estatal, que andaba en la protesta, comentó a Proceso Digital que el domingo, “yo les mandé comida porque aquí no hay dinero para esto; hoy otros están colaborando, pero no se cuánto tiempo habrá para alimentar a esta gente. Espero que venga algo del ALBA”, dijo en tono burlesco, en espera de un milagro.

Carros con altoparlantes informaban de todo lo que llegaba a sus oídos: que si había muerto un manifestante (desmentido posteriormente), que si Mel llegaba al mediodía con Hugo Chávez, que si venían seis buses del Comité los Pueblos Indígenas, COPIN, que 60 buses estaban varados en la carretera a Olancho, entre otros.


Se percibía ahí mucha información y desinformación a la vez; excepto en la claridad de algunos de sus mensajes: repudio a medios de comunicación, a personajes de la vida social y a periodistas independientes. La intolerancia en este aspecto era unánime, producto de la polarización en que se encuentra el país.

Esa era la otra historia y realidad del proceso que a raíz de la defenestración de Zelaya encabezaban los manifestantes, mientras el nuevo gobierno de Micheletti, juramentaba al interior del recinto a su gabinete de gobierno.


El país vive desde la madrugada del domingo, un fuerte agite social, como evidencia de que la democracia hondureña, en sus 28 años, no ha podido pasar la prueba de la estabilidad y el manejo de sus crisis, como requisito previo para llegar a democracias más estables y participativas. La inmadurez política, abarca a todos los sectores; económicos, políticos

y sociales.

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