Estamos viviendo días demasiados grises en Tegucigalpa, de tal manera que los niveles de contaminación son únicos en la historia de Honduras y de La Capital en particular.
Hay una proliferación de enfermedades bronquiales que hacen que clínicas privadas y hospitales públicos estén atestados de personas de todas las edades pero más de niños y viejos que se vuelven muy vulnerables ante estas circunstancias difíciles de medio ambiente.
No podemos ignorar que estos días grises son el resultado directo de la quema inmisericorde de los bosques de Honduras y más que todo de los pocos árboles que quedan en los alrededores de la Ciudad. Es increíble como los hondureños hemos asumido una enemistad con los recursos naturales, en esta cruzada de fuego que año con año hacemos los hondureños se consumen miles de hectáreas de bosque, lo cual significa que a más quemas, menos oxígeno para nosotros, a más incendios forestales, menor esperanza de vida y de tener un mejor lugar para vivir.
Hoy la visibilidad es casi nula, los flamantes edificios de la Capital no se ven, y no los vemos por el gris intenso de la bruma que no sale de la nada, sino que es el resultado de las manos irresponsables de los malos hondureños que sin escrúpulos encienden fuego en los lugares vulnerables y casi inalcanzables para los entes y guardas, si es que acaso, tenemos que velan por el último recurso natural que nos queda ya casi languidecido. Según COPECO, se registran en este año 2024, más de 264 incendios, incendiándose casi 9000 hectáreas de bosque.
Sin duda que esta estadística, nos pasará la factura tarde o temprano, trayendo para la población terribles consecuencias de proporciones apocalípticas. El departamento de Francisco Morazán es el que encabeza la estadística, luego le siguen Gracias a Dios, La Paz, Choluteca, Cortes y Atlántida. Así que estamos visitados por las llamas incendiarias que no solo arde en los bosques, sino que vuelve a la población irascible e intolerante. Esta situación de contaminación le resulta caro a la familia hondureña, la atención médica para las enfermedades relacionadas con las infecciones pulmonares y bronquiales, hace que empleados de gobierno y de empresa privada sean incapacitados por al menos tres a cinco días, lo que viene mal para el desarrollo económico del País.
Por otro lado, los centenares de niños y niñas que dejan de asistir a sus clases por gripe, tos, problemas de asma y demás relacionados. Circula en redes sociales, que hay que cerrar puertas, celosías y ventanas para evitar la entrada del humo, pero resulta que la mayor parte de la población a duras penas cuenta con tan solo un ventilador que ronronea por el tiempo que esté encendido. Uno que otro, es el que tiene aire acondicionado en sus casas, el cual no enciende por mucho tiempo por el recibo de energía que le llega al final de mes, así que como decía un viejo amigo, “estamos amolados” no hay manera de salvarse de este “calentamiento global” al cual le echamos la culpa de todo lo que pasa a nivel nacional e internacional, que por cierto, es un tema politizado hasta más no poder, comenzando por las primeras potencias del Mundo.
Cada año y este no es la excepción de lances sendas campañas de prevención a efecto que la población sea guardián directo de denunciar la piromanía de oficio que abunda en Honduras, porque a mayor incendios, “tierra para sembrar” “ espacio para construir viviendas” y así cada quien hace lo que quiere y nadie controla. “ y ahora quién podrá defendernos”.
Eduquemos a los niños de Honduras para que no se conviertan en los piromanos del mañana. Si emprendemos cruzadas de defensa del medio ambiente, tenemos esperanza de tener agua y oxígeno, de lo contrario, la guerra por la sobrevivencia será por el agua. No podemos procrastinar en este aspecto tan toral que es una emergencia nacional e internacional.
Tenemos que educarnos, formando un frente común con los diez millones de hondureños sin distingo de clase o nivel educativo, para que quitemos el GRIS de Tegucigalpa y de Honduras, cuidando los pocos recursos naturales que nos quedan. Es un llamado a todos los tomadores de decisiones de cambiar lo gris, por los colores bellos que tienen los bosques con su verdor inspiran vida y salud para una población culpable y responsable de esta situación realmente preocupante. Una Honduras gris, y una Tegucigalpa de igual color no le conviene a ningún ciudadano de este País.