¿Tasa de cambio o cambio de tesis?

Por: Luis Cosenza Jiménez

Se dice que los hondureños tenemos una obsesión con la tasa de cambio.

Que la vemos como un fin en sí misma, y no como un resultado, un “precio”, o un medio para lograr un crecimiento económico alto y sostenible. Se postula que una moneda “fuerte” es señal de una economía fuerte y que la devaluación solo produce perjuicios. Que alimenta la inflación y disminuye el poder adquisitivo de las personas. Además, agregan, los países pequeños no controlan el precio de sus productos de exportación, por lo que la devaluación no incrementará las exportaciones. Pero, entonces ¿por qué devalúan los países? ¿Será que al igual que una persona, cuando la economía pierde su salud es necesario tomar medidas, aunque estas no sean agradables? Analicemos el caso y lleguen ustedes a sus propias conclusiones.

Vivimos en un mundo interdependiente. Ningún país es una autarquía. Necesitamos del comercio internacional para colocar nuestros excedentes de producción y para comprar lo que no producimos. Quienes venden solicitan pago en su propia moneda o en una moneda de amplia circulación y fácil conversión. El dólar, el euro y el yen, entre otros, llenan esos requisitos. Para comprar, entonces, es preciso contar con una moneda que sea aceptable al vendedor extranjero. Caso contrario, no se dará la transacción. En Honduras, nuestros intercambios con el mundo principalmente se dan en dólares. Por tanto, si no contamos con dólares no podremos importar lo necesario y la economía rápidamente se estancaría. Nuestra meta de crecimiento económico alto y sostenible sería imposible si no contamos con “divisas”, el nombre genérico que se da a las monedas que nos sirven para participar en el comercio internacional. En el proceso de captar y acumular divisas, la tasa de cambio juega un papel crucial y de allí su importancia. Visto así, la tasa de cambio es una variable de ajuste que nos permite asegurar que el país podrá importar lo necesario para lograr un crecimiento alto y sostenido.

Nuestras importaciones y exportaciones incluyen bienes y servicios. En cuanto a bienes, importamos, por ejemplo, autos, televisores, varillas para refuerzo, etc., y exportamos café, prendas de vestir, camarones, etc. En cuanto a servicios, usamos (“importamos”) transporte (aéreo, marítimo, etc.), servicios financieros y proveemos (“exportamos”) turismo y otros. Generalmente, las importaciones y las exportaciones no son numéricamente iguales. En nuestro caso, la “balanza comercial”, la diferencia entre exportaciones e importaciones, es deficitaria. Es decir, importamos más que lo que exportamos, lo cual implica que al final los dólares que generamos al exportar son insuficientes para pagar por todas nuestras importaciones, por lo que la diferencia debe proceder de otra fuente. En 2007 y 2008 el déficit de la balanza comercial alcanzó el 28 y 33 por ciento del PIB, o sea, tres mil cuatrocientos y cuatro mil quinientos millones de dólares, respectivamente, y de haber continuado esa tendencia habríamos agotado nuestros ahorros en dólares, las “reservas” del país, y habría sido necesario devaluar. Al devaluar, las importaciones se encarecen de inmediato y por tanto, aunque las exportaciones aumenten poco o no cambien de inmediato, se reduce el déficit.

Algunas lectoras pensarán que lo ideal sería evitar un déficit en la balanza comercial, pero esto no es siempre posible. Afortunadamente hay otras fuentes de divisas que nos permiten reducir el déficit, y entre estas figuran las remesas que nuestros compatriotas envían desde el exterior. Además disponemos de donaciones concedidas por la cooperación internacional. Todos estos factores, la balanza comercial, las remesas, las donaciones conforman lo que los macroeconomistas llaman “cuenta corriente” y en nuestro caso, la cuenta corriente también ha sido deficitaria. De hecho, en el 2007 y 2008 el déficit fue de 9.1 y 15.4% del PIB, o sea, mil ciento veinte y dos mil ciento veinte mil millones de dólares, respectivamente, una tendencia insostenible que hubiera llevado a agotar nuestras reservas y a la devaluación.

Visto lo anterior, es posible que el estimado lector esté preocupado ya que la suma de nuestras exportaciones y de las remesas y donaciones que recibimos resulta insuficiente para pagar nuestras importaciones. ¿De dónde salen los dólares faltantes? Para los macroeconomistas hay dos factores más a considerar, la “cuenta de capital” y la “cuenta financiera oficial”. Las tres cuentas mencionadas, la corriente, la de capital y la financiera, conforman la “balanza de pagos”, la cual refleja todas las transacciones que el gobierno y los ciudadanos privados realizan con el resto del mundo. Pero veamos ahora que incluyen las dos últimas cuentas que hemos mencionado.

La cuenta de capital refleja el saldo neto de lo que los extranjeros invierten en nuestro país y lo que los hondureños invierten en el exterior. Las inversiones se refieren la transferencia de propiedad de activos fijos, pagos por patentes, recursos provenientes de la condonación de deudas, etc. En nuestro caso, el saldo neto de esta cuenta es positivo, pero aún así normalmente es insuficiente para cubrir el déficit de la cuenta corriente.

La cuenta financiera oficial incluye la inversión extranjera directa, los flujos financieros relacionados con la compra de bienes raíces, bonos y acciones, los saldos netos de los préstamos que recibimos, incluyendo los bonos soberanos, así como las reservas con que cuenta el país. De hecho, las reservas son la variable de ajuste. Es decir, al final la suma de las tres cuentas, la cuenta corriente, la de capital y la financiera (en otras palabras, la balanza de pagos, ya que esta es conformada por las tres citadas cuentas) debe dar cero, y eso se logra mediante el uso de las reservas del país. Si el saldo acumulado es negativo, entonces el país deberá tomar lo necesario de sus reservas (de su ahorro en divisas) para cancelarlo. En este caso, las reservas acumuladas se reducen y si la situación persiste el país terminará agotando sus reservas y tendrá que recurrir a una severa devaluación. Caso contrario, si el saldo acumulado es positivo, el país incrementará sus reservas y estará mejor preparado para enfrentar cualquier eventualidad.

Recordemos que cuando se percibe que el país pierde reservas, es decir, cuando se teme que no habrá suficientes dólares disponibles para satisfacer la demanda del público, sucede lo que siempre ocurre cuando un bien es escaso, es decir, su precio sube. En efecto, la moneda se devalúa, sin importar lo que el gobierno haga, a menos que este tenga suficientes reservas que pueda poner a circular. Sin embargo, típicamente los gobiernos no cuentan con suficientes divisas para hacer esto por mucho tiempo, y al final eso se refleja en la tasa de cambio. Véase sino el caso venezolano que claramente ilustra las consecuencias de un mal manejo de la tasa de cambio.

Concluyendo podemos entonces decir que el papel fundamental de la tasa de cambio es asegurar que el país contará con las reservas necesarias para importar lo que la economía requiere para lograr un crecimiento alto y sostenido. Si las reservas, preferentemente expresadas en términos de los meses de importaciones que pueden financiar, comienzan a caer, entonces probablemente sea necesario devaluar lo suficiente para evitar que continúe la caída. Por el contrario, si las reservas crecen sin límite, entonces es hora de pensar en revaluar la moneda. En ambos casos, es preferible hacer ajustes predecibles, pequeños y frecuentes, como lo hace nuestro Banco Central, que ajustes drásticos.

Al final, parece razonable que en lugar de obsesionarnos por el valor de la tasa de cambio revisemos nuestra tesis y aceptemos que se trata, no de un fin en sí misma, sino de un medio, de una variable importante para asegurar que contaremos con un nivel adecuado de reservas. Por supuesto que el manejo de la tasa de cambio es más sencillo si logramos que nuestras exportaciones crezcan y se diversifiquen. De hecho, la mejor forma de evitar una depreciación de la moneda es exportar más e importar menos. Si logramos eso, el país siempre contará con las reservas necesarias para importar lo requerido para apoyar el crecimiento económico alto y sostenible y así combatir la pobreza.

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