Pese al evidente abandono del Estado en una comunidad en la que impera la pobreza y donde la precariedad de servicios esenciales como la salud, el saneamiento básico y la seguridad son el pan de cada día, la gente del «Complexo da Maré» no se rinde ante los retos que impone la COVID-19. Pobreza y violencia permanecen, pero la solidaridad es ahora más visible.
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