Por: Otto Martín Wolf
Uno de los resultados de un interesante estudio realizado a nivel mundial por una prestigiosa firma de mercadeo, fue el siguiente: Los supermercados en Estados Unidos y Europa, han comprobado que una forma efectiva de lograr que sus clientes permanezcan más tiempo dentro del establecimiento y, por lo tanto, aumenten las posibilidades de comprar más, es poniendo música orquestal sencilla y, sobre todo, con un bajo volumen.
La música y el ruido estridente aceleran el ritmo cardíaco de los clientes haciendo que éstos apresuren el paso (al ritmo de la música) y con esto lo único que se consigue es que se marchen del lugar con mayor rapidez, obviamente comprando menos.
El ama de casa, quien generalmente es la encargada de las compras, recorre los pasillos con mayor tranquilidad y menos estrés si la música es orquestal y, especialmente, suave, con menos decibeles.
En las fábricas, por el contrario, música rápida especialmente seleccionada, aumenta la producción ya que el ser humano tiene la tendencia a moverse de acuerdo al ritmo que escucha.
Pero, la calidad de los productos fabricados tiende a ser inferior pues se cometen más errores por culpa de la velocidad.
Parece que en Honduras no se actualizan en esas técnicas de comercialización, que incluyen (aunque usted no lo crea) hasta estudios sobre el tamaño de las losetas del piso en los supermercados.
Resulta que cuando éstas tienen menor tamaño producen la sensación de que uno avanza más rápido con su carretilla, lo que a la vez hace que el cliente camine más despacio y, por consiguiente, permanezca más tiempo en el lugar, aumentando las posibilidades de mayor compra.
Aquí, aparentemente, nadie sigue de cerca sofisticados estudios de mercadeo como los que menciono.
Esta misma semana mientras tomaba café en un popular restaurante de comidas rápidas, otro cliente y yo (totales desconocidos) coincidimos en el mostrador solicitando hablar con el gerente para pedirle que, por favor y respeto a los oídos de nosotros (los clientes), le bajaran el volumen a la música.
A qué se deberá que en Honduras siguen creyendo que la estridencia de la música puede tener la virtud mágica de operar diferente al resto del mundo?
Es decir, aquí creen que el volumen de la “charranga” puede hacer que los clientes se sientan más a gusto?
Eso no es cierto, todo aquél al que yo pregunto coincide conmigo en que la música escandalosa produce en los clientes incomodidad y un deseo de marcharse rápidamente, al igual que estudios como el que menciono.
Igual sucede con las discomóviles escandalosas que algunos establecimientos acostumbran poner en la parte de afuera para “atraer clientes”. La verdad es que el efecto es todo lo contrario, lo único que logran es ahuyentar posibles compradores.
Silencio por favor, déjenos comprar o curiosear tranquilos, baje el volumen por favor, queremos comer sin escándalos, estamos en un restaurante, no en una discoteca o club nocturno.
Los restaurantes son lugares familiares, no cantinas en las cuales aparentemente la gente disfruta cuando le destrozan el tímpano.
Somos países en vías de desarrollo a los que nos gusta comportarnos como del primer mundo, por qué no copiamos también eso? Por qué no apreciamos el valor del silencio y la moderación en el volumen como ellos?
Nadie en Honduras le va a enseñar a los USA cómo manejar los clientes, cómo hacer que estén más confortables y compren más.
Ningún gerentillo de supermercado o restaurante local va a saber más que los jefes de mercadeo de Winn Dixie, Target o o de las grandes cadenas de centros comerciales como Simón y otros.
Bajen el volumen, regalen silencio y vendan más.
Silencio por favor!