La agenda de Rice, creada en 2005 cuando llegó al Departamento de Estado, reconoce que la influencia de EE.UU. en Latinoamérica depende de su habilidad de entender los problemas y desafíos de los países de la región y ayudarles a resolverlos sin imponer soluciones.
Por otro lado, quiere promover «relaciones positivas y no punitivas», destacó Shannon.
Bajo estas directrices, «hemos cambiado nuestro vocabulario» con el que EE.UU. se dirigía a los países latinoamericanos, para «dejar claro que entendemos los principales problemas de la región, sobre los relacionados con la pobreza, la desigualdad y la exclusión social», indicó el secretario de Estado Adjunto.
En opinión de Shannon, Washington ha profundizado asimismo el diálogo y ampliado sus relaciones con Latinoamérica, algo que se refleja en materia comercial y de seguridad, resaltó.
Por su parte, el responsable de la diplomacia estadounidense para Latinoamérica subrayó que EE.UU. se ha «alejado de la idea de usar la ideología política como factor que determina con quién trabajamos».
«Nuestro mensaje ha sido que Estados Unidos está preparado para trabajar con cualquiera que esté comprometido con la democracia y que quiera trabajar con nosotros», afirmó Shannon.
De acuerdo con el secretario de Estado adjunto para Latinoamérica, esta política «ha definido un nueva manera de entender nuestra relación» que ahora es una «entre iguales, en la que reconocemos que tenemos agendas comunes, no sólo a nivel bilateral, sino también a nivel multilateral».
«Nuestro compromiso con la Organización de Estados Americanos (OEA), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y con las Cumbres de las Américas, nos ha permitido tener un nivel de comunicación que es único en nuestra historia moderna y que ha creado una fuerte plataforma para los pasos que tome la próxima Administración», dijo.
Shannon afirmó, además, que Rice y su predecesor, Colin Powell, han viajado probablemente más que otros dos secretarios combinado a la región, que es «dinámica» y ha experimentado un «cambio poderoso» en los ocho años del Gobierno del presidente George W. Bush, con el surgimiento de nuevas voces políticas, nuevas Constituciones y un Brasil que se ha transformado en un importante actor internacional.