Tegucigalpa – La pandemia de la COVID-19 no solo ha develado las falencias de los sistemas de salud en América Latina, también está poniendo a prueba sus democracias, los derechos políticos de los ciudadanos, el rumbo de la economía y el reto de la desigualdad. Honduras inmersa en ese contexto muestra facetas inciertas.
En medio de la pandemia y posterior a la misma, estos son algunos de los factores que deberán atender los países latinoamericanos, abocados, algunos, a procesos eleccionarios este año, y otros, a vivirlos a partir del 2021—como Honduras–, mientras pululan las denuncias de corrupción como parte de los “corona-abusos” que está dejando la actual emergencia sanitaria.
Y en esa vorágine, en Honduras también se impulsan y aprueban leyes cuestionadas como el Código Penal que ha mostrado mayores sospechas en el accionar para adecentar la impunidad y el crimen en todas sus formas, además de enseñar un manifiesto fraccionamiento social y una lucha de poderes en general.
¿Cómo lograr el equilibrio? ¿Cómo no sacrificar las democracias? ¿Cómo garantizar elecciones y evitar los autoritarismos? ¿Qué rumbo tendrán las protestas sociales?, son algunas de las preguntas que generaron un debate en torno al encuentro virtual denominado “Manifestaciones, participación política y pandemia” promovida por la plataforma de periodismo CONNECTAS en conjunto con una serie instituciones dedicadas a promover el fomento de las democracias.
La aparición del coronavirus prácticamente puso en “cuarentena” las manifestaciones y protestas sociales en contra de la desigualdad y la inequidad, así como los procesos eleccionarios en países como Bolivia y República Dominicana que tuvieron que posponerlos para el segundo semestre de este año y así como avanza los estragos del virus, crece también las señales de alerta para evitar que esos procesos democráticos se pospongan de forma indefinida o se caiga en salidas defectuosas que lejos de fortalecer las democracias, las terminen debilitando aún más, señalan los expertos.
Uno de ellos es Daniel Zovatto, Director Regional para Latinoamérica y el Caribe, del International Institute for Democracy and Electoral Assistance (IDEA, por sus siglas en inglés) al indicar que, en medio de la pandemia, en aquellos países que van a elecciones se deben generar mecanismos en donde la vigencia de los derechos políticos y de libertad de expresión deben ser fortalecidos y no disminuidos.
Zovatto participó en el foro virtual junto a otras destacadas panelistas como Cynthia J. Arnson, directora del programa latinoamericano del Wilson Center en Washington y Lucía Dammert, socióloga, experta en seguridad ciudadana en América Latina y profesora de la Universidad de Santiago de Chile. La moderación estuvo a cargo del analista y periodista colombiano Robert Valencia.
Democracia no debe ser una víctima
De acuerdo con Zovatto, se debe evitar que las democracias se conviertan en la “víctima principal de la pandemia. De esta pandemia, la democracia no solo debe ser repensada, también debe ser fortalecida”.
Los casos de Bolivia, República Dominicana y Estados Unidos que van a elecciones este año, fueron algunos de los aspectos abordados al advertir que, en el caso de Bolivia, la presidenta interina al postularse como aspirante presidencial “envenenó” la transición en ese país al volver el proceso eleccionario en un panorama complejo. La pandemia pospuso las elecciones en Bolivia que se espera se concretice en este segundo semestre para dar paso a un gobierno de elección democrática.
La socióloga, Lucía Dammert, el caso boliviano requiere de atención especial pues “atornillarse a la silla del poder, so pretexto de la pandemia, es preocupante”.
Los contagios del coronavirus repuntan en ese país y en otros del área, y ello puede amenazar los comicios, se advirtió. Para el caso, República Dominicana, debe ir a elecciones el 5 de julio, pues el 14 de agosto concluye el actual gobierno, pero si los contagios de la covid19 siguen al alza, la situación se vuelve compleja, habría que echar mano de una reforma constitucional, y es probable que ese proceso se desnaturalice, apuntan los expertos.
El riesgo que advierten los analistas es que el manejo de la pandemia sirva de pretexto no solo para posponer comicios, sino para que afloren gobierno de alto corte autoritario y líderes tipo Jair Bolsonaro, en Brasil, o Nayib Bukele, en El Salvador, pasando por regímenes autoritarios como Venezuela y Nicaragua, donde el debate político se vuelve infecundo.
Frente a una “época del miedo”
Se está—aseguran—frente a una época del miedo que es usada por los gobernantes para intimidar a los ciudadanos: miedo a los migrantes y por ende hay que poner más trabas legales, miedo al crimen y con ello surgen las políticas de mano dura; miedo a la forma de hacer política. Este miedo moviliza a las grandes élites económicas en búsqueda de protección de sus intereses y unifica así los discursos de izquierda y derecha, siendo Nicaragua y Brasil, algunos de los países referentes en esta polarización del discurso.
De ahí que insistieran en la importancia de buscar equilibrios para que los derechos políticos, ligados a las elecciones, la democracia y las manifestaciones sociales, no se ahoguen en medio de la pandemia, al asegurar que es mejor hacer elecciones con duda que no hacer elecciones.
En el debate se puso en perspectiva el papel de la OEA, mismo que en la actual coyuntura debe leer como América Latina necesita tener espacios de hiper vigilancia sobre los organismos electorales.
Si las elecciones, la democracia y los derechos políticos están en juego a causa del coronavirus, el tema de las protestas sociales también se presenta como un reto, al entrar en “cuarentena” por la emergencia sanitaria, aunque en Estados Unidos la muerte de un afrodescendiente, George Floyd, a manos de las fuerzas del orden, demostró que la indignación colectiva es capaz de sacar la gente a las calles.
Las protestas contra el racismo y la desigualdad serán factores que estarán presentes durante y posterior a la pandemia, y se necesitará de políticas sociales fuertes para aplacar las protestas, señala la analista Cynthia J. Arnson, del Centro Wilson.
Desigualdad y hambre marcarán procesos
A su juicio, la pobreza y la desigualdad serán factores detonantes de inconformidad social, mismas que se verán profundizadas por los efectos que el coronavirus dejará en las economías de los países, donde los pronósticos de los organismos financieros internacionales son desoladores para la región, la economía tendrá “efectos brutales” y habrá un mayor número de pobreza y de desigualdad.
“Es imposible pensar que esto no va a tener efectos políticos, la gente va a salir a las calles a buscar comida, la capacidad institucional de los países latinoamericanos de dar respuesta a estas demandas sociales no es suficiente, estamos al borde una década de una conflictividad social grande, tamizada por el populismo y las políticas de mano dura”, dijo Arnson.
En el área de la Salud, la emergencia sanitaria del coronavirus, ha demostrado una desigualdad impresionante, donde las muertes en América Latina la están poniendo los pobres, quienes pierden el trabajo son los más precarizados. El desafío se centra en mantener y hallar un equilibrio entre la salud, la economía y los derechos políticos, aseguran los expertos. De lo contrario, la debilidad en los sistemas políticos se irá agudizando.