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Retazos de democracia

Pedro Gómez Nieto

Como personas, es normal que algunas veces no sepamos entender correctamente una situación en la que estemos involucrados, o de la que tengamos conocimiento. No todos tienen la capacidad y aprendizaje para saber separar la información que contiene el suceso, de las emociones y sentimientos que genera. Razón y emoción en equilibrio, una necesidad en los procesos mentales. Las emociones provocan reacciones espontáneas en torno a las cuales se toman decisiones precipitadas, sin haberlas racionalizado previamente. El problema aumenta cuando no se tiene la humildad, honestidad y gallardía, de reconocer los errores cometidos, lo que es fundamental para adquirir experiencia, crecer intelectual y espiritualmente en la vida, camino de permanente aprendizaje.

Se tiene la creencia, sobre todo dentro de la clase política, de que reconocer un error implica perdida de prestigio personal, profesional, pero es un estereotipo. Hay que hacer memoria de cuando fue la última vez que escuchamos a un político pedir perdón porque hizo o dijo algo incorrecto, y que terminó pasándole factura. Se necesita humildad y altura moral, muestra de carácter y convicciones, nunca de debilidad. En lugar de asumir sus responsabilidades se justifican con excusas recurrentes, incluso temerarias. Por ejemplo: “mis palabras fueron sacadas de contexto, mal interpretadas”; “sufro persecución política”; “he caído en una trampa tendida por el gobierno”. Pero incluso en las excusas no se niegan los hechos.

El presidente del Partido Liberal, Yani Rosenthal, es una de las excepciones. Ante la opinión pública, en lugar de victimizarse, confesó que en otro tiempo tomó decisiones equivocadas, reconociendo ante la justicia sus responsabilidades, mostrando arrepentimiento, y asumiendo las consecuencias de la sanción impuesta. Eso le permitió purificarse, pagar su deuda con la sociedad, para reintegrarse nuevamente con pleno ejercicio de sus derechos constitucionales. Desde entonces ha mantenido un discurso conciliador, buscando primeramente la unidad de quienes profesan un ideario liberal, para fortalecer el partido. Manifestando que la experiencia acumulada ha enriquecido sus capacidades profesionales, y fortalecida su visión sobre lo que necesita Honduras para salir de la crisis, poniéndose a disposición del partido y de toda la sociedad. Sin duda esa actitud fortaleció su liderazgo, generando ilusión y confianza en el electorado, al punto de obtener en las elecciones internas la posición política que actualmente ocupa, y que le proyecta como una sólida alternativa presidencial para los próximos comicios. Esperemos que alce el vuelo, su “despegue”.

Celebrada por la sociedad hondureña, y la comunidad internacional, la publicación en La Gaceta de la nueva Ley Electoral, no obstante, fue rechazada por los partidos minoritarios y de nueva creación, porque consideran que cercena derechos adquiridos de cara a las elecciones generales. Los insultos contra las autoridades, en los medios y las redes fecales, no se hicieron esperar, incluso amenazando con generar inestabilidad social para debilitar un proceso electoral que ya consideran fraudulento. Cansina letanía que la sociedad soporta desde la anterior campaña presidencial. Cuando el Congreso legisla de manera que les beneficia, dicen que los diputados solo cumplen con su obligación, pero si les perjudica es porque son una pandilla de ladrones y narcotraficantes.  

Los políticos deberían prestarle atención al cerebro racional. Se trata del filtro que controla los impulsos viscerales, los sentimientos que llevan a cometer errores que luego pasan factura. En definitiva, lo que nos ocurre en la vida es que no vemos las cosas como son realmente, sino como somos nosotros. Ortega y Gasset desnudó el problema: “De querer ser a creer que ya se es, va la distancia de lo trágico a lo cómico. Es el paso entre lo sublime y lo ridículo”. Darle al deseo categoría de realidad es un error que termina produciendo frustración y confrontación. Lo contrario de lo que necesita la sociedad: paz, esperanza, confianza.

Cuando el elector vaya a depositar su voto, debe pensar en su futuro y el de su familia; en realidades tangibles, no utópicas; en certezas, no en la incertidumbre de un futuro inestable, convulso, prometido por políticos trileros en discursos cargados de amenazas, odio, resentimiento, y descalificaciones. El votante debe alejarse de quienes engañan prometiendo lo que no podrán cumplir; de quienes carecen de soporte doctrinario, porque cualquier ideología les vale para agarrar el poder.

Los presidentes no heredan problemas, porque los conocen de antemano. Se hacen elegir para gobernar y corregirlos. Culpar a los predecesores es una salida fácil y mediocre.” -Angela Merkel-

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