Día número veintiseis de chubasco imparable. En al menos algún lugar del territorio, el agua cae y arrastra lo que se pone enfrente. Nunca el nombre del país -Honduras- había sonado tan elocuente, tan ex profeso, en fín… tan oportuno. Basta ver el desolado paisaje del Valle de Sula o Santa Bárbara para querer llorar.
La lluvía, ese regalo del cielo que nos garantiza la persistencia evolutiva, la esperanza de la prosperidad, ese fenómeno que desconcierta a los infantes en su primer asomo a la existencia, esa garantía de un futuro bueno para el planeta. La lluvia sí, esa hermana gemela de la vida, hoy muta a némesis, a desolación, a desesperación.
Pero nada de ello es antinátura: Vivimos en Mesoamérica, la región que acumula el 42% del agua dulce del planeta; nuestro país posee el segundo bosque lluvioso mas importante de américa, la zona entera es propensa al paso de al menos 20 huracanes por año ¿Por qué nos extraña entonces que 2020, como 1998 o 1974 hayan dejado en este territorio su corrosiva huella?
A Cuba y República Dominicana estos fenómenos llegan con la asiduidad de un vecino chismoso y a nadie le extraña. Ellos, cubanos y dominicanos parecen siempre estar listos. Nosotros no. ¿Por qué?
Si me apuran, diré que la respuesta se encuentra, como siempre, en nuestra porfiada debilidad institucional. En Honduras nunca se construyó nada. El país pasó mas de 130 años de su existencia dizque republicana, literalmente como un “potrero”, saqueado por élites atraviliarias, dictadores nocivos y compañias extranjeras interesadas únicamente en extraer la riqueza natural del país y dejar las sobras a la triste pobación huerfana de estado.
En 1950 se inició la construcción de un remedo de sector público como intento de dar un salto a la modernidad, pero solo fue una pantomima para justificar el costoso y multitudinario escaparate que pagan los impuestos de la gente.
Despues de 70 años de sainete, no tenemos servicio civil, ni administración territorial, la justicia y las leyes resutan meros adornos, cuando no actúan como instrumentos usables para monopolios, oligopolios y todas las distorsiones sociales imaginables que nos han tenido por década de bruces frente al mundo si se habla de pobreza y exclusión.
¿Qué hemos construido que podamos reconstruir ahora? La respuesta es “nada”. Una vez mas, la naturaleza asoló nuestro territorio sin piedad y lo ha destruido, como sucede cuando no estas preparado, cuando la población deambula en medio de la sosobra e incertidumbre, ¡En fin! cuando no hay estado.
Será necesario entonces asumir que, lo que debemos hacer es comenzar a contruir algo sostenibe, que tenga sentido para todas y todos. Yo me atrevería a plantear dos puntos que, puestos en marcha, garanticen un entorno amigable en el que la prosperidad dependa únicamente del esfuerzo e inteligencia de cada quién.
Entonces, comencemos a construir la república. Esto no puede suceder sin una sociedad organizada, activa y vigilante. La democaracia es importante en la medida en que sea util a los objetivos sociales. Por ello, lo primero es ciudadanía activa.
Por ello, la Universidad Nacional empuja desde hace un año, la organización de un Encuentro Nacional por Honduras (ENAH), donde converjan todos los movimientos y organizaciones que buscan, desde hace tiempo, incidir en las políticas del país y de allí refrendar una propuesta para el desarrollo de largo plazo. Es indispensable realizarlo antes de las próximas elecciones y asegurar que quienes sean electos ejecuten el mandato.
Lo segundo es la consolidación de un servicio civil eficiente, profesional y meritocrático, que sea capaz de ejecutar, de manera eficaz el mandato popular. La capacidad del Estado depende en parte de cóo se organizan sus instituciones, pero de manera aún mas decisiva, depende de su burocracia. Es necesario que haya burócratas capaces y motivados para llevar a cabo la misión de proveer el bien público a la ciudadanía.
La construcción o la reconstrucción, no debe entenderse como el simple ordenamiento de la infraestructura, si queremos un país habitable y bueno, debemos empezar por construir su estructura. Solo así nuestra Honduras podrá entrar con éxito a la senda del bienestar de sus habitantes