
A menos de cien días de las elecciones generales, los hondureños seguimos esperando que los candidatos presenten propuestas reales de gobierno. Parece que no se dan cuenta (o probablemente es que se hacen los locos), que estamos cansados de sus payasadas. Solo en un país mentalmente tercermundista como el nuestro ocurre que uno de los temas redundantes es el nombre de una de las candidatas: Ramona.
Se llama Ramona… ¿Y? ¿Eso es malo? O el temita ese de ñángaras, una expresión que la mayoría del pueblo hondureño no sabe qué diablos significa.
Mientras ella —y su partido— continúan, como disco rayado, con el tema de la narcodictadura (cosa peligrosa, tomando en cuenta que un alto dirigente sale en un videíto con varios pesos pesados del narcotráfico pidiendo “la mitad para el comandante”), y promete —eso roza la ridiculez— terminar de golpe con la corrupción.
Claro, una corrupción que, en su delirio, cree que solo la cometen sus rivales políticos, porque el nepotismo y los cheques de Sedesol, para citar solo dos ejemplos, jamás existieron.
La pobreza de la campaña política es tal que no habrá debate. El pobre argumento de la señora Moncada es que ella pasa en permanente debate con el pueblo hondureño y que no se bajará de nivel a debatir con golpistas ni mandaderos de las diez familias y del bipartidismo criminal (se le olvida que ella fue ministra liberal, lo mismo que la cúpula de Libre, incluyendo a Mel Zelaya, a doña Xiomara, al excanciller Reina, a Hugo Noé Pino, entre otros que ondearon la bandera rojo-blanco-rojo), y bla, bla, bla.
Son excusas. En el fondo, es miedo a Salvador Nasralla.
Pocas campañas han sido tan vulgares y de poca monta como la actual. Basta con ver los foros de televisión, adonde llegan representantes de los partidos políticos a bajarse el canasto. Horas tras horas, días tras días en las pantallas de TV transcurren entre insultos, descalificaciones y señalamientos.
Si el propio coordinador general de Libre continúa anclado en 2009 y en la pijamada, ¿qué podemos esperar de los demás?
Lo más triste de todo es que las cosas no van a cambiar. Basta con escuchar el discurso de la presidenta Xiomara hoy, donde volvió a hablar del pasado con ese tonito que a uno lo pone a correr.
Pero ella ya va de salida. Ajá, ¿y los que están por llegar? ¿Qué ofrecen? ¿Cuáles son sus planes concretos para enfrentar problemas como el de la salud, la educación, el desempleo y la inseguridad?
¿Cuál es su propuesta cultural?
“¡Ramona!”, contestarán unos. “Bipartidistas”, dirán otros. Y así, hasta el día del silencio electoral. ¡Pobre de nosotros!
Seguirán las acusaciones mutuas de corrupción, de narcos, de mensos, lelos, feos, tu madre, la tuya, nos vemos a la salida… porque eso les permite distraernos de lo real: de su falta de inteligencia.
Yo quisiera lanzarme para las próximas elecciones. ¿Qué me detiene? Que mi segundo nombre (feo, por cierto) es Ramiro.
¡Suficiente con Ramona!