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¿Que hacer?

Julio Raudales

«Sábete Sancho, que todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas, porque no es posible que el mal sea tan durable y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está muy cerca.»

Don Quijote de la Mancha.

A pocas horas de una justa electoral histórica, creo que es crucial hacernos 3 preguntas sobre nuestra Honduras:

Sobre el pasado ¿Qué sucedió?, Sobre el futuro ¿Adónde vamos? y, -aquí lo más importante- sobre el presente ¿Qué hacer?

Sobre Qué sucedido se ha escrito mucho. Una interpretación objetiva y sobre todo útil nunca es fácil. Pero renunciando al pudor, me atreveré a escribir algunas líneas para hacer un juicio, somero si, y pretenciosamente equilibrado, con el fin de buscar alguna luz que nos permita visualizar un sendero adecuado que tomar.

De acuerdo con el Índice Global de Felicidad que publica Naciones Unidas, nuestro país ocupa el lugar 72 en un ranking de 156 naciones. Podríamos decir que no estamos tan mal, si no fuera porque somos el país “menos feliz” de Latinoamérica salvo Venezuela, 8 puestos por debajo de Paraguay y nada menos que a 31 escalones de Nicaragua (lugar 41) y a 59 de Costa Rica (lugar 13), que es, según la ONU, el país más feliz de Centroamérica y uno de los más dichosos del mundo.

¿Por qué utilizo este índice para analizar lo que sucedió? Pues, porque a diferencia de la mayoría de las mediciones que se realizan a nivel mundial, ésta se afinca en la autopercepción de los ciudadanos; pero, sobre todo, porque resulta que hace apenas 15 años, nuestro país estaba entre los primeros 30 más felices del mundo y creo que este descalabro, amerita algunas respuestas.

Es evidente que la interpretación más clara tiene que ver con la certeza que en general, los hondureños tenemos acerca de lo poco que vale nuestra voluntad, frente a una pequeña y abyecta logia de políticos abigarrados y nocivos, distribuidos ahora en al menos 3 partidos.

La forma en que desde el 2007, esa pequeña masa de energúmenos ha venido espoleando cada vez más profundamente la voluntad de aquellos a quienes deberían de defender, ha llegado a ser insoportable y, por tanto, a producir un terrible sentido de desolación que nos ha empujado al punto de querer huir de nuestra tierra.

 ¿Y que se ha hecho para tratar de revertir el entuerto? Un Plan de Nación que en teoría buscaba el desarrollo por la participación fue visto de soslayo y solo sirvió de excusa para validar un gobierno corrupto como el que más; una serie de acres violaciones hasta de lo más sagrado, así como la implementación de políticas extractivas, provistas de filosos colmillos tributarios y envenenados regalos en forma de dádivas, que solo buscan reafirmar el bienestar de unos pocos, a cambio de mantener a las mayorías adormiladas. Eso pasó.

Sobre el ¿adónde ir? para que lo pasado no retorne, se puede y debe escribir un montón. Al fin y al cabo, ya los antiguos decían que no hay viento bueno para un barco sin rumbo. Será necesario establecer con claridad de hoy en adelante, cual es la Honduras en la que deseamos que crezcan nuestros hijos, aquella en la que la gente no tenga que migrar para buscar una felicidad que no le dará su propio patio. Eso requiere de un esfuerzo profundo de construcción de dialogo de las nuevas autoridades con todos los sectores y territorios, en el afán hacerlo entre todos.

El ¿Qué hacer?, frase que inevitablemente me lleva a la inmortal novela del poeta ruso Chernyshevski, escrita en 1862 y de gran inspiración en los revolucionarios rusos de esa época y posteriores. Incluso Vladimir Lenin escribiría tiempo después un tratado homónimo.

Qué hacer, implica sobre todo recuperar nuestra mal habida democracia. Y entiéndase esto, hacerlo con eficacia, logrando que el término lleve un apellido: “Republicana” No puede haber buena democracia, es decir, democracia que funcione, si no va implícita la división de poderes, la libertad de expresión, vigilancia ciudadana y sobre todo participación.

No sigamos en la queja cotidiana que nadie escuchará. Entremos a la escala de las naciones libres y desarrolladas de la mano de nuestra ciudadanía. Pero eso implica organizarse más que escribir “memes”, comenzar a cambiar nuestros hábitos, para presionar a las autoridades a hacerlo y, sobre todo, entender que “Roma no se construyó en un día”.

La profecía de Don Quijote se cumple siempre, pero no sucederá si nos sentamos a esperar a que el viento amaine. Los mejores momentos de un país, se dan cuando más peligros acechan a los ciudadanos.

Hoy es ese momento. Vamos a trabajar y a hacer que él 2022 sea el año del inicio de un verdadero cambio para el bienestar. ¡Nadie hará por los hondureños, lo que no seamos capaces de hacer por nosotros!

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