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Puntilla definitiva a la historia y arraigo de la Cataluña taurina

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Madrid – La Cataluña taurina ha pasado a la historia después de que su Parlamento aprobara hoy la abolición de las corridas de toros en la región, un adiós a siglos de historia y arraigo en una Comunidad que en otros tiempos fue cuna y referencia mundial de «la Fiesta» de los toros.
 

La plaza de toros de Barcelona ha sido la única en los últimos años en la que se acogían espectáculos taurinos, pero la historia taurina en Cataluña se remonta casi tres siglos atrás, con toros en todas las capitales de provincias y en varias de sus localidades.

La primera corrida de toros que se acogió por primera vez en Cataluña data de 1387, durante el reinado de Juan I, y fue en Barcelona, según se recoge de forma oficial en el Archivo Histórico de la Corona de Aragón, que se encuentra en la Ciudad Condal.

Pero no fue hasta comienzos del siglo XIX cuando «la Fiesta», como se conoce ahora, pasó a tener mayor proliferación e importancia en tierras catalanas, cuando se empezaron a crear las primeras plazas de toros y celebrar las primeras corridas.

«El Torín», en el barrio marinero de La Barceloneta, nombre con el que también se le llamó, fue el primer coso importante y referente en Cataluña (inaugurado en 1834), además de otras plazas con interés taurino como Olot (1859), Tortosa (1878), Tarragona (1883), Figueres y Mataró (1894), Girona (1897), y otras como Caldés de Montbui, Vic, Cardona, Camprodón, Manlleu, Ripoll, Amposta, Manresa o Lleida.

En esa época la celebración de espectáculos taurinos se realizaban acorde a una demanda de «aficionados», por lo que era muy común la financiación por parte de ellos mismos a la hora de construir plazas de toros en la región e incluso para programar festejos, por lo que el negocio taurino se podía considerar bastante rentable.

Más aún cuando en el año 1900 nació la segunda plaza de toros en Barcelona, «Las Arenas», y catorce años después la tercera, llamada inicialmente como «Los Sports», aunque tras su remodelación y ampliación de aforo, en 1916 pasó a llamarse «La Monumental», diseñada por los arquitectos Manuel Raspall e Ignasi Mas i Morell.

Entre 1914, que nació «Los Sports» hasta 1923, que fue derruido «El Torín», Barcelona fue, y de momento es, la única ciudad que ha tenido tres plazas de toros en activo en la historia.

En 1926 surge uno de las personalidades más importantes de la historia de la Cataluña taurina, don Pedro Balañá Espinós -con el «don» se le conoció siempre, apelativo más cariñoso que protocolario por la simpatía y afecto que despertaba-, empresario de ocio, propietario de varias salas de cine, y que en ese año comenzó su andadura taurina consiguiendo la gestión de la plaza de toros de «Las Arenas», y un año más tarde, empresario de La Monumental.

Con Balañá al frente, el toreo vive su mejor época en Barcelona, sobre todo entre las décadas de los cuarenta hasta los sesenta, cuando para anunciarse en La Monumental sólo hacía falta haber triunfado anteriormente, sin contrato de por medio, mediante un «pacto entre caballeros: el que triunfa, repite».

La rivalidad de «Manolete» y Carlos Arruza en los cuarenta, y tras la muerte del primero en Linares, la de «Chamaco» y Joaquín Bernadó en los cincuenta, fueron señera durante dos décadas.

En 1965 fallece Pedro Balañá, sucediéndole su hijo del mismo nombre, pero el taurinismo en Barcelona no fue igual. Aumento del turismo, más tendencias de ocio, además de que en Cataluña no existía (ni existe) ninguna ganadería de bravo, provoca un mayor coste de los festejos, y en consecuencia, poco reclamo de los carteles.

Curiosamente entre los años cincuenta y los sesenta se inauguraron en Cataluña sus últimas plazas de toros: Sant Feliú de Guixols, en 1952, y Lloret de Mar, la más moderna, en 1965, mientras que en 1977 se inhabilita Las Arenas, pasando a ser en la actualidad un centro comercial.

El comienzo del fin del toreo en Cataluña tiene su punto de partida en 1988, cuando el Parlamento promulga la Ley de Protección animal, limitando la celebración de festejos taurinos, y también en 2004 cuando Barcelona se declara ciudad antitaurina, corriente que se extenderá por muchos municipios, provocando la desaparición a partir de 2005 de todas las plazas de toros catalanas excepto La Monumental.

Y desde hoy, también esta plaza tiene los días contados. A partir del 1 de enero de 2012, «La Monumental» cerrará sus puertas a los festejos taurinos para siempre, el punto y final definitivo al taurinismo catalán.

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