Pobreza acentuada y discorde modernidad en los 443 años de Tegucigalpa

Tegucigalpa (Especial Proceso Digital) – El rostro cada vez más brillante y moderno en algunos sectores de Tegucigalpa, que la hacen ver como una urbe del siglo XXI, no es suficientes para ocultar la cada vez mayor pobreza que registran la mayoría de sus habitantes, golpeados por las multicrisis que se han profundizado en los últimos dos años.

Tegucigalpa cumple 443 años de existencia desde que fuera fundada un 29 de septiembre de 1578 por mineros españoles.

La Tegucigalpa actual es una ciudad de luces y sombras. Un modernismo propio de la mayoría de las capitales mundiales, pero con un retraso estructural profundo, donde gran parte de sus habitantes carecen de servicios elementales como el agua potable y alcantarillados.

La capital hondureña, como el país, sufre de las carencias de servicios de salud ya que la red actual fue diseñada hace más de 40 años.

De hecho, cada año sube el porcentaje de personas que no tienen acceso al agua potable, ya que son mayoría las colonias que se erigen sin la planificación urbana mientras que las que se construyen dentro del ordenamiento municipal, tampoco reciben la calidad de los servicios que corresponden.

En el barrio el Pastel, en su parte más alta, ubicado en gemela y aledaña Comayagüela, los habitantes se quejan porque tanto las aguas negras como las potables rebalsan y les inundan. Todo en medio de una tragedia que les pone en riesgo sus vidas debido a que son territorios vulnerables que fácilmente se deslizan. Las familias de El Pastel no serían las primeras en morir soterradas, un hecho que ocurre en varios sectores de la ciudad, atravesada por fallas geológicas.

Igual ocurre con servicios elementales en sectores de la populosa colonia Kennedy, una ciudadela que, de ser modelo habitacional allá por la segunda mitad del siglo pasado, para sectores obreros y profesionales, se ha convertido en una zona en el que los modernos puentes contrastan con las ventas ambulantes, las clicas pandilleriles, la mendicidad, la venta de drogas, la desaparición de sus áreas verdes y el deterioro cada vez más notorio de sus servicios de agua potable, alcantarillado, entre otros.


La capital hondureña, como el país, sufre de las carencias de servicios de salud ya que la red actual fue diseñada hace más de 40 años, cuando Tegucigalpa y Comayagüela contaban con menos de 500 mil habitantes.

Hoy la capital cuenta con un millón 704 mil ,414 habitantes según cifras del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) al 7 de septiembre de este año, los cuales tienen necesidades de servicios de salud, educación, agua, aseo, transporte e infraestructura vial, así como recreacionales.

Espejismo

Cada vez más torres residenciales o de oficinas.

Tegucigalpa tiene en el sector norte lo más aproximado a los avances de las ciudades modernas, con altos edificios, torres de oficinas y las cada vez más abundantes torres residenciales o de apartamentos, donde se concentran los residentes con mayor nivel de ingreso en la urbe.


Además de los edificios modernos, las vías de comunicación son amplias y estables, bulevares y calles mayormente asfaltados, confiables servicios de telefonía celular, cables y redes de internet.

Igualmente, en dicha zona se concentran bares y cafés con lo más moderno, que hacen olvidar a sus clientes que alejándose un par de kilómetros de estos se encuentran una ciudad con la mayoría de la población pobre, luchando por llevar alimentos a su hogar, con calles estrechas y sucias.

Brutal realidad

Los antiguos barrios esconden una brutal realidad de pobreza y miseria.

Pero Tegucigalpa, además de la belleza de sus parajes naturales, los antiguos barrios como La Leona, Buenos Aires y La Ronda entre otros cercanos al centro histórico, esconden una brutal realidad de pobreza y miseria (llamada hoy como pobreza extrema en los manuales oficiales y de organismos internacionales) extendida.

Los ejércitos de vendedores ambulantes e informales estacionarios son visibles en toda la ciudad, ya que es la única forma de ganarse la vida para cientos de miles de personas.


El desempleo es evidente, las pocas plazas del sector industrial y comercial son insuficientes para atender la demanda de decenas de miles de jóvenes que anualmente ingresan al mercado laboral.

Con la llegada de la pandemia del COVID-19 el desempleo y la pobreza se extendieron y agudizaron visiblemente.

Los subempleados y desempleados entonces se inflaron desproporcionadamente. Las cifras a nivel nacional registradas a mediados de 2020 por el Cohep indican que casi un millón de puestos de trabajo fueron perdidos y en Tegucigalpa el impacto fue agudo.

Datos de la Cámara de Comercio e Industria de Tegucigalpa, registran más de 160 mil puestos de trabajo perdidos en el marco de la pandemia, pero de ese total un 80% lograron recuperar sus puestos.

Lo más grave de las cifras de la Cámara de Comercio es la tasa de informalidad en la capital, misma que anda arriba del 65%. Y los llamados “desalentados” (quienes desisten de buscar un empleo) es superior al 80% del total de desempleados,

Cientos de jóvenes tuvieron que dejar sus ambientes laborales para apostarle al emprendedurismo y así surgen ventas de comida, manualidades y tantos productos artesanales que les han permitido sobrevivir con lo esencial, pero, les ha disminuido la aspiración para la cual se formaron en institutos técnicos y universidades.

Además, la indigencia es cada vez más visible en la urbe, ya que en cada esquina o semáforo son varias las personas que recurren a pedir dinero a los transeúntes y conductores de vehículos.

El ejército de jóvenes limpiando los vidrios de los automóviles, otros haciendo maromas y niñas vendiendo una variedad de baratijas es otro fenómeno en crecimiento.

Igualmente son recurrentes los llamados de familias antiguamente establecidas a solicitar ayuda financiera para hacer frente a los gastos generados por problemas de salud y que son atendidos en hospitales públicos y privados. Solo que este segmento utiliza las plataformas digitales modernas para requerir la ayuda.

La pobreza aumenta innegablemente.

El golpe del COVID

La indigencia y el incremento de la pobreza han cobrado mayor fuerza.

De tal forma que Tegucigalpa ha visto como la indigencia y el incremento de la pobreza ha cobrado mayor fuerza durante la pandemia del COVID-19.

Asimismo, por concentrar la mayor red hospitalaria pública, la ciudad ha visto como miles de personas del interior del país acuden a dichos centros a recibir ayuda médica.

En el interior del país los pequeños y poco dotadas instalaciones de salud enseñan la pobreza de equipos, material y medicamentos que hace que los afectados y sus acompañantes se trasladen a Tegucigalpa.

La falta de ingresos obliga que ciudadanos salgan a las calles a pedir ayuda y llevar sustento a su casa.

La pérdida desproporcionada de ingresos hizo que miles de familias completas salieron a las calles a solicitar ayuda para sobrevivir.

Los cinturones poblacionales que bordean la ciudad sufren mayormente las secuelas de la crisis provocada por el COVID-19.

Sus habitantes solo agregaron un problema más a su lista de precariedades como la cada vez más pronunciada falta de agua potable, se abastecen de camiones cisterna mayormente, una inexistente red de alcantarillado, calles de tierra, falta de rutas de transporte, centros educativos en pésimas condiciones y otros.

Casco histórico desbordado

Los esfuerzos de sectores empresariales para recuperar el Casco Histórico de Tegucigalpa, donde se encuentra la mayor parte de la riqueza del patrimonio cultural y edificios antiguos del país, virtualmente fracasaron, ya que el centro se convirtió en una extensión de los mercados de la ciudad gemela Comayagüela.

Legiones de vendedores ambulantes se encuentran en toda el área definida como Casco Histórico y han avanzado hacia otros sectores de la ciudad. No se sabe cuál será el límite si es que lo habrá. No hay control sobre ellos.


Igualmente, los antiguos edificios del Casco Histórico se convirtieron en centros de venta de ropa y electrodomésticos de segundo uso, compitiendo con los vendedores ambulantes e informales estacionarios.

Los museos, teatros, la catedral de San Miguel y antiguas edificaciones que se ubican dentro del Casco Histórico deben coexistir con comerciantes informales.

Las aceras deshechas, los malos olores y las alcantarillas dañadas son parte del escenario en el llamado paseo Liquidámbar y sus alrededores.

Sin aeropuerto

Tegucigalpa, núcleo del Distrito Central, deberá hacer frente a otra degradación en su condición de capital en las próximas semanas cuando su casi centenario aeropuerto Toncontín deje de operar en categoría internacional, ya que sus operaciones se trasladarán a Palmerola, en Comayagua.

El aeropuerto Toncontín dejará de operar en categoría internacional.

Toncontín le ha dado esa distinción de urbe al tener la infraestructura aeroportuaria, pero ahora se carecerá de ello.

En voz del líder empresarial capitalino, José Luis Rivera en su condición de presidente de la Cámara de Comercio e Industrias de Tegucigalpa (CCIT), con la pérdida del aeropuerto, Tegucigalpa pasa a ser “relegada a un segundo plano”.

La pérdida del aeropuerto se suma a que Tegucigalpa fue de las pocas capitales mundiales que carecieron de un ferrocarril, el sueño frustrado de Honduras.

Estatua de San Miguel Arcángel, patrono de Tegucigalpa.

Así discurre la realidad en la antañona capital hondureña que celebra su día conmemorado a San Miguel Arcángel, su patrono.  

En exactamente dos meses, Tegucigalpa volverá a estar en ebullición cuando el 28 de noviembre el país entero celebre elecciones generales y la ciudad de nuevo será el centro donde se desarrollen la mayoría de las actividades políticas. El país y la ciudad tendrán nuevas autoridades, pero su realidad y sus viejos males permanecen, la indiferencia es lo más palpable en la capital de los hondureños. (PD)

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