Miami, (EEUU) – El público estaba aplaudiendo el final de la ópera “Otello” en el Royal Opera House de Londres el 27 de octubre de 1992 cuando una voz me llamaba desde el pasillo de mi fila de butacas preferentes.
“Señor García, el señor Plácido Domingo quiere verlo en su camerino, sígame”.
Seguí a la asistente personal del famoso tenor español por los laberintos del sótano del también llamado “Covent Garden” y al final alcanzamos el camerino de Domingo que todavía seguía maquillado como el celoso rey moro Otello.
Plácido Domingo quería seguir con la entrevista que teníamos pendiente de terminar, cuando nos interrumpió la presencia en el camerino del Príncipe Carlos y su esposa, la princesa Diana de Gales, majestuosa, elegante y guapa ella. El, anodino.
Domingo me presentó a los dos y yo me hice a un lado para que siguieran platicando ellos y escuché como la Princesa Diana felicitaba a Domingo por su actuación en la famosa ópera basada en una obra de Shakespeare.
Luego los Príncipes de Gales acudieron al escenario, con el telón ya bajado, para saludar, uno por uno a todo el elenco, incluyendo a la soprano neozelandesa Kiri Te Kanawa, que había hecho el papel principal femenino de la ópera, Desdemona.
Antes de comenzar la ópera, los había visto sentarse en el balcón real, pero no esperaba verlos en el camerino de Domingo.
La Princesa Diana opacaba a su esposo y todas las miradas del patio de butacas iban hacia ella, que estaba vestida con un impresionante traje de noche amarillo y azul, colgado del cuello, con los hombros al desnudo.
Esa fue el último acto oficial de los Príncipes Gales juntos, ya que en diciembre el Primer Ministro, John Major, anunciaba oficialmente que se iban a separar “amigablemente”.
Los Príncipes de Gales se divorciaron en 1996, después de varios años de mutuas infidelidades, aireadas de forma escandalosa por la prensa popular británica.
El 31 de agosto de 1997, ella murió en un misterioso accidente de autos en Paris, junto a uno de sus amantes, Dodi Fayed, hijo de Mohammed Al-Fayed, propietario del Hotel Paris Ritz, donde se habían hospedado y de los famosos almacenes Harrods de Londres.
Domingo convirtió su “Otello” en uno de los roles más emblemáticos de su larga carrera operística en la que se incluyen más de 190 papeles en diferentes obras. Además, ha grabado más de cien álbumes de óperas completas.
Conocí a Domingo en Washington en los años ochenta, cuando yo era el director de la agencia española de noticias EFE para Estados Unidos y Canadá y el tenor hacia una gira americana con la “Antología de la Zarzuela”.
Domingo aparcaba por unos meses sus roles en óperas para cantar en un género menor, como es la zarzuela, pero él lo hacía como un homenaje a sus padres, Placido Domingo Ferrer y Pepita Embil Echaniz, que desarrollaron su carrera de cantantes de zarzuela en México.
Fue en México, junto a sus padres que Domingo comenzó a dar sus pinitos en la música, primero como pianista en locales nocturnos y luego en el coro de presentaciones de zarzuela.
Domingo fue muy precoz en su carrera musical y en su vida personal. A los 16 años se escapó de casa con su novia Ana María Guerra, con la que se casó luego y para divorciarse un año después, tras un hijo.
Y a los 21 años se casó con la soprano Marta Ornea, con la que sigue casado más de 50 años después y dos hijos.
Domingo ha sido polifacético en su carrera. Además de la ópera, ha grabado música popular, como boleros y rancheras.
Tal vez su mayor éxito a nivel mundial fueron los conciertos que dio como “Los Tres Tenores”, junto al español José Carreras y el italiano Luciano Pavaroti en las vísperas de los campeonatos mundiales de futbol en Roma (1990), Los Ángeles (1994), Paris (1998) y Yokohama, Japón (2002).
El concierto de Los Ángeles fue transmitido en vivo a más de 1,300 millones de televidentes en todo el mundo y el álbum que se grabó fue el más vendido de música clásica de todos los tiempos.
Domingo tiene actualmente 75 años y sigue activo como cantante de ópera y director de orquesta. En 2010 fue operado de un cáncer de colon.
