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Petición de perdón de Noriega divide a Panamá y reabre heridas

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Panamá – La petición de «perdón» expresada por el exgeneral Manuel Antonio Noriega a los panameños tras de 26 años de silencio, por las atrocidades que cometió su dictadura militar, causó hoy división de opiniones y reabrió heridas en el país centroamericano.

El diputado Javier Ortega, del Partido Revolucionario Democrático (PRD), primera fuerza en el Parlamento, dijo a Efe que el gesto de Noriega es rechazado «por gente con rencor», que «quieren ver sangre, quieren verlo revolcarse en el piso, llorando» y hay que reconocerle «que él no es un soplón, se aguanto 26 años sin decir tal civil o tal estadounidense me apoyó, guardó silencio solito».

Consideró que «es lo mejor que Noriega termine sus últimos días en su casa, abrazando a sus nietos, él no va a formar ninguna revuelta, sabe que le queda poco tiempo de vida».

Ortega dijo que «nunca» ha visitado a Noriega en su celda de la cárcel Renacer, «pero con lo que le escuche ayer, creo que lo voy a ir a ver cualquier día de estos».

«No le den casa por cárcel, el tuvo cerebro para hacer tantas cosas malas», clamó en el canal Telemetro Karina Ortega, hija del asesinado teniente Ismael Ortega, una de las víctimas de la «Masacre de Albrook» del 3 de octubre de 1989, cuando fracasó una intentona de deponer al entonces «hombre fuerte» de Panamá.

Con sus 82 años a cuestas, semiparalizado, pero lúcido, Noriega hizo el miércoles al canal Telemetro una «declaración» informal escrita a mano en la que pidió perdón por él, sus superiores y sus subalternos por los abusos que cometió la dictadura militar de 1968 a 1989 y se negó a contestar las preguntas que se le formularon.

Pero en un gesto calculador, al final dejó la puerta abierta a «seguir hablando», lo que ha sido interpretado por varias de las víctimas de sus atropellos como una «maniobra inteligente», así lo analizó Eidy Muñoz, hija del sargento Feliciano Muñoz, que también cayó por alzarse contra el «MAN», como se le conoce, para negociar su excarcelación o «depósito domiciliario».

El arzobispo de Panamá, José Domingo Ulloa, fue ponderado hoy al expresarle a los periodistas que la acción de Noriega de pedir perdón es «un primer paso, valiente», que hay que verlo con ojos de cristiano, pero advirtió que se necesitan más muestras de arrepentimiento, como la necesidad de saber que pasó con los desaparecidos y asesinados.

«La verdad» es la que esperan los panameños sobre dónde está la cabeza del médico guerrillero Hugo Spadafora, víctima de lugartenientes de Noriega en 1985 y que lo acusó de narcotraficante; lo mismo la esperan la familia del cura colombiano Héctor Gallego, desaparecido hace 45 años en las montañas de la provincia central de Veraguas luego que fue apresado por los militares a órdenes del dictador Omar Torrijos.

Noriega era el jefe de inteligencia y espionaje de Torrijos (G2) y era un reconocido agente de la CIA estadounidense especializado en operaciones de contrainteligencia, que en su momento estelar hizo un manual para enseñarle a sus colegas de otros países.

Hasta el expresidente panameño Ricardo Martinelli (2009-2014), en EE.UU. desde enero pasado mientras en Panamá lo investigan por corrupción, dio su opinión por la red social Twitter.

«Creo que Manuel Antonio Noriega a sus 81 años debe tener país por cárcel. Un hombre arrepentido debe tener un país que lo acepta y perdona», afirmó Martinelli, cuyo Gobierno lo recibió en 2011 cuando fue repatriado de una cárcel de Francia y rechazó todos los pedidos de depósito domiciliario por razones de salud presentados.

El hijo homónimo del mayor Moisés Giroldi, quien encabezó el alzamiento del 3 de octubre de 1989 y fue fusilado, supuestamente por orden directa del general, que era su compadre, declaró a periodistas que «no le tengo rencor, pero si quiere cerrar el círculo tiene que hablar con nosotros».

Las familias de más de cien desaparecidos y asesinados durante la dictadura militar, listada por la Comisión de la Verdad del Gobierno de la expresidenta Mireya Moscoso (1994-1999), esperan lo mismo.

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