Acostumbrados a autodenominarse “el cuarto poder”, el periodismo y los periodistas hondureños no se acoplan a la idea de la autocrítica, mucho menos a la reflexión pausada del por qué y para qué del Periodismo; no obstante, los acontecimientos de hace una década matizados por las amenazas a la libertad de expresión, las intimidaciones, el chantaje y el asesinato de periodistas, propician un clima para comenzar a abrir el debate.
Nunca la labor del periodismo y del periodista ha estado en alto riesgo como ahora. La trasgresión a los límites de la libertad de expresión, ha dado paso a su abuso y libertinaje, pero nadie, ni la academia, incluso, se atreve a poner los límites entre una cosa y la otra. La doctrina humanitaria establece muy bien qué es libertad de expresión y qué no lo es, aunque en el caso hondureño, a la Corte Interamericana de Derechos Humanos se le olvide también la propia doctrina que le ha dado jurisprudencia.
De ahí que no sea fácil hablar de Periodismo, periodistas y libertad de expresión en Honduras, lo cual no es una justificación para no abrir la discusión en el juego de las ideas, el respeto y la libertad de pensamiento y opinión.
Datos recientes proporcionados por el Colegio de Periodistas de Honduras, indican que existen en el país un poco más de 2,500 periodistas registrados por ese organismo, un número que en la práctica puede resultar mayor, como síntoma de la demanda social que pueda existir al respecto.
El Colegio de Periodistas de Honduras y la Asociación de Prensa Hondureña, son las dos instituciones gremiales que velan por el ejercicio del periodismo hondureño, con ámbitos y radios de acción diferentes.
Llegó el momento de liderar No obstante, ante los últimos acontecimientos en contra del periodismo y los periodistas, marcados por el asesinato de comunicadores sociales, estos entes han sentido la impotencia de verse rebasados por la fuerza de los hechos. Los informes que al respecto tienen de los casos—sí los tienen—deberían ser la punta de lanza para retomar el liderazgo acerca de la necesaria autocrítica en el periodismo y el ejercicio ético de la prensa y los periodistas. Sus líderes deben ser conscientes que ha llegado el momento de hacerlo.
En el espacio que debe abrirse para la autocrítica del periodismo hondureño, se encuentra de manera obligada las relaciones entre el periodismo, los periodistas y la política; un tema muy escabroso en el país porque también se “saltan los límites”. |
Algunos puntos para el debate Los espacios de reflexión y autocrítica deben pasar también por la formación del periodista. ¿Con qué autoridad puede hablar un periodista como si estuviera dando una cátedra, cuando el uso del lenguaje es deficiente, cuando no puede construirse adecuadamente una serie de ideas entendibles y que puedan transmitirse de forma coherente?, es una pregunta para el debate que empieza a tomar eco en eventos internacionales de periodismo. Cuando no se tiene una formación adecuada, es más fácil que el periodista caiga en imprecisiones, y éstas a veces son fatales en el mensaje a transmitir. No es lo mismo escuchar el nombre del país, Honduras, en la radio y la televisión, que escribirlo “sin H” en la prensa de papel y digital, por ejemplo.
El periodismo hondureño, como el latinoamericano en su acepción más amarillista, presenta con mucha frecuencia obscenidad de algunos hechos, que no son obscenos por pornográficos, sino por violentos o porque hace un juego permanente de elogio a lo frívolo. El vedettismo y la frialdad que se está imponiendo entre algunos sectores periodísticos, impiden que fluya la información, el análisis, la opinión o la investigación, haciendo que muchas de las jóvenes generaciones olviden que el Periodismo se centra en hacer bien su trabajo, no en construir vitrinas imaginarias de ciencia ficción. El periodismo, como bien afirma el maestro de la ética periodística latinoamericana, el colombiano, Javier Darío Restrepo, es una profesión apasionante, pero si sólo la mueve la emoción, está lejos de cumplir su cometido; si a ésta se aúna el conocimiento, entonces el resultado puede ser realmente importante. Finalmente, la honestidad es sin duda un eje básico y trascendental en este debate frente al cual se encuentra el Periodismo hondureño; rehuírlo no solo constituye cobardía, sino una traición a la democracia y a la esencia misma del periodismo. En el Día del Periodismo hondureño, el buen periodismo que existe en el país, debe celebrar con orgullo esta fecha, reafirmar su compromiso por la excelencia periodística y marcar distancia, porque el periodismo no es ni el carnaval, ni la cámara de los horrores, mucho menos el museo de las figuras de cera, como sostiene en su decálogo, el extinto periodista, Camilo José Cela, premio Nóbel de Literatura en 1989. |