Patrimonio en jaque

«Sin gente no hay cultura; sin cultura no puede haber sociedad», así de simple y categórica se manifestó recientemente la directora general de la Unesco, Irina Bokova, en una reunión sobre la destrucción del patrimonio cultural sirio a causa de la guerra.
 

No es el único caso, siempre que las armas hablan, entre las bajas acaba figurando la riqueza cultural de un país o de un pueblo, a veces como daño colateral y otras como objetivo.

Proteger la riqueza histórica en situaciones de crisis humanitarias como las que origina una guerra puede parecer «secundario» pero no hay opción entre decantarse por una cosa u otra , «la protección del patrimonio es una tarea inseparable de la protección de la población, porque el patrimonio consagra los valores e identidades de un pueblo», aseguró Bokova hablando de Siria, aunque esto puede aplicarse a cualquier otro lugar.

Pero no solo se trata de destrucción, sino también de pillaje y robos que pueden ser, en ocasiones, obra de individuos que ni siquiera son conscientes del daño que causan. Pero muchas otras son responsabilidad de bandas dedicadas al tráfico ilegal, práctica prohibida por convenciones internacionales, pero que nutre el mercado negro internacional del arte.

Recientemente, la Unesco ha coordinado acciones para preservar el patrimonio en tiempo de conflicto en Mali, Libia e Iraq, ahora le toca el turno a Siria, pero en estos países, como en otros a lo largo de la historia reciente, no siempre es fácil ni posible.

El patrimonio cultural sirio se encuentra «entre los más preciosos del mundo islámico» y Bokova ha pedido a las partes implicadas que lo salvaguarden y tomen «todas la medidas posibles» para evitar una mayor destrucción, mientras la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) estudia un plan de acción para evitar pérdidas adicionales donde y cuando sea posible.

La Unesco tacha de catástrofe el nivel de destrucción del patrimonio. El zoco de Alepo incendiado, el minarete de la mezquita de Umayyad destruido, se han robado estatuas del museo de Hama y unas 30 obras de arte del de Maarrat; hay yacimientos arqueológicos convertidos en «campo de batalla» y la excavación ilegal de enclaves, como Apamea, hacen que sea uno de los más diezmados, en opinión de los expertos.

Siria alberga seis lugares Patrimonio Mundial que han sido inscritos en la «Lista en Peligro» debido al riesgo que corren por la situación en el país: la Ciudad Vieja de Alepo, la Ciudad Vieja de Damasco, la Ciudad Vieja de Bosra, el Crac de los Caballeros y Qal’at Salah Al Din, el Sitio de Palmira y las aldeas antiguas del norte de Siria.

patrimonio002«Hablamos de un patrimonio milenario que es la clave de la cohesión de una nación y de su capacidad para reconstruirse», asegura la directora de la Unesco.

La convulsa situación en Egipto, guardián de una de las culturas más ricas e increíbles de la historia de la Humanidad, tampoco ha dejado al margen sus preciados tesoros.

A mediados de agosto, la Unesco alertó de que unas semanas antes unos ladrones entraron en el Museo Nacional de Malawi, en la ciudad de Menia, 225 kilómetros al sur de El Cairo, donde rompieron y quemaron hasta 50 objetos y unas mil obras de arte.

Monedas, joyas, estatuas, desde el principio de la historia egipcia hasta la época islámica, han desaparecido.

Se trató de un «daño irreparable a la historia e identidad del pueblo egipcio», en palabras de la máxima responsable de organismo internacional, que trabaja con las autoridades del país y con organizaciones como Interpol, para luchar contra el tráfico ilícito de esos bienes y las pesquisas han comenzado a dar sus frutos.

Tras año y medio de conflicto armado, el pasado junio los rebeldes de Mali firmaron un alto el fuego con las autoridades. Un enfrentamiento que supuso una «amenaza crucial» para el valioso patrimonio cultural del país.

La sin par colección de manuscritos de Tombuctú (norte del país), centenarias mezquitas y santuarios han sufrido serios daños, si bien ya en febrero de este año las autoridades y la Unesco establecieron un plan de acción para resolver la situación.

Los grupos radicales islámicos que se hicieron por la fuerza con las provincias septentrionales de Tombuctú, Gao y Kidal, en el 2012, lanzaron una cruzada contra todo edificio que consideraban nacido de tradiciones heréticas.

Los famosos manuscritos de Tombuctú sufrieron un daño irreparable, 4,200 de ellos fueron robados o quemados. En esta ciudad, según la Unesco, se conservaban unos 300,000 manuscritos en colecciones privadas y públicas, muchos de los cuales datan de entre los siglos XIII y XVI y tratan de cuestiones religiosas, matemáticas, medicina, astronomía, botánica, música, literatura, poesía o arquitectura.

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Además, 14 santuarios de Tombuctú, algunos declarados Patrimonio de la Humanidad, resultaron destruidos, pero Bokova aseguró el pasado junio que estos últimos serían reconstruidos y reiteró la importancia del patrimonio como «medio para la reconciliación y el desarrollo del país».

Muchos otros países engrosan la lista de pérdidas irreparables de su patrimonio, pero quizás el caso más recordado es el la destrucción, en el 2001, de los budas gigantes de Bamiyán, en Afganistán, de los siglos III y IV, que tenían 55 y 36.5 metros de altura, respectivamente, por miembros del régimen talibán.

La destrucción de las figuras de Buda, para lo que se emplearon misiles antiaéreos, tanques y dinamita, fue consecuencia de un edicto del líder religioso de los talibanes, el mulá Mohamed Omar, para evitar la adoración de ídolos falsos. De nada sirvieron los llamamientos de la comunidad internacional encaminados a salvar ambas estatuas.

En la actualidad existen planes para la reconstrucción parcial del nicho de una de las estatuas y la consolidación del otro, pero no de las estatuas, cuya imagen podrá ya solo conocerse en antiguas imágenes de televisión.

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