Tegucigalpa – Las maras o pandillas que operan a lo largo y ancho del triángulo norte de Centroamérica que conforman Guatemala, El Salvador y Honduras, son parte de los nuevos objetivos estratégicos de las fiscalías de esos países que las designaron como organización criminal transnacional y se aprestan a asestar nuevos golpes como los dados recientemente a uno de esos grupos en San Salvador y Tegucigalpa.
La lucha no será fácil. Será una especie de David contra Goliat como dijo recientemente el fiscal hondureño, Óscar Fernando Chinchilla, para dimensionar el trabajo que realizan en contra de la criminalidad común, organizada y los delitos de cuello blanco, así como los crímenes emblemáticos.
Las estrategias deberán ser coordinadas y de alto impacto. De ahí que el primer hecho a resaltar por estas tres fiscalías que integran una de las zonas más inseguras del norte de Centroamérica, fue reconocer que las maras o pandillas son una estructura criminal, que, por diversos factores, han establecido su dominio, en forma directa o indirecta, sobre zonas urbanas y/o territorios, en los cuales han sometido a grandes segmentos de la población contaminándoles con los efectos nocivos que derivan de los diferentes rubros de su operación criminal.
Los fiscales Thelma Aldana (Guatemala), Fernando Chinchilla (Honduras) y Douglas Meléndez (El Salvador) se refieren así en su declaración conjunta al poder de las maras o pandillas capaces de montar una estructura paralela al Estado para montar su propia red económica y de comercio a base de la ilegalidad y de la mano de la intimidación y la extorsión.
Unos 100 mil pandilleros
Datos oficiales de organismos de Naciones Unidas y de otros entes especializados indican que al menos en el triángulo norte, las maras o pandillas podrían andar entre 80 o 10 mil integrantes en conjunto, siendo El Salvador el que tiene el mayor número, alrededor de 70 mil, de los que 16 mil estarían en prisión, pero gobernando desde ahí.
En Guatemala se estima que los pandilleros serían unos 18 mil y en Honduras cerca de 36 mil. Son según expertos en seguridad y de revistas especializadas como Foreing Policy o InSight Crime, grupos criminales con una capacidad de metamorfosis para pasar de pandillas callejeras a organizaciones criminales con control político y territorial.
Así de potentes y de organizadas son las maras o pandillas que operan en el triángulo norte, en particular la Mara Salvatrucha (MS-13) y la Pandilla o Barrio 18 que son las más fuertes y han desarrollado esquemas de comunicación y delimitación de territorios impensables.
En El Salvador, por ejemplo, existen zonas en donde el transporte urbano tiene sus propios límites de operación: no entran a determinado territorio sino cuentan con el aval del líder de la clica o célula de la pandilla.
Los relatos periodísticos de la prensa salvadoreña, revelan que existen zonas en donde los ciudadanos salvadoreños tienen que moverse con identidades falsas de un barrio a otro para poder visitar parientes o amistades a fin de que las maras no los detecten o identifiquen que vienen de un “territorio enemigo”, declarado por ellos.
Historias similares
En Honduras, las historias son similares. Las maras han delimitado también sus zonas de operación y hay sitios de disputa permanente porque son estratégicos para pasar de un lado a otro y eludir a la mara contraria o a la autoridad.
Las historias de El Salvador, las de Honduras y las de Guatemala son similares, con algunas particularidades propias de la idiosincrasia de los países, pero en ambos lados las autoridades están claras que están frente a grupos que hace tiempo dejaron de ser callejeros, para volverse más organizados y dedicados al llamado narcomenudeo de la droga o el trasiego de armas.
Uno de los rubros que ha enriquecido a las maras o pandillas es el de la extorsión o mal llamado impuesto de guerra. En los tres países las cantidades de dinero que mueven no son nada despreciables y mientras en algunas regiones operan casi autónomamente, en otros lo hacen en complicidad con la autoridad.
En El Salvador el caso de las pandillas es bastante singular, ellas operan desafiando al Estado y cuando suscribieron una ilegal tregua con el gobierno del ex presidente Funes, lo hicieron a cambio de numerosos privilegios, entre ellos mayor autonomía para sus líderes en las cárceles y ahora la fiscalía investiga si a cambio de la tregua, el gobierno también les pagó como han declarado algunos de ellos.
Empresarios del transporte salvadoreño han dicho que ellos le hacen más caso a un mandato de la mara que a la autoridad. Si ellos ordenan que un bus no deba salir un día, obedecen, o si dicen que un conductor no debe trabajar más, lo despiden, porque los jefes de las maras no amenazan, actúan.
En Honduras esos escenarios se empiezan a replicar, ahora es común ver buses incendiados porque no pagaron el impuesto de guerra o por pleito de territorios, según las autoridades, que incluso se atreven a insinuar que en esa disputa existen también empresarios-pandilleros que han incursionado al negocio.
Pero a diferencia de El Salvador -al menos por ahora- las maras hondureñas han operado en complicidad con autoridades, en este caso policías, cuya institución ahora está sometida actualmente a un fuerte proceso de depuración por sus vínculos con la criminalidad común y organizada.
El aliado que no podía faltar
En Guatemala, la presencia de las maras también se hace sentir y recientemente en la región de Chinautla, los vendedores del mercado Jocotales, se vieron forzados a cerrar por el cobro de la extorsión de los pandilleros. Pero su protesta duró poco, cuando abrieron nuevamente sus tiendas algo había cambiado: había colocado en algunos puestos un distintivo, símbolo de que habían pagado.
Así lo reportó la prensa guatemalteca, al indicar que el distintivo que habían puesto en señal de pago a los extorsionadores, fue la bandera de Guatemala, versión que corroboró después la policía.
Las maras o pandillas se volvieron así en estructuras peligrosas. En Honduras y El Salvador, las fiscalías han otorgado fuertes golpes a sus estructuras al desarticular importantes redes de negocios utilizados para el presunto lavado de dinero y otras acciones. El grupo más afectado ha sido la MS-13 que El Salvador ha sido designado como grupo criminal transnacional por Estados Unidos.
Los golpes otorgados a la MS-13 mediante la Operación Avalancha en Honduras y la Operación Jaque, en El Salvador,además de dejar entrever el emporio económico que han construido, también han permitido evidenciar los nexos políticos a nivel de gobiernos locales. Es el grupo más estratégico que ha logrado disimular su metamorfosis, según los expertos.
Uno de los acuerdos a que llegaron las tres fiscalías del triángulo norte fue precisamente indicar en su declaración que además de identificar el modus operandi, sus particularidades operativas, sus roles y funciones, priorizarán sus objetivos de combate para evitar que sigan desestabilizando la seguridad de la región.
Las Fiscalías de los tres países del triángulo norte, en un esfuerzo de unificación no solo van a generar análisis delictivos, mapas geo referenciales de regiones fronterizas, también cruzarán datos y desplazarán sus equipos técnicos e investigativos para obtener resultados certeros.
Para ello contarán no solo con la cooperación del Centro Antipandillas Trasnacional que opera en El Salvador, también de la comunidad internacional, en especial Estados Unidos que parece estar dispuesto a impedir que su aliado estratégico en el centro de las Américas se les vaya de las manos y pierda su gobernabilidad.
Se estima que de los 17,422 homicidios que ocurrieron en el 2015 en los países del triángulo norte, la mayoría fue producto de la violencia e inseguridad que generan las pandillas, aparte del crimen organizado. Inicia así en estos países la guerra entre David y Goliat.