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Nuevos liderazgos asumen conducción política en Centroamérica

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Tegucigalpa.- La asunción del presidente Juan Carlos Varela, en Panamá, sella el proceso electoral en Centroamérica, al asumir nuevos liderazgos políticos la conducción de la región que también presenta, por primera vez, un balance entre fuerzas políticas conservadoras, de centro, de izquierda y de centroizquierda. Nicaragua es el único país que no encaja en estos liderazgos.
 

Juan Carlos Varela, quien antes de su asunción era el vicepresidente de Panamá y se distanció de Ricardo Martinelli, tras fuertes divergencias, asume la conducción de la nación canalera con el reto de mantener el crecimiento económico y seguirla haciendo una zona que continuará su política de economía de servicios con un canal modernizado, entre los principales puertos marítimos el istmo.

Varela, no obstante, tendrá a lo interno a un ex presidente Martinelli que anunció que retornará al poder, lo que significa que tendrá un permanente opositor político que le contará las costillas a su gestión.

De tendencia conservadora, Juan Carlos Varela, tiene un buen carisma político que le puede abonar en su estrategia de acercamiento un poco más a lo interno del istmo centroamericano, donde los panameños no terminan de verse integrados.

La centroizquierda tica

A Juan Carlos Varela, de 50 años, le sigue siempre en el sur de Centroamérica, el presidente de Costa Rica, Luís Guillermo Solís, de centro izquierda que ha comenzado dando sorpresas como el anuncio de no querer ver su foto o su nombre en las placas que usan en las inauguraciones de obras públicas.

También se ha declarado un ferviente activista a favor de los derechos de la diversidad sexual al grado que izó la bandera de estos grupos en la casa de gobierno, mientras ha sido claro que no podrá cumplir una de sus promesas de campaña relacionada con la reducción en las tarifas de energía eléctrica hasta dentro de 18 meses, debido al dispare de los precios de los combustibles en el mercado internacional.

Luís Guillermo Solís, de un poco más de 50 años, busca desde sus posturas en su país coger poco a poco cierto liderazgo en el istmo, que pasará por cómo logre mejorar las tensas relaciones con Nicaragua, el otro país que conforma el bloque del sur de Centroamérica.

El izquierdismo de Ortega

En Managua, el gobierno del izquierdista presidente Daniel Ortega afina cada vez más su modelo político de gobierno mediante la cooptación, al lograr pactos con el sector privado sin tocar a fondo sus grandes intereses, reformar la constitución, la ley de la policía, más poder a los militares, la censura a la prensa, entre otras señales que le permitan mantener una “revolución que ya no es revolución”, según los analistas.

El presidente Ortega, que cada vez se le ve menos en los actos regionales centroamericanos e incluso en los sudamericanos, busca para sellar su estrategia de cooptación la gracia de la iglesia católica, con quien fracasó un diálogo cuando los obispos le pidieron menos autoritarismo, más inclusión de los pobres y más democracia.

La juventud de Hernández

Cayendo ya al norte de Centroamérica, se encuentra Honduras que tiene al frente la conducción del presidente Juan Orlando Hernández, quien busca con su juventud, dinamizar el país en medio de la avalancha de problemas económicos, fiscales y sociales que le han caído en seis meses.

Hernández es el presidente más joven en la historia de Honduras, y uno de los gobernantes más jóvenes que ha tenido el istmo centroamericano, ya que el más joven ha sido el salvadoreño Francisco Flores, de 33 años, y a quien hoy busca la justicia de su país por presuntos actos ilícitos.

En el caso de Hernández, asume el país en una etapa aún de transición tras la crisis política de 2009, pero ha logrado terminar de sellar algunos recelos que tenían hacia Honduras algunos países sudamericanos como Ecuador, Venezuela, Argentina y la caribeña isla de Cuba. Hernández empieza a pulsarse en este tinglado de la política internacional.

El ex guerrillero Sánchez Cerén

Siguiendo en la ruta del llamado triángulo norte de Centroamérica, se encuentra El Salvador cuya conducción la asume por segunda vez consecutiva el FMLN de la mano del ex guerrillero Salvador Sánchez Cerén, que ha iniciado una estrategia de acercamiento con la izquierda y la derecha, a lo interno y a lo externo de su país.

Sánchez Cerén parece que aspira a ser recordado en la región como un gobernante moderado, que busca a lo interno el consenso en vista que su triunfo no fue arrollador, ese país, al igual que Venezuela está partido por la mitad, pero es claro que Sánchez Cerén no quiere llevar a El Salvador a la reedición de viejos conflictos pasados, pues sabe muy bien el costo de la guerra, al vivirlo en carne propia.

El estilo de Otto Pérez

En la punta del triángulo norte se encuentra Guatemala, conducida por el ex militar Otto Pérez Molina, que ha dado los más fuertes golpes en la lucha contra las drogas en Centroamérica con desmantelamiento de carteles y extradiciones, entre ellas la del ex presidente Alfonso Portillo, extraditado a Estados Unidos por delitos de corrupción.

Pérez ha dado muestras de ser un gobernante de mano dura y de llamar la atención de Washington, al concitar el interés de funcionarios de ese país luego que propusiera la despenalización de la droga y lograr una buena acogida en la gran mayoría de países latinoamericanos, no así en Centroamérica donde no ha podido obtener unanimidad al respecto, ni mucho menos empujar como bloque esta opción a la lucha contra las drogas.

Pérez es de tendencia conservadora y aunque faltan dos años para elegir un nuevo presidente en ese país, busca mantener controles institucionales de cara a los próximos comicios ante una Guatemala fraccionada por el multipartidismo político, tantos que unos mueren con la misma facilidad con que nacen otros, volviendo complejo el panorama de la gobernabilidad.

Planteados estos estilos y formas políticas de los nuevos gobiernos centroamericanos, los que conforman el bloque del triángulo norte tienen problemas en común como la migración y la inseguridad, además del crimen organizado. Habrá que esperar cómo se mueven en esta dinámica para propósitos comunes que permitan amortiguar estos problemas.

Mientras en el bloque del sur, donde los temas de inseguridad parecen ser menos intenso que en el bloque del norte, los nuevos liderazgos, junto a Ortega, empiezan a afrontar lo que Guatemala, El Salvador y Honduras empezaron a vivir hace más de una década: el avance sigiloso pero veloz de la criminalidad organizada que busca en estos países del sur, sentar sus paraísos para el almacenaje de drogas y el lavado de activos, dos de las grandes ramificaciones con que opera en Centroamérica el crimen organizado.

Así, los nuevos liderazgos centroamericanos deberán enfrentar problemas comunes no solo de economía y pobreza, también de inseguridad y violencia en menor o mayor grado ante el avance de la criminalidad transnacional, a la que debe sumarse un problema común e imperceptible para ellos porque no reditúa ganancias políticas: los efectos del cambio climático y su impacto en la agricultura y el medio ambiente.

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