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Nuestros primeros 100 años

José S. Azcona

Celebramos los 200 años de independencia.  Para esta celebración quiero compartir con Uds. los avances del proceso de creación de la Colección Erandique, proyecto que busca rescatar la historia hondureña durante su primer siglo de vida republicana.  Les quiero compartir algo de lo que he aprendido de este proyecto.

Honduras nació, literalmente, sin letras propias.  La primera imprenta fue traída al país por el gobierno federal en 1830.  Anteriormente a esto, no existe nada publicado en el país.  Ya para este tiempo las consecuencias de la primera guerra civil federal (1826-9) habían resultado en la quema y destrucción de Comayagua, creaban condiciones poco propicias para el desarrollo de las letras propias.

La segunda (y ultima) guerra civil (1837-40) destruyo, no solo los avances de la década de paz federal, sino también los restos del comercio e instituciones coloniales.  Al declarar la independencia absoluta, las condiciones de un país sin educación, identidad, poco poblado, y con escasa infraestructura eran extraordinariamente malas para construir una nacionalidad.

Pero esta se fue logrando.  Estudiando la historia del siglo XIX, aunque acompañada de espantosa violencia civil, se ve el progreso en ir construyendo gradualmente un sentido de país. Derrotando el filibusterismo, resistiendo pretensiones anexionistas, comenzando a construir un sistema de educación pública.  Adicionalmente, la agricultura (banano, principalmente) y la minería tuvieron un crecimiento enorme, desarrollándose el país como imán de inmigrantes de todo el mundo (la única prueba real de la imagen de una tierra prometedora).

Para 1921, al cumplirse nuestro primer siglo de independencia, los logros del siglo anterior fueron considerables.  En términos relativos, el nivel inicial de atraso (que era excepcional) se había revertido en algunas áreas.  En la producción minera y agrícola es país tenia dos rubros robustos de crecimiento.  Si bien la violencia civil no había terminado (faltaba la guerra civil de 1924, la mas destructiva y sanguinaria de todas), la conciencia del respeto a la ley iba avanzando. 

Esta es la historia que pretendemos recoger.  Una nacionalidad forjada por el fuego.  Una patria invadida u ofendida repetidamente por sus vecinos (mas poblados y desarrollados) y por las grandes potencias.  Timada por financistas y burócratas inescrupulosos para sacrificar su futuro financiero con un proyecto quimérico, como era el ferrocarril interoceánico y otros.  Y unos líderes que se “echaban al monte” a pelear confundiendo su dignidad personal con la de la patria.

Pero esta no es toda la historia.  Vemos una patria que, aunque recibió ofensas nunca abandonó su dignidad, que resistía intentos de oprimirla del exterior sin perder la capacidad de abrir sus puertas a personas de todo el mundo.    En estos tiempos que se reevalúan los hechos históricos para ver responsabilidades de agravios cometidos contra otros, en este periodo nuestra patria es inocente y nos podemos sentir orgullosos de ello.

En lo interno, fue tolerante, nunca creo leyes de vagancia ni expropio ejidos para incorporar al campesino a la fuerza a un sistema feudal (disfrazado de capitalista), evitándose las oligarquías opresivas de los países vecinos.  Al abrazar parcialmente la identidad indígena (la moneda nacional se denominó Lempira en 1926), nos abría la puerta a un mestizaje cultural mas inclusivo que los vecinos (solo ver a quien celebran sus monedas). Conocer esta historia es fascinante, y nos ayuda a entender el presente.  Mantener nuestra dignidad sin oprimir a otros, junto con puertas abiertas y tolerancia para los que piensan distinto.  Aprender lo mas posible, y ayudar a otros a educarse.  Saber que venimos de orígenes humildes, pero esta en manos nuestras construir la grandeza.  Estas son las lecciones de nuestro primer centenario, y son guía y tarea para el tercero.

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