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Mujica, de exguerrillero que llegó a presidente a inesperado líder regional

Montevideo – Más famoso inicialmente por su pasado guerrillero que por su singular forma de vivir y pensar, el presidente uruguayo, José Mujica, se ha convertido en un líder en Latinoamérica gracias a la exitosa imagen internacional que ha construido y a su intento de mediar en el conflicto colombiano.
 

Sin ir más lejos, esta semana el expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva le sugirió durante una visita a Montevideo ponerse al frente de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) cuando culmine su mandato en 2015, según informó el diario oficialista uruguayo La República.

«Le tengo que contestar como aquel inglés al que le avisaron un viernes de tarde que se le había prendido fuego la fábrica y dijo: ‘Qué amargura, me iba a agarrar (tomar) el lunes’. Lo que está para adelante depende de muchas cosas», fue la respuesta de Mujica, de 78 años, al diario ante esa posibilidad.

Ese tono campechano de viejo sabio es quizás uno de los rasgos que más rédito ha dado al mandatario en sus cuatro años de gestión y el que le ha permitido diferenciarse de sus homólogos latinoamericanos y del mundo.

«Es un personaje genuino, entrañable, que genera simpatía natural», afirmó hoy a Efe Ignacio Hernáiz, director de la oficina de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) para el Mercosur, con sede en Montevideo.

Su «sencillez» y «recorrido personal» -estuvo catorce años preso por su lucha guerrillera, la mayoría durante la dictadura (1973-1985)- lo ponen «en un lugar de mayor visibilidad» que a otros mandatarios de la izquierda suramericana, como Cristina Fernández, Dilma Rousseff o Evo Morales, agregó.

Hernáiz lo considera también «inteligente y creativo», porque «cada tanto genera noticias de cosas que nadie espera», como su plan de despenalización de la producción y venta de marihuana.

Esa iniciativa, sumada a la legalización del aborto y del matrimonio homosexual, aprobadas también durante su mandato, fue una de las razones esgrimidas por la revista británica The Economist para nombrar a Uruguay en diciembre pasado «país del año».

La revista valoró asimismo «la franqueza inusual (que tiene Mujica) para ser un político» y el hecho de que «vive en una casa de campo modesta, va a trabajar conduciendo su vehículo, un Volkswagen ‘Escarabajo’, y vuela en clase económica».

Tanto o más importante que esos atributos es la habilidad del exguerrillero para hacerlos visibles.

La imagen de Mujica, que un día se presenta a una rueda de prensa con los pantalones arremangados y sandalias, y otro aparece en una pueblo comiendo en la terraza de un bar cualquiera con su mujer, responde mucho más a un «caudillo que a un izquierdista», en opinión del analista Juan Francisco Faig.

Faig, experto en Relaciones Internacionales y profesor de la Universidad ORT de Montevideo, considera además que el perfil de Mujica «entra en una tradición muy uruguaya, republicana, de respeto por una lógica democrática que los otros países latinoamericanos no tienen», con la excepción de «Chile y Costa Rica».

Sin embargo, reconoce que el mandatario «ocupa un lugar en la región mucho más importante de lo que es Uruguay como país», con sus apenas 3,3 millones de habitantes.

En cualquier caso no deja de llamar la atención que la revista Foreign Policy (FP), con sede en Washington, situara a Mujica en diciembre pasado junto al mexicano Enrique Peña Nieto y al colombiano Juan Manuel Santos en una lista de los «pensadores globales» más importantes de 2013.

El líder uruguayo ocupó el puesto 24, frente al 17 de Peña Nieto y el 25 de Santos, por haberse convertido en la referencia de una nueva izquierda latinoamericana separada -según la publicación- del populismo del fallecido gobernante venezolano Hugo Chávez, que dejó un vacío que Mujica podría llenar, en opinión de algunos.

«Ha diseñado un nuevo experimento de liberalismo social sin precedentes en Latinoamérica» y «ha abierto un debate sobre el futuro de la izquierda latinoamericana», indicaba FP.

Tal vez por todos esos rasgos, Mjica ha podido intervenir a su manera en la negociación de paz en Colombia, entrevistándose con Santos, intentado involucrar al papa Francisco en el asunto e incluso reuniéndose con los guerrilleros de las FARC en Cuba.

Algunos de sus no pocos seguidores sueñan incluso con que le den el Premio Nobel de la Paz, para el que ha sido postulado por una ONG holandesa, algo que Faig no ve fácil que logre.

«No creo que, en el actual estado del mundo, el discurso de Mujica sea tan escuchado», considera el experto, para quien ese debate es más de «consumo interno» de los uruguayos que una posibilidad real. EFE
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