spot_img

Móviles, medios sociales y depresión: La otra pandemia

Gabriel Levy

Los psicólogos sociales Jonathan Haidt y Jean M. Twenge, publicaron recientemente en The New York Times un informe en el que ponen en evidencia que si bien la pandemia del Covid19, aumentó significativamente los niveles de depresión y ansiedad especialmente en jóvenes y adolescentes, el origen de la masificación de este fenómeno inició una década atrás, posiblemente como consecuencia de la masificación de las aplicaciones sociales móviles.

¿Qué tan responsables son los Medios Sociales y los móviles del aumento de la depresión en jóvenes?


 Sin duda la Pandemia del Covid19, es el fenómeno social de mayor impacto que hayamos presenciado los humanos que habitamos en la actualidad este planeta, constituyéndose en un factor evidente de aumento en el número de enfermedades mentales y afectaciones sicológicas, posiblemente por la incertidumbre frente al futuro, por el impacto del confinamiento, por la disminución en los encuentros presenciales y en muchos casos la disminución en los ingresos económicos.

Pero si bien la pandemia es un detonante importante de las patologías siquiátricas, el aumento de la depresión en menores de edad en los Estados Unidos y Europa, no es un fenómeno reciente, sino que lleva un crecimiento progresivo de más de una década, por lo que existe un factor mucho más determinante y peligroso.

Los psicólogos sociales, Jonathan Haidt y Jean M. Twenge identificaron que las tasas de depresión, soledad, autolesiones y suicidio de los adolescentes, empezaron a aumentar de manera drástica en Estados Unidos a partir del año 2012, especialmente en la denominada generación Z, es decir los nacidos después de 1996[1].

Inicialmente los expertos académicos trataron de identificar factores externos, como el clima político o la realidad económica, sin embargo, para aquel momento la economía estadounidense mejoraba de modo constante durante esos años, por lo que no podían atribuirse esa situación a los problemas económicos derivados de la gran recesión de 2008. Y tampoco lograron encontrar explicación en cualquier otro acontecimiento que pudieran culpar, con excepción de un desarrollo tecnológico en particular[2].

“Ambos llegamos a sospechar de lo mismo: los celulares en general y las redes sociales en particular. Jean descubrió que 2012 fue el primer año en que la mayoría de los estadounidenses poseía un teléfono inteligente; en 2015, dos tercios de los adolescentes también tenían uno. Ese fue también el periodo en el que el uso de las redes sociales pasó de ser opcional a ser omnipresente entre los adolescentes. Jonathan Haidt y Jean M. Twenge en The New York Times[3]

Las investigaciones de los psicólogos sociales coincidieron en afirmar que el matrimonio entre dispositivos móviles y medios sociales, se convirtió en un detonante de afectación significativamente el cerebro de los niños, jóvenes y adolescentes, propiciando comportamientos adictivos y polarizantes.

“Jonathan descubrió, mientras escribía un ensayo con el tecnólogo Tobias Rose-Stockwell[4], que las principales plataformas de redes sociales cambiaron a un nivel profundo de 2009 a 2012. En 2009, Facebook añadió el botón de “me gusta”, Twitter agregó el botón de “retuit” y, en los años siguientes, las cuentas de los usuarios se convirtieron en algoritmos basados en la “interacción”, que en esencia se refiere a la capacidad de una publicación de provocar emociones”. Jonathan Haidt y Jean M. Twenge en The New York Times[5]

La responsabilidad de Facebook y otros medios sociales

Una investigación previa, publicada anteriormente también por The Wall Street Journal, titulado “Facebook Executives Shut Down Efforts to Make the Site Less Divisive”[6], denunció que Facebook tenía pruebas de que sus algoritmos polarizan y enfrentan a los usuarios, pero sus directivos descartaron soluciones al considerar que la polarización aumenta notablemente el uso del medio social.

El informe, resultado de una auditoría interna, concluyó que los algoritmos de la red social“ explota la atracción del cerebro humano hacia la confrontación”. Esta investigación surgió como respuesta al escándalo Cambridge Analítica, y sus investigadores determinaron que los algoritmos de la red social estaban logrando el efecto contrario a su propósito original: conectar al mundo.

Los análisis de Jonathan Haidt y Jean M. Twenge apunta a que la estrategia de Facebook de aumentar la atención de los usuarios, manipulando la mente humana, podría ser la génesis de muchos de los problemas de salud mental que afrontan los jóvenes en Estados Unidos, máxime que Instagram pertenece a este mismo conglomerado.

“Las principales plataformas de medios sociales, crearon una máquina de indignación que hizo que la vida en línea fuera mucho más desagradable, más rápida, más polarizada y más propensa a incitar la humillación performativa. Además, a medida que Instagram se volvía más popular durante la siguiente década, tuvo efectos particularmente fuertes en las niñas y mujeres jóvenes, pues la red las invitaba a “comparar y desesperarse” mientras observaban las publicaciones de amigos y extraños cuyos rostros, cuerpos y vidas se habían editado una y otra vez hasta que muchos estuvieron más cerca de la perfección que de la realidad”. Jonathan Haidt y Jean M. Twenge en The New York Times[7]

Los Medios Sociales deben ser tratados como un tema de salud pública

Para el académico y experto en economía de la atención: Bruno Patiño, quien es autor del libro “La civilización de la memoria de pez, un pequeño tratado sobre la economía de la atención[8]”, la mezcla de tres factores son los mayores desencadenantes en los problemas de atención y salud mental de los menores de edad:

“La adopción del modelo económico, la masificación del Smartphone y la comercialización de los datos privados, fueron los que desencadenaron los problemas derivados del consumo de plataformas y contenidos digitales:

Con la invención del smartphone, usted puede estar conectado todo el día. Facebook puede intentar captar su atención 24 horas diarias, algo imposible de lograr con una pantalla de computadora o de televisión”.

Patiño afirma que en ese momento:

“Las grandes corporaciones de Internet, desarrollan instrumentos que pasan de la costumbre a la adicción, es decir que pasan de intentar provocar una reacción suya a provocar una emoción suya, porque la emoción es el vínculo más eficiente para que un mensaje tenga una rentabilidad económica”.  Entrevista de Bruno Patiño para BBC Mundo[9]

Por su parte Jonathan Haidt y Jean M. Twenge, consideran que el impacto incluso va más allá de un problema de depresión y ansiedad, y se convierte en un verdadero problema de salud público que incluso afecta las relaciones y las interacciones sociales de forma significativa:

“A medida que los celulares se hicieron comunes, transformaron las relaciones entre pares, las relaciones familiares y la textura de la vida cotidiana para todos, incluso para aquellos que no tienen teléfono o cuenta de Instagram. Es más difícil entablar una conversación casual en la cafetería o después de clase cuando todos están mirando sus teléfonos. Es más difícil tener una conversación profunda cuando cada parte es interrumpida de manera aleatoria por zumbidos y vibraciones de “notificaciones”. Como escribió Sherry Turkle en su libro Reclaiming Conversation[10], la vida con los teléfonos inteligentes significa que “estamos siempre en otra parte”. Jonathan Haidt y Jean M. Twenge en The New York Times[11]

Un problema que preocupa a los Expertos

Neurólogos, Siquiatras, Sociólogos y Psicólogos alrededor del mundo, han expresado su preocupación sobre el impacto del uso indebido e indiscriminado de algoritmos por parte de compañías como Facebook y su impacto en la salud mental de las personas.

Para la Siquiatra Marian Rojas, Facebook e Instagram son una “Droga y los Likes son Chispazos de Dopamina” y por consiguiente los medios sociales deberían ser tratados como tal.

Las redes sociales y la cocaína están reguladas por la misma hormona, la dopamina, que te da placer, pero te genera adicciones. Los «likes» son micro chispazos de dopamina. Las redes están constantemente enviándonos noticias de lo que sucede en el mundo, y eso hace que, por nuestro instinto de supervivencia, vivamos siempre alerta…

“El gran problema es que dejamos de vivir en el mundo real para tener una vida virtual que nos aporta gratificaciones instantáneas. Hoy conectamos mejor con una pantalla que con una persona. Yo veo chicos en mi consulta a los que les estoy enseñando a ligar, porque requiere de tiempo, esfuerzo y de la posibilidad de que te digan que no. Y hoy no hay tolerancia a la frustración; lo queremos todo aquí y ahora, y nuestro cerebro se ha acostumbrado a eso”. Siquiatra Marian Rojas[12].

Por otro lado, los Psicólogos sociales Jonathan Haidt y Jean M. Twenge, consideran, que si bien los Medios sociales podrían dar la percepción de que cada vez estamos mas conectados, en realidad el fenómeno es equiparable con la paradoja de la alimentación y el consumo de las calorías vacías, es decir que no necesariamente existen más relaciones funcionales, sino por el contrario, un profundo vacío en el proceso de socialización de los adolescentes y jóvenes.

“Todos los mamíferos jóvenes juegan, en especial los que viven en grupo, como los perros, los chimpancés y los humanos. Todos esos mamíferos necesitan decenas de miles de interacciones sociales para convertirse en adultos socialmente competentes. En 2012 era posible creer que los adolescentes obtendrían esas interacciones a través de sus teléfonos inteligentes, tal vez muchas más. Pero a medida que se acumulan los datos acerca de que su salud mental ha empeorado desde 2012, ahora parece que las interacciones sociales mediadas de manera electrónica son como calorías vacías. Solo hay que imaginar cómo sería la salud de los adolescentes en la actualidad si hubiéramos eliminado el 50 por ciento de los alimentos más nutritivos de sus dietas en 2012 y hubiéramos sustituido esas calorías por azúcar”. Jonathan Haidt y Jean M. Twenge en The New York Times[13]

En Conclusión, La explosiva mezcla de Móviles, Medios Sociales, Grandes Corporaciones con poca ética, la economía de la atención, el creciente mercado de la publicidad digital, el desarrollo y masificación de los Smartphones, la Inteligencia Artificial, el comercio de datos privados y la ambición de personajes como Mark Zuckerberg, han convertido a los medios sociales y los contenidos digitales, en una especie de agujero negro que absorbe cantidades insanas de la atención humana, utilizando la dopamina como estímulo neuronal de la misma forma en que lo hacen las drogas sintéticas, desencadenando graves patologías mentales, especialmente en los niños, jóvenes y adolescentes.

Muchos Psicólogos sociales como Jonathan Haidt y Jean M. Twenge, creen que los teléfonos inteligentes y los medios sociales no solo afectan a los individuos, sino también a los grupos sociales, provocando serias consecuencias que van desde la salud mental, pasando por el riesgo de una interferencia en las interacciones sociales que afecte el relacionamiento de las futuras generaciones y la coexistencia funcional de la especie misma, convirtiendo este preocupante fenómeno en otro tipo de pandemia social, que requiere urgente atención de las autoridades sanitarias y de telecomunicaciones alrededor del mundo.

[1] Artículo de The New York Times: sobre los análisis de los Psicólogos Sociales Jonathan Haidt y Jean M Twenge
[2] Artículo de The New York Times: sobre los análisis de los Psicólogos Sociales Jonathan Haidt y Jean M Twenge
[3] Artículo de The New York Times: sobre los análisis de los Psicólogos Sociales Jonathan Haidt y Jean M Twenge
[4] Ensayo publicado por Jonathan Haidt
[5] Artículo de The New York Times: sobre los análisis de los Psicólogos Sociales Jonathan Haidt y Jean M Twenge
[6] Denuncia de The Wall Street Journal sobre la intencional intensión de Facebook de polarizar
[7] Artículo de The New York Times: sobre los análisis de los Psicólogos Sociales Jonathan Haidt y Jean M Twenge
[8] Libro: La civilización de la memoria de pez: pequeño tratado sobre el mercado de la atención. Alianza ensayo.  Bruno Patiño. Traducido por Alicia Martorell, Alicia Martorell Linares. Alianza, 2020. ISBN 8491819681, 9788491819684. 180 páginas
[9] Entrevista del Autor Bruno Patiño para BBC Mundo
[10] Libro: Título          Reclaiming Conversation: The Power of Talk in a Digital Age, Sherry Turkle, Penguin Publishing Group, 2016 ISBN 0143109790, 9780143109792       436 páginas
[11] Artículo de The New York Times: sobre los análisis de los Psicólogos Sociales Jonathan Haidt y Jean M Twenge
[12] Publicación realizada por la Siquiatra Marian Rojas
[13] Artículo de The New York Times: sobre los análisis de los Psicólogos Sociales Jonathan Haidt y Jean M Twenge
spot_img

Lo + Nuevo

spot_img
spot_img
spot_imgspot_img