Por Alberto García Marrder
Especial para Proceso Digital, La tribuna y El País de Honduras.
De mis casi 40 años de periodista internacional, tengo que recordar como inolvidable la tarde-noche del 23 de Febrero de 1981 (el 23-F), durante un intento de golpe de estado en España y una foto ya histórica que inmortalizó ese momento, tras pasar por mis manos.
Han pasado 44 años y es como si fuera ayer. Era yo redactor jefe del servicio internacional de la agencia española de noticias EFE en Madrid, en su sede de Espronceda 32.
En la redacción escuchábamos por radio la transmisión en directo desde el congreso de la toma de posesión de Leopoldo Calvo Sotelo, tras la dimisión de Adolfo Suárez. Y entonces los tiros….
Esos tiros eran los del Teniente Coronel de la Guardia Civil y con su típico tricornio Manuel Antonio Tejero, disparando al techo del hemiciclo (exactamente 37 balas, cuyos rastros aún siguen para la historia) al grito de QUIETOS, TODOS EL MUNDO AL SUELO.
Todos los diputados se agacharon, salvo tres, que están ya muertos, y se mantuvieron desafiantes de pie: Adolfo Suárez (el dimitido presidente), el general Manuel Gutiérrez Mellado (vicepresidente) y Santiago Carrillo (líder comunista).
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Transmití la noticia del intento de golpe de estado, sin saber aún las implicaciones y bajé al sótano del edificio al servicio fotográfico a esperar a los dos fotógrafos que teníamos en la sesión: Manuel Barriopedro y Manuel Hernández, que estarían en dos lados diferentes y opuestos.
Como no sabíamos entonces, que los Guardias Civiles invasores (unos 40) habían confiscado las cámaras a todos los fotógrafos (unos 12) y al abrirlas, velaron los rollos (entonces no había cámaras electrónicas como ahora).
Y entonces, surgió la malicia de nuestros dos fotógrafos, que siempre he admirado. Barriopedro (nuestro Manolo), sacó el rollo de su cámara y lo escondió en el hueco de uno de sus zapatos. Y nuestro “Mandolín”, en su calzoncillo. De esa manera, fueron los únicos fotógrafos que sacaron gráficas de lo sucedido ese día en el congreso y cuando la democracia española estuvo en peligro.
Vi a Manolo revelar su rollo. Siete interminables minutos. La mayoría de las 36 fotos del rollo no servían, pero una salió perfecta y que lo decía todo. El coronel Tejero disparando al aire y amenazando a los diputados, tras avisándoles de la próxima llegada de los cerebros del golpe de estado.
Vi la foto secarse y comprendí sus consecuencias. El autor y yo subimos a la oficina del presidente, en la noble tercera planta, el prestigioso escritor y miembro de la Real Academia de la Lengua Española, Luis María Ansón, para pedirle permiso para transmitirla por la red de telefoto.
Los que no pedimos para entrar fuimos nosotros por la urgencia: los periódicos en España estaban a punto de cerrar y llevamos una foto de portada, como lo fue en toda la prensa del mundo.
Ansón le echó una ojeada y sin dudarlo dijo: “Por supuesto, transmítanla a todo el mundo”. Ya antes, cuando visitó nuestra redacción al enterarse que los militares habían ocupado la vecina emisora Radio Intercontinental, se puso detrás de mí y con sus brazos en mis hombros, me dijo ”Marrder, sigan transmitiendo”.
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Como a las 11 de la noche, el rey Juan Carlos, vestido de militar, se dirigió al país por televisión para dar por finalizada la misteriosa rebelión.
En los últimos años de su vida, Adolfo Suárez no recordaba este intento de golpe de estado y que fue el primer presidente de la transición democrática de España tras la dictadura de 40 años de Francisco Franco, por padecer Alzheimer (1976/1981). Murió en 2014 y el aeropuerto internacional de Barajas en Madrid lleva su nombre como homenaje.