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Millones de test en Pekín o cómo atajar un rebrote en menos de 30 días

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Pekín – Una campaña para analizar a casi toda la población, laboratorios inflables, clínicas móviles y una exhaustiva investigación epidemiológica forman parte de las recetas de Pekín para atajar un rebrote del coronavirus que, un mes después de su primer caso, ha dejado unos 300 positivos confirmados.

A la entrada del hospital Pu Ren de la capital china, decenas de personas hacen cola desde primera hora de la mañana para hacerse una prueba de ácido nucleico frente a un mostrador, en algunos casos por voluntad propia y en otros porque necesitan un resultado negativo que les permita viajar o regresar a sus puestos de trabajo.

Trabajadores de supermercados, empleados de restaurantes, personal sanitario y repartidores figuran entre los colectivos que deben hacerse la prueba de forma obligatoria, además de quienes residen en las zonas que las autoridades declararon de alto riesgo, es decir, aquellas aledañas al mercado mayorista de Xinfadi, donde se comenzó a detectar una oleada de COVID-19 el pasado 11 de junio.

Desde entonces, la ciudad no ha dejado de aumentar su capacidad para realizar test con el objetivo de contener el brote: el número de centros para recoger muestras se cuentan por centenares, mientras que los laboratorios capitalinos analizan más de un millón de pruebas cada día.

Hasta ahora se han analizado más de 10 millones de muestras, lo que supone más de la mitad de la población de la ciudad -más de 22 millones de personas-. Las medidas parecen haber surtido efecto y Pekín no registra nuevos contagios desde hace más de una semana.

LA CLAVE, LAS PRUEBAS MIXTAS

Para alcanzar tal volumen, los expertos optaron por pruebas mixtas que incorporan hasta cinco muestras en un solo análisis.

«En este tipo de pruebas se analizan varias muestras al mismo tiempo. Si una da positivo, se realiza de nuevo el análisis a todas las personas del grupo para saber cuál de ellas era la infectada. Este método es muy eficaz, y permite realizar test a gran escala», explica a Efe Sun Guimei, decana asociada del hospital Pu Ren.

Para entrar en el laboratorio en el que trabaja hay que pasar numerosas medidas de prevención y llevar en todo momento mascarillas, guantes y trajes de protección para preparar los reactivos que dictaminan si una prueba da positivo por coronavirus.

«Si detectamos un positivo se comprueba inmediatamente con un segundo reactivo el mismo día. Si la segunda prueba da negativo, dictaminamos que la primera fue un falso positivo», explica Yang Huijuan, directora del laboratorio clínico del hospital.

LA NECESIDAD DE HACER MILLONES DE TEST

¿Es necesario realizar tantos test para atajar un rebrote?

Sun y Yang creen que sí, que estas pruebas han desempeñado «un papel crucial» para mantener la COVID-19 a raya tras detectarse esta nueva oleada y han creado un precedente provechoso para el futuro.

Lo más importante, aseguran, es que se hagan todas las pruebas que se puedan en el menor tiempo posible para identificar y aislar los casos antes de que la transmisión empeore.

«Aquí realizamos la prueba a todas aquellas personas que deban hacérsela, pero también a quienes quieran hacérsela de forma voluntaria. Por su puesto, tenemos protocolos especiales para quienes vengan con síntomas», indica Sun, mientras que la doctora Yang destaca que «lo más importante es no perder ni un sólo diagnóstico» de personas que puedan haber contraído la COVID-19.

Tras recibir críticas por su gestión de la enfermedad cuanto estalló el brote a principios de año en la ciudad central de Wuhan, China parece ahora querer demostrar que puede controlar la enfermedad y no escatima recursos en ello.

Así, a Pekín han llegado hasta laboratorios inflables bajo el nombre de ‘huoyan’ (en mandarín, ojo de fuego) que hasta la semana pasada habían realizado alrededor de un millón de pruebas.

Uno de ellos, capaz de hacer 100.000 pruebas de ácido nucleico al día, también se usó en Wuhan, ciudad que tras detectar varios casos asintomáticos optó por gastarse 900 millones de yuanes (127 millones de dólares; 114 millones de euros) en una campaña de test masivos que, en apenas 19 días, analizó a sus cerca de diez millones de residentes.

En la capital, quien quiera hacerse una prueba, además de los hospitales, puede optar por acudir a una de las clínicas improvisadas que las autoridades de la ciudad han desplegado en estadios, vehículos y otros espacios públicos.

Quienes han de pasarla de forma obligatoria no han de abonar cantidad alguna, pero quienes deciden someterse voluntariamente pueden conseguirlo a partir de unos 120 yuanes (17 dólares, 15 euros).

LA CIUDAD AÚN NO REBAJA EL NIVEL DE RESPUESTA A EMERGENCIAS

La epidemióloga Yang Xiaoxing, del Centro para la Prevención y el Control de Enfermedades, comentó recientemente a la prensa local que, además de los test y los confinamientos parciales, una de las claves fue el rastreo de la actividad y contactos de los primeros pacientes, que permitió identificar la fuente del brote, localizado principalmente en las zonas aledañas al mercado de Xinfadi.

«La fuente de esta oleada se identificó muy rápido, y esa fue la clave. Luego, las medidas de prevención tomadas demostraron ser efectivas», afirmó la experta.

No obstante, y aunque las autoridades han dado el brote por controlado «gracias a las medidas adoptadas para contenerlo», el nivel de respuesta a emergencias todavía no ha cambiado desde que el pasado 16 de junio aumentase del tercer al segundo.

Por ello, todas las clases presenciales continúan suspendidas y se aconseja a los residentes que trabajen desde casa, mientras que bibliotecas, museos y parques abren durante un tiempo limitado y con un aforo no superior al 30 % de su capacidad.

La vuelta a la normalidad después de que la ciudad bajase el nivel de emergencia a principios de junio sigue aún en suspenso, y la prioridad de las autoridades es evitar a toda costa que el virus se extienda o que llegue a otras ciudades.

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