Tegucigalpa. – Uso el mismo título de mi artículo anterior para identificar éste, aunque examinando temas que antes ni tenía pensado. El cambio lo causó la masacre ocurrida en la madrugada del 14 de julio, 2022, en que 4 jóvenes hondureños fueron asesinados, entre ellos al hijo de José “Pepe” Lobo, expresidente de Honduras.
El texto que sigue está inspirado en el ensayo producido por el reconocido historiador hondureño Mario Argueta, titulado “La historia y el desarrollo político en Honduras”, Tegucigalpa, PNUD, (Colecciones de Bicentenario). Su autor me aprobó hacer esto con su ensayo, tras pedirle su anuencia. Por lo tanto, no reclamo autoría alguna en lo que sigue. Pero sí acepto mi responsabilidad por todo lo que aquí escribo. En consecuencia, lo destacado “entre comillas” en mi texto, no significa que cito o repito ideas del maestro Argueta, sino simplemente para llamar la atención sobre una palabra o frase importante.
Actualmente, el pueblo hondureño vive en un ambiente de creciente frustración e incertidumbre debido a un conjunto de factores que entorpecen y niegan su justo anhelo de vivir a tono con el Siglo 21. Eso incluye coexistir vivir en paz y armonía, con democracia participativa, vigencia efectiva de los derechos humanos, en sociedad con igualdad de oportunidades, incluyente, y con desarrollo humano integral en salud, educación, vivienda y empleo. Sin embargo, cada vez más hondureños se vuelven impotentes en su tierra natal. Sucede cuando sus vidas quedan reducidas a precarias supervivencias, debido al deterioro de sus condiciones materiales. Tal desgaste es mayor cuando se vive en pobreza y miseria, causadas por el sistemático saqueo, que realizan los atracadores de los bienes públicos, incumpliendo y violentando la ley y la moral, en un ambiente de casi total impuni-dad.
Bajo un enfoque aristotélico sobre el problema de las causas y sus especies, tal deterioro es la causa eficiente, o el principio del cambio. En el entorno hondureño, sus modalidades son: migración interna del campo a la ciudad y de ciudad menor a mayor, y de migración externa, transnacional, cuando un nacional emigra al extranjero.
La migración también resulta por cambios a los niveles macro. Este es el caso de Honduras debido a la nueva administración que hay en el Ejecutivo del país, desde el 27 de enero, 2022. Hasta ahora, con una actitud favorable y de apoyo a los migrantes. Aunque todavía hay mucha distancia entre el discurso y los cambios realmente logrados. Y por eso Xiomara y su equipo, en parte, no ha podido disminuir la creciente migración hondureña hacía el exterior. Sin tener la evidencia necesaria, en una media estimada, diría que más de mil nacionales se mueven por tierra diariamente en distinta forma: por goteo, en caravanas o en grupos pequeños, mayormente con destino a los Estados Unidos. Esto sin contar los cubanos, venezolanos, haitianos, ecuatorianos y de otras nacionalidades que se le unen en el camino por la ilegal y pero efectiva gestión de los coyotes.
Eso tiene raíces históricas. La nueva etapa democrática, que empezó en la República de Honduras a partir de 1982, en vez de mejorar la democracia la ha estancado o empeorado. Desde el poder se violentaron, y siguen sin corregirse, los artículos pétreos de la Carta Fundamental o Constitución de la República, por iniciativa del Ejecutivo y con la anuencia del poder Judicial y Legislativo de entonces. Por eso, para muchos, sin ser de los “cabeza caliente”, hoy consideran oportuno y necesario reformar la Constitución vigente.
A pesar del beneficio de la duda que aún disfruta el nuevo Ejecutivo del país, con Xiomara Castro al frente, ese capital social, no lo posee su Equipo de Gobierno. Me refiero a los miembros de “la familia real”, que con el “soberano” al frente, decide cómo sobrevive, a corto plazo, una buena proporción del pueblo hondureño. Y además explica por qué el equipo de Gobierno de la Presidenta aún no cuenta con la legitimidad o aceptación necesaria en la opinión pública hondureña para convocar a una Asamblea Constituyente.
Estos impedimentos, en suma, crean inestabilidad, desesperanza, pérdida de fe y credibilidad en la institucionalidad. Otros factores los alimenta, aunque solo citaré dos. Uno, es el creciente abstencionismo electoral al momento de ejercer el voto ciudadano en los últimos 11 procesos electorales. Dato que confirma el rechazo ciudadano ante la posible manipulación de los resultados. Ejemplos de fraude sobran nuestra historia, en los 3 niveles de votación electoral. Y hay otro factor: en los últimos 12 años, la masiva y generalizada inseguridad, que las efectivas acciones y avances del narcoestado hondureño han agregado al sistema de vida imperante en el país.
Después de la masacre, la narcoactividad se encuentra ahora una abierta etapa de expansión. Su nuevo objetivo: Honduras pronto dejará de ser un país de tránsito para convertirse en una fuente estratégica y efectiva de producción y procesamiento, de ilícitos, empezando por marihuana y cocaína. Con la ventaja de tener cercano al mercado más rico y adicto del mundo, y con ahorros disponibles que siempre crecen: los Estados Unidos de América.
Debido a lo anterior, en Honduras, aumentan más por año los negocios del narcotráfico que el PIB anual nacional. Demostrando con ello que el narcoestado –basado en la corrupción, las maras, pandillas y el crimen organizado y común—a ratos luce contar con más recursos, fortalezas y eficacia que el Estado de Derecho y su institucionalidad, administrado por un Equipo de Gobierno que aún no arranca. Este último, debido a las grandes rémoras que todavía tiene para proveer, al menos, los servicios sociales básicos de salud y educación que demanda el ciudadano hondureño común y su familia. Y para muestra un botón: la pobreza y miseria humana resaltan cada día más en Honduras, y menos el país bello y rico, que nos ha dado el Creador y la naturaleza.
En estos tiempos impresiona el monto de capital inactivo o muerto que hay en el agro hondureño: tierra sin producir, que se mantiene intacta por el sobreprecio que gana a diario, por la inversión de fondos en obras públicas y de los pocos empresarios privados que generan riqueza social, debido a los empleos competitivos que generan y mantienen.
En el siglo 21, vivimos en un mundo “plano”, donde lo micro y lo macro se afecta y nivela mutuamente por la globalización y rapidez del cambio. Es decir, que las variaciones que hay en el mercado, clima y tecnología suceden tan de pronto, que en ellas siempre abundan oportunidades y tensiones.
La acertada elección de un nuevo ejecutivo por el electorado hondureño aún no ha convencido a la opinión pública que decide a futuro del país, ni al ciudadano medio de Honduras. El nuevo cuadro dirigente del Ejecutivo no cuenta aún con un “Plan Nacional de Desarrollo y de Bienestar Generalizado”. Factible y sustentado mayormente por inversiones privadas –nacionales y extranjeras– y también por inversiones públicas, que refuercen y hagan crecer a las privadas.
La experiencia demuestra que la decisión de invertir en países como Honduras por un capitalista, nativo o extranjero, en última instancia depende de la confianza que tal agente, como financiero, le tiene al país que le brinda “la oportunidad”. Y en tal sentido, Honduras está en una posición muy desfavorable en comparación a otros países cercanos, como México y los de centro y Mesoamérica (Tres del Triángulo Norte, más Costa Rica y Panamá), sin irnos más al Sur.
Algo parecido sucede con la migración. Al presente Honduras no tiene un “Plan Integral de Migración”, que al menos, reduzca la migración irregular de los hondureños a Estados Unidos o España, los dos países preferidos –en recepción y destino– por los connacionales que emigran al extranjero. Al respecto, surgen 4 preguntas: 1) ¿Cómo es posible que el actual Ejecutivo de Honduras, “interesado en migración” todavía no haya nombrado su Embajador en EUA, ni tampoco al personal de la nueva Administración en los 14 consulados que tiene acreditado este país en los Estados Unidos?, 2) ¿Cómo capacitar y asesorar a los practicantes empíricos que atienden directamente a migrantes potenciales y reales, y a sus familiares? Me refiero al personal que carece de los requisitos mínimos para poder participar en cursos académicos universitarios, pero sí pudiera hacerlo en cursos a nivel de diplomado que al final solo dan certificados de participación presencial o a distancia 3) ¿Por qué en 6 meses la nueva administración del Ejecutivo no ha recuperado las poblaciones de hondureños, con miles de menores y de adultos, que están estancadas en Centros de Detención y en entidades humanitarias análogas en varios países, que no los deportan, ni tampoco los asilan o normalizan su situación migratoria? y 4) ¿Cuáles proyectos o programas operan hoy en Honduras sin tener los protocolos adecuados a los territorios y poblaciones que atienden en sus respectivas coberturas?
Quien realmente gobierna hoy en Honduras parece estar más interesado en el pasado, que en resolver las problemáticas que de hecho mantienen a este país en el atraso, incluyendo en ese lastre los errores de todos los gobiernos pasados, sin distingo de partidos políticos. Entre las problemáticas recién sumadas se destacan: la pandemia del COVID-19, con sus funestos efectos en economía, salud, educación, vivienda e infraestructura. Además, la destrucción de vidas y haberes causados por dos huracanes, uno inmediatamente después del otro, durante el 2020. Esos, en suma y conjunto, conforman el detonante mayor que obliga a más y más connacionales buscar en el extranjero lo que Honduras, su tierra natal, les niega. Por eso dicen los estudiosos de la migración que cuando el hondureño se va de su país, más bien huye de donde nació. Y para no “quebrarse”, recurre mentalmente “al sueño americano” u otra droga, real y fácil de adquirir en el país al que ha emigrado.
El Estado hondureño de hoy sigue secuestrado por élites -políticas, empresariales, religiosas y de otra índole- nuevas y viejas. Tales grupos, lejos de inspirarle fe y confianza, el pueblo hondureño, más bien los reciben con los justificados, y continuos rechazos y repudios, por haber capturado el Estado hondureño para su provecho y beneficio. Que manejan como botín, tal como lo hace el soldado que vence en la guerra. Dato: el sistema económico imperante crece año por año, sin que disminuyan los pobres y miserables de Honduras. Sería un buen principio que a la misma tasa anual en que crece la economía al sistema, disminuyan en igual proporción los pobres y miserables.
Con respecto al total de la presente población de Honduras, más del 70% es pobre y más del 40% es miserable. Cosecha de 50 años de “gobiernos democráticamente electos” con tasas de crecimiento económico beneficiando a los que “siempre mejoran” … y entonces nos surgen 4 preguntas… 1) En un estado tan débil como el hondureño…¿Para qué sirven en Honduras la democracia y los partidos políticos?, 2) ¿Cuáles serían las etapas factibles, si el Estado de Derecho de Honduras logra abrir un proceso de crecimiento institucional sostenido, emprendedor, de Economía Naranja, hasta llegar a obtener a un nivel aceptable, que por sus efectos positivos satisfaga, al menos, las demandas económicas y sociales básicas en los ciudadanos más necesitados del país?, 3) ¿Cuántos jubilados de origen hondureño, con pensión y seguro médico estarían dispuestos a volver, si el Estado de Honduras, al nivel nacional y municipal, les diera incentivos para que regresen a disfrutar los últimos años de su vida, con parientes, amigos y el contexto de donde nacieron y se criaron? Y por último, una ilusión: 4) ¿Cuántos multi-millonarios hondureños y extranjeros dolarizados para que además de beneficiar al país por generarle empleos, vivan aquí seguros? Pregunta inspirada en el ejemplo de Pekín, capital de China continental, la ciudad del mundo hoy con más multimillonarios, superando a Nueva York, Paris y Londres.
La oposición política, necesaria en una democracia real, está fragmentada en Honduras. Sus miembros están más interesados en recuperar lo que perdieron con JOH, obteniéndolo a cómo sea y lo más rápido posible, con nuevas cuotas de poder para sus dirigentes y chambas para sus aún fieles seguidores. Algunos de ellos, sin haber logrado todavía eso, desde posiciones de políticos electos, con el apoyo de funcionarios nombrados, se niegan a hacer y aprobar leyes para el bien común. Por eso, la oposición hondureña también carece de una propuesta factible, capaz de hacer de nuestra sociedad más incluyente, generosa, compasiva y fraterna.
Incluso, hay Diputados, electos sin fraude al Congreso de la República, que a la vez son reconocidos maestros universitarios por los cursos que dan en forma muy satisfactoria sobre el Estado de Derecho y materias relacionadas. Pero al votar en el poder Legislativo sobre la gestión de recursos comunes, estos Diputados olvidan por completo lo que enseñan en su cátedra. Y habitualmente votan por leyes y proyectos contra el buen gobierno, los genuinos intereses del pueblo y el ciudadano marginado.
Aún estamos a tiempo para revertir las tendencias negativas que empobrecen el cuerpo y alma de la nación hondureña: narcotráfico, violencia, corrupción e impunidad. Para lograrlo, se requiere de la unidad de sus habitantes, más allá de filiaciones partidistas, ideológicas, clase social, económica y de otra índole. ¡De todos y de cada uno de nosotros depende el rescate de la patria!