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Mi amistad con la “Coneja” Cardona y la última vez que lo vi

Miami, (EEUU) – Mantuve una estrecha amistad con el jugador hondureño José Enrique “Coneja”Cardona cuando jugaba con el Atlético de Madrid y recuerdo aún la última vez que lo vi, en 2012, en San Pedro Sula (Honduras), un año antes de su muerte.

Lo conocí en 1963 cuando jugaba en el club Elche y asistí a su boda con Paquita Cerdá, hija de un directivo de ese club ilicitano, con la que tuvo tres hijos, Suyapa, José Enrique y Vicente Javier.

Y ya la amistad se acrecentó cuando lo fichó el Atlético de Madrid, al mismo tiempo que escribía reportajes sobre su vida como futbolista para el diario “La Prensa” de San Pedro Sula, siendo yo estudiante de Periodismo en Madrid.

Cardona fue el primer jugador hondureño en jugar en Europa y abrió la puerta para que otros futbolistas de su país siguieran sus pasos.

Cuando José Enrique me visitaba en su flamante auto BMW en el Colegio Mayor Guadalupe en la Ciudad Universitaria de Madrid, era la envidia de los otros estudiantes residentes ya que entonces se había convertido en una estrella del futbol español.

Tanta era la confianza que José Enrique me pedía que acompañara a su esposa al antiguo estadio Metropolitano, cuando el equipo jugaba, cada dos semanas, en casa.

Coneja2Y recuerdo perfectamente cuando Paquita gritaba alarmada cuando un jugador contrario le pegaba una patada a su marido.

Otras veces, a Paquita la acompañaba otro estudiante hondureño, Ricardo Alonso Flores, que estudiaba Derecho, quien también gozó ampliamente de la amistad de la pareja.

Una vez, tras un partido del Atlético de Madrid con el Valencia, en casa de este este último, José Enrique me coló en el autobús del equipo colchonero en su viaje de regreso a Madrid.

Coneja3Pude así conocer en persona a las grandes figuras del Atlético de Madrid de esos años, como Madinabeytia (portero argentino), Martínez Jayo (defensa y el mejor amigo de Cardona en el equipo), y los delanteros Ufarte, Collar, Mendoza y Luis Aragonés, quien años después sería el entrenador de la selección de España.

José Enrique y Paquita eran también buenos amigo de San Román, el segundo portero, y de su esposa Tony, saliendo a comer las dos parejas.

A pesar de sus orígenes humildes en la costa norte de Honduras, José Enrique hacia esfuerzos para superarse y no solo como jugador de futbol. Se educó, asimismo, hablaba correctamente y tenía un don de gente. Él hacía gala al decir ser “un humilde indio, al que no se le nota el indio”.

En 1965, el Atlético de Madrid ganó la Copa del Generalísimo (ahora Copa del Rey) por medio de un gol de Cardona al Real Zaragoza.

En 1969 jugó prestado con el Valencia contra el Necaxa en el primer partido de noche en el estadio Azteca de la Ciudad de México, anotando Cardona el primer gol, con un resultado final de 3-1 a favor del equipo español.

Cardona se retiró del futbol español en 1969 y tras varios años de actividades empresariales en España, regresó a Honduras eventualmente, una vez separado y divorciado de Paquita.

Es posible que, involuntariamente, yo haya propiciado ese distanciamiento con su esposa. José Enrique me pidió permiso para que “una amiga” de Honduras le enviara correo a mi dirección, sin que pudiera yo medir el alcance de ese gesto de cortesía.

Esa «amiga» la había conocido en el estadio Flor Blanca de San Salvador, tras el segundo partido entre Honduras y El Salvador para la eliminatoria de la Copa Mundial de 1970.

Coneja4Las fricciones entre las dos selecciones propiciaron la llamada, erróneamente, la «Guerra del Futbol» que duró apenas 100 horas y que fue originada por problemas económicos, inmigratorios y limítrofes entre los dos países vecinos.

Las cartas empezaron a llegar y yo se las entregaba personalmente a José Enrique sin abrirlas. Resulta que, eventualmente de esa relación y de varios viajes a Honduras de José Enrique, nació una niña.

Yo dejé Madrid en 1967 para ir a Paris con una beca del gobierno francés de un año para estudiar periodismo audiovisual en la Radio Televisión Francesa (ORTF) y perdí algo de contacto con Cardona.

Años después me dijeron que Paquita, que era muy celosa, había interceptado una carta de esa amiga hondureña y ahí comenzó todo lo de la separación y eventual divorcio.

En 2012 regresé a San Pedro Sula de vacaciones y quedé con José Enrique en un restaurante mexicano del boulevard Morazán para comer. Me quedé impresionado cuando lo vi entrar con un bastón, bastante viejo y desmejorado.

Vivía solo en el barrio Las Flores en la modesta casa que había comprado para sus padres (José de la Luz Cardona y Petrona Gutiérrez) y con evidentes problemas económicos.

Se enfadó cuando pidió en el restaurante una copa de vino y aceitunas, y le dijeron que no tenían aceitunas. El dueño del local, muy cortésmente, le dijo que era un restaurante mexicano y por eso no tenían aceitunas.

Fue la última vez que lo vi en vida. El 30 de enero de 2013 recibí un correo electrónico de Ricardo Alonso Flores anunciándome que había muerto de un ataque del corazón, a los 73 años de edad.

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