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Manipular las matematicas

Pedro Gómez Nieto

En esta sociedad tecnológica que nos ha tocado vivir, construida sobre la imagen y la comunicación, las palabras han perdido su genuino significado para terminar convertidas en soportes donde trasladar contenidos que cercenan la verdad, la relativizan y distorsionan, incluso violentando el marco legal. Una sociedad donde los medios de comunicación, generadores de estados de opinión, cuya obligación ética y profesional sería difundir información aséptica, acostumbran a interpretar los hechos atendiendo lineamientos empresariales, para después reforzarlos con declaraciones y entrevistas sesgadas. Todo bien nacido está a favor de que se acuse, juzgue y condene a quienes hayan cometido delitos, pero conforme a ley. Es inaceptable que los medios se conviertan en tribunales de justicia como si viviésemos en una “Checa”, y no una sociedad democrática construida en valores, respeto por la dignidad y el temor de Dios. Joseph Pulitzer (1847-1911), creador de los prestigiosos premios que llevan su nombre, quien tuvo la utópica aspiración de que el periodismo sería en el futuro el soporte de la democracia y desarrollo de las sociedades, terminó entendiendo el peligro que representaban los medios de comunicación: “Una prensa cínica, mercenaria y demagógica, producirá un pueblo cínico, mercenario y demagógico”. 

Tras doce años de gobierno nacionalista la sociedad hondureña abre las ventanas para hacer limpieza de vicios pasados y renovar el aire, esperanzados en que las nuevas autoridades resuelvan problemas, algunos enquistados, no en que provoquen otros mayores. Esa nunca fue la intención de los 600.000 electores que prestaron su voto a Libre, ¡solamente! en la urna presidencial. Pero en solo tres semanas de la colonización socialista el tufo a oclocracia es patente. Utilizar achichincles para impedir que un grupo de empleados acudan a sus puestos de trabajo hasta que no acrediten su militancia socialista, recuerda el comportamiento de la Gestapo nazi con sus propios compatriotas judíos, a quienes identificaban para colocarles sobre la ropa la estrella de David, y apartarlos de la sociedad cual ganado desechable.

Repetir mil veces el soniquete de que el pueblo ha otorgado un triunfo contundente a Libre, pretende general un falso estado de opinión. Utilizar esa imaginaria legitimidad para pasarse por el forro de la entrepierna la legalidad, solo expone y certifica el archiconocido modus operandi de la ideología socialista. Pero el lenguaje de las matemáticas no es manipulable. Teniendo en cuenta los votos válidos escrutados, votaron por la Presidente de la Republica 1.716,793 electores, frente a 1.641,260 que votaron por otros candidatos presidenciales. Todos son pueblo hondureño. No obstante, las nuevas autoridades en sus declaraciones inducen la diferencia entre quienes votaron por los alemanes de raza superior, y quienes lo hicieron por los alemanes de raza judía, ganado a sacrificar. Pero el dato irrefutable es que 75,533 votos constituyen la ventaja de esta presidencia de la república frente al sumatorio del resto de presidenciables votados, lo cual no permite ni justifica desmontar el Estado de Derecho. No existe una Honduras de allá y otra de acá, porque de haberlas estaríamos condenados a desaparecer como sociedad.  

Los escuchamos decir que el pueblo no se equivoca porque es la voz de Dios, en este caso aceptaremos la aberración deseando que no la olviden. Porque el electorado no le entregó a Libre el Poder Legislativo, para obligarles a consensuar con el resto de partidos representados en la Cámara la aprobación de leyes en beneficio de todos los hondureños, no exclusivamente de su gueto poblacional. Si la soberbia y prepotencia les nubla el entendimiento, como antaño, asistiremos a la nueva versión de “Rebelión en la Granja”. Novela de George Orwell protagonizada por animales, y cuyo preámbulo presenciamos recientemente cuando en el Congreso Nacional se produjo la juramentación de su presidente: el primer dia del “original”, genuino y legal; el segundo día de la “fotocopia”, fraudulenta e ilegal. Desmadre de incongruencias, catarata de irregularidades, hemorragia de interpretaciones torticeras del marco legal. Nadie puede estar por encima de las leyes, y si no lo quieren entender es que Honduras tiene una clase política que no se merece. Lo que no es no puede ser, además es imposible. Pareciera que “les trae al pairo” que los organismos internacionales de cooperación y de crédito estén pendientes de cómo gestionan la granja, antes de soltar los recursos que necesitan para darle estabilidad a su gestión de gobierno.  

“Las malas personas nunca podrán ser buenos políticos”. -Adagio-

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